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El nuevo debate del macrismo: ¿qué hacer si el dólar se vuelve a "planchar"?

En el gobierno coexisten los que piensan que debe defenderse la suba de la divisa y los que creen que se debería dejar caer si se endurece política monetaria
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22 de mayo de 2018 a las 05:00
El macrismo decidió transmitir una sensación de "lección aprendida" tras superar la fase aguda de la corrida cambiaria. Fue así que desde el propio Mauricio Macri hasta los funcionarios de la segunda línea hicieron cuestión de mostrar humildad y autocrítica.

El presidente, en su conferencia de prensa tras el "supermartes" en que llegó el alivio cambiario, admitió que "el mundo" le estaba reclamando a Argentina una mayor velocidad en el recorte del déficit fiscal. Casi una concesión a quienes lo criticaron por su apego al gradualismo, el gran principio rector de su gestión.

Es por eso que, a partir de ahora, uno de los temas que despiertan incertidumbre es la actitud que tomará el gobierno respecto del dólar: mientras una facción se manifiesta partidaria de no permitir una vuelta al atraso cambiario, la otra parece dispuesta a dejar caer el dólar si un nuevo ingreso de capitales presiona a la baja.

Quien más explícitamente se refirió al efecto nocivo del dólar atrasado fue Mario Quintana, vicejefe de gabinete y uno de los "perdedores" tras el reacomodamiento ocurrido en el núcleo de confianza del presidente.

"Queremos seguir usando un camino de desinflación que no requiera anclas cambiarias porque eso es una bomba", admitió el funcionario en una charla organizada por el Club Político Argentino, en la cual admitió como un error el haber intentado aplicar metas de inflación imposibles de cumplir.

La admisión tácita en la frase de Quintana es que, ante las dificultades para bajar la inflación, el macrismo cayó en la misma tentación de tantos gobiernos en crisis: "planchar" el dólar con la esperanza de que cumpliera la función de contención para los precios.

Reivindicando la devaluación reactivadora

Parecía que esa era la postura predominante en el gobierno. Y había motivos varios para pensar que ello fuera así.

Para empezar, la constatación de que el ancla cambiaria no resultó efectiva en el combate a la inflación, que ya acumula 9,6% en lo que va del año. Más bien al contrario, acentuó problemas de desfasaje de precios relativos, que ahora se están corrigiendo de manera brusca.

Segundo, un clásico argentino: se había agudizado la crisis de las economías regionales exportadoras, tales como la industria vitivinícola de Mendoza, la aceitunera de La Rioja, el tabaco y la yerba del norte, las frutas del sur patagónico. Cada vez que la moneda nacional de aprecia, estos rubros sufren dificultades para que su modelo de negocios se mantenga dentro de los márgenes de rentabilidad.

Tercero, la sangría de divisas, que llegó al insostenible nivel de 5 puntos de déficit en la cuenta corriente. Con un destaque del rubro turismo, que en términos netos llegó a la friolera de US$ 10.000 millones anuales que se van desde el aeropuerto de Ezeiza en manos de los viajeros argentinos.

Y, último pero acaso más importante en esta circunstancia, si hay alguien a quien le desagrada particularmente la política de retraso cambiario es el Fondo Monetario Internacional.

Por lo pronto, empezaron a aparecer en el gobierno voces que no solo justifican la corrida cambiaria por inevitable, sino que también se esfuerzan en verle el costado positivo de la recuperación de la competitividad.

Por caso, el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, defendió esa postura en una entrevista, al afirmar que "en Iguazú están felices con la devaluación".

"Me decían: 'No entiendo por qué se preocupan, para nosotros es lo mejor que nos puede pasar en el mundo, van a venir más paraguayos, más brasileños, más personas de todas partes del mundo'", relató Dietrich.


Y argumentó sobre las bondades de mantener el dólar alto: "Hay una parte de la economía, la que exporta bienes y servicios como es el turismo, a la que claramente un dólar más competitivo lo beneficia. Lo que tenemos, por esa historia nuestra, es la presión que genera sobre la inflación y tenemos que encontrar el equilibrio".

¿Una nueva "flotación en bajada"?

Sin embargo, no está tan claro que todos en el gobierno compartan la necesidad de evitar un nuevo "dólar planchado" ni que todos tengan el diagnóstico de que el déficit de la cuenta corriente es el problema a evitar.

Por lo pronto, el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, deslizó definiciones que parecen ir en el sentido opuesto.

"El dólar a 25 pesos está totalmente fuera de escala", afirmó. Y reafirmó la vigencia de un sistema de libre flotación, algo que en este contexto podría implicar la tendencia a una nueva apreciación del peso.

Un alto funcionario del Central admitió que, con el ingreso de dólares que supondrá el acuerdo con el FMI –más los capitales que ingresaron por la nueva emisión del bono del Tesoro–, no habría que descartar un nuevo "planchazo" del tipo de cambio.

Claro que, en Argentina, la libre flotación nunca es libre del todo, porque recibe la influencia de la tasa de interés, sobre todo si se trata de un nivel super alto como el 40% que decidió Sturzenegger para "recuperar la credibilidad" del mercado. Con semejante nivel de tasa, todo peso que esté circulando en el mercado tenderá a correr hacia las Lebac, atraído por un nivel de "carry trade" como pocos lugares del mundo ofrecen.

Y todo indica que el titular del Central, sabedor de que está observado desde cerca por Macri y por el mercado –y que su gestión será juzgada según su capacidad para controlar la inflación– tendrá mucho más incentivo para mantener la tasa alta, aun cuando eso pueda implicar una nueva "plancha" para el dólar.

Ya empezaron a aparecer voces de advertencia sobre ese punto. Como la de un extitular del Central, Martín Redrado, quien sugirió tomar recaudos para evitar "alentar los capitales golondrina", así como "planchar el dólar".

Y, sin eufemismos, alertó: "Tienen que desactivar la bomba de las Lebacs que es de 1,2 billones de pesos". En su visión, Sturzenegger no debería dejar pasar muchos días antes de retocar hacia abajo la tasa de interés.

Con ese marco de fuerzas opuestas, una pugnando para que el dólar siga su carrera ascendente y otra para que se estabilice, no resulta fácil hacer predicciones. Pero el mercado siempre da señales: por ejemplo, en el mercado de futuros se negocian contratos con un dólar a 29 pesos argentinos para fin de año.

Lo cierto es que cada uno está sacando sus propias conclusiones de esta crisis. Algunas parecen tener consenso, como por ejemplo que no fue una buena idea tratar de implementar un sistema de metas de inflación. O que estar expuestos a los vaivenes del mercado internacional tiene más riesgos de lo pensado.

En cambio, la batalla sobre si el dólar debe acompañar a los precios o mejor quedarse quieto para funcionar como "ancla" es todavía un punto que en la interna del gobierno será motivo de disputa.

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