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Elección en Colombia pone a prueba su democracia y su paz

Antiguos guerrilleros han sido incorporados al proceso político provocando un ambiente de ansiedad e incertidumbre
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18 de febrero de 2018 a las 05:00
Cuando Colombia llegó a un acuerdo de paz hace dos años, la fórmula para terminar con el conflicto civil más prolongado del hemisferio occidental parecía simple: a cambio de entregar sus armas, los líderes del grupo guerrillero marxista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) podrían postularse para las elecciones de este año.

Pero nada ha resultado sencillo a la hora de resolver un conflicto que ha cobrado 200.000 vidas, que ha desplazado a millones de personas y que todavía provoca intensas emociones.

Aunque no se ha reiniciado el combate, tanto la fórmula de paz como las credenciales democráticas de Colombia están siendo severamente puestas a prueba antes de las elecciones presidenciales de mayo debido a una campaña particularmente venenosa.

La semana pasada, las FARC suspendieron la campaña después de que Rodrigo Londoño — un alto comandante postulándose para la presidencia — y sus colegas fueran atacados con piedras. En un comunicado, las FARC dijeron que dejarían de hacer campaña debido a tales ataques — algunos violentos y otros virtuales — como las amenazas en los medios sociales y las fotografías circuladas de los hogares de los activistas de las FARC.

"Hay una sensación de pánico, de conflagración inminente", comentó Jorge Restrepo, el director de CERAC, un grupo de expertos de Bogotá. "La izquierda está agrediendo a la derecha, la derecha está agrediendo a la izquierda. Muchos candidatos todavía están enmarcando las elecciones en términos de lucha, de guerra contra paz".

Los colombianos tienen buenas razones para estar nerviosos. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), casi 40 miembros de las FARC han sido asesinados desde el acuerdo de paz de 2016. Al mismo tiempo, un ataque con bombas el mes pasado por parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo guerrillero rival, mató a cinco e hirió a 42 en la costa.

La mayoría de los ataques, sin embargo, ocurren en las redes sociales, donde la mentalidad de asedio continúa conforme circulan las noticias falsas o los chismes en grupos de mensajes como WhatsApp, y se insulta virulentamente a los políticos de todo el espectro político. "Es como si Colombia no supiera cómo pasar la página", ha comentado Ricardo Silva Romero, un destacado columnista.

Álvaro Uribe, un expresidente de dos términos que se opuso al acuerdo de paz y que es un adalid de la derecha política de Colombia, ha enfrentado acusaciones de abuso sexual y una reanudación de los rumores de sus supuestos vínculos con letales grupos paramilitares de derecha, afirmaciones que él ha negado pero que sus enemigos reciben con regocijo en las redes sociales.

Mientras tanto, Gustavo Petro, un exalcalde izquierdista de Bogotá que se está postulando para presidente, ha declarado que se le ha difamado mediante declaraciones de que él expropiaría empresas colombianas si se le eligiera. "Estoy esperando que el fiscal general revele quién es el autor de las noticias falsas en las redes sociales", tuiteó el Sr. Petro el martes.

"Corremos el riesgo de convertirnos en tribus digitales y regresar a la Edad Media por la puerta trasera", dijo Alejandro Santos, el director de "Semana", el semanario líder que este mes publicó una encuesta electoral que mostraba a Petro a la cabeza, sólo para ver los resultados invertidos y republicados en las redes sociales presentando al candidato presidencial preferido de Uribe con una clara ventaja.

Existen numerosas razones para el ambiente de inquietud en Colombia, la democracia más antigua del hemisferio con una economía del mismo tamaño que la de Sudáfrica y que es el aliado de más estrechos vínculos con EEUU en la región.

Además del controvertido proceso de paz, más de medio millón de refugiados de Venezuela ha huido a Colombia a medida que su vecino socialista colapsa en la hiperinflación y la represión autoritaria. "Aquí no queremos ser una segunda Venezuela", ha declarado Uribe, quien afirma que los candidatos de izquierda llevarán a Colombia a un abismo "Castro-Chavista".

La economía colombiana también está apenas saliendo de la recesión. El presidente Juan Manuel Santos está avanzando con dificultad hacia el final de un segundo mandato. Agregando a la sensación de estar a la deriva, la producción de cocaína se ha disparado a medida que las guerrillas disueltas han abandonado sus refugios selváticos y les han cedido el territorio a pandillas criminales.

Por último, se encuentran las FARC mismas. Su presencia en la campaña indigna a la mayoría de los colombianos que desprecian al grupo marxista, particularmente después de que surgieran informes indicando que los líderes rebeldes habían obligado a las mujeres combatientes a abortar.

Sus candidaturas para las elecciones al Congreso del 11 de marzo, y para la presidencia del 27 de mayo, solamente refuerzan los temores populares de que Colombia pueda inclinarse hacia la extrema izquierda.

"Mi consejo para los miembros de las FARC hubiera sido: consoliden su influencia en áreas que ya conocen; de lo contrario, mantengan un bajo perfil", ha dicho Malcolm Deas, una autoridad en Colombia y un excatedrático de Oxford. "En cambio, antes de que cancelaran la campaña, han estado agitando una capa roja en frente de muchos toros".

Esos toros todavía están enfurecidos conforme Colombia busca sobreponerse a un sangriento conflicto y a una economía plagada de mafia, pero sin ningún candidato que articule una visión de lo que pudiera ocurrir en su lugar.

Puede que haya más claridad una vez que se llegue a la fecha límite para someter candidaturas formales en marzo y que la lista completa de candidatos presidenciales sea inalterable. Mientras tanto, sin embargo, el estado de ánimo combativo ilustra cuán difícil es cambiar los viejos hábitos, costumbres y miedos.

Deas ha repetido la cita del pensador ruso del siglo XIX, Alexander Herzen, que sostiene que después de un cambio en orden social "el mundo que fenece no deja tras de sí un heredero sino una viuda embarazada". Deas agrega: "Es inquietante".

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