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Entre guerras políticas y comerciales

Sobre la detención de Lula en Brasil, la escalada proteccionista de Trump y la respuesta de China
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16 de abril de 2018 a las 14:04

Dos hechos de significación han marcado las noticias internacionales en los últimos días. Por un lado la detención del expresidente de Brasil Lula da Silva, contra quien recae una condena por actos de corrupción. Por otro, la escalada proteccionista de Trump y la contundente respuesta de China, lo que nos acerca a una eventual guerra comercial.

Desde la reñida votación del Supremo Tribunal Federal de Brasil, lo que derivó en la detención del expresidente Lula, se desató un debate entre quienes se posicionan a favor o en contra de la decisión de la Justicia brasileña. Naturalmente, Uruguay no estuvo ajeno al mismo, el que una vez más adquirió el perfil de enfrentamiento futbolístico que termina afectando el intercambio de argumentos racionales y despojados de ideologías.

Como ocurrió en el caso venezolano, este nuevo episodio destapó las diferencias existentes en el gobierno. De hecho, una vez conocida la posición de la cancillería uruguaya respecto a lo acontecido en Brasil, la que correctamente decidió no emitir un comunicado sobre una decisión interna de la Justicia del país vecino, a través de su Mesa Política el Frente Amplio lanzó un comunicado de apoyo a Lula, lo que además fue acompañado por la inapropiada participación de la vicepresidenta en un acto en la principal central sindical del país.

A partir de ese momento, se desató una batalla política sobre el impacto que para el futuro de Brasil tendrá la detención del popular expresidente, en el entendido de que la principal economía de América Latina ingresaría en un terreno de incertidumbre y deterioro institucional con resultados impredecibles. Los defensores de esta tesis, entienden que Lula es el único político con la capacidad de estabilizar el país y recuperar los liderazgos de América Latina a nivel internacional.

Por el contrario, e independientemente de cómo evolucione el proceso judicial contra el mandatario, otros entendemos que la detención del expresidente podría derivar en más certidumbre que incertidumbre, ya que la ratificación de su condena debería impedir su participación como candidato en las próximas elecciones. Este nuevo escenario forzaría la necesaria renovación del sistema político brasileño, lo que es el punto de partida para recuperar la confianza en las instituciones.

Además debe reconocerse que Brasil ya muestra signos de recuperación económica, realidad que repercutió en el buen desempeño de las importaciones desde sus socios del Mercosur. Por otro lado, la falta de liderazgo del país en los últimos años tampoco sacó a América Latina del escenario internacional, ya que otras economías como Argentina están jugando un rol relevante en ese sentido.

Lo cierto es que todos los países latinoamericanos cuentan con la pronta recuperación de Brasil, un país continente que favorece el posicionamiento de América Latina en el escenario internacional. Para eso, deben dejarse atrás las tramas de corrupción que involucraron a todo el sistema político y a las grandes corporaciones.

En paralelo a la crisis en Brasil, la administración Trump desata lo que se ha denominado como una guerra comercial con China. El accionar de la nueva administración de Estados Unidos no llama la atención, ya que con algunos matices, se encuentra implementando lo adelantado en la campaña electoral.

En efecto, el presidente de la primera potencia mundial decidió salirse del TPP y congeló el acuerdo Transatlántico con Europa, activó la renegociación del NAFTA e inició la revisión de otros TLCs como ocurrió con Corea del Sur. A su vez, despliega una política contraria a la OMC y propone la suba unilateral de aranceles para equilibrar su déficit comercial.

El camino hacia una inminente guerra comercial comenzó con la aplicación de aranceles a los paneles solares y máquinas lavadoras, lo que materializó a través de la aplicación de una salvaguardia. En el caso de la suba del arancel al acero y el aluminio se argumentó una cuestión de excepción de seguridad, cláusula que si bien existe en la OMC debe justificarse apropiadamente, lo que naturalmente no hizo Estados Unidos. Sumado a lo anterior, la aplicación de la medida es discriminatoria, ya que no es aplicada a Canadá, México, Argentina y Brasil, pero sí a China.

Frente a esta realidad, China activa el Sistema de Solución de Diferencias y plantea la suba de aranceles para ciertos productos, lo que enmarca en la lógica de una medida retaliatoria por el incumplimiento de las normas multilaterales por parte de Estados Unidos. Si bien la reacción inicial de China fue algo tímida (abarcaba pocos productos), su medida complementaria que incluyó un total de 128 bienes, elevó las tensiones entre los dos actores. Ocurre que entre otros productos se encuentran alcanzados la soja, los aviones y los vehículos, los que son intensamente exportados por Estados Unidos a la potencia asiática.

El anuncio de China derivó en una reacción extralimitada de Estados Unidos, que publicó una lista compuesta por 1.300 bienes a los que subirá el arancel para las importaciones chinas. Si bien dichas tarifas todavía no están vigentes, el país asiático mostró nuevamente su voluntad de afectar a otro importante número de bienes adquiridos del país norteamericano, lo que a su vez generó una nueva respuesta de Trump.

El mundo observa con atención lo acontecido entre las dos principales potencias mundiales, e incluso algunos visualizan alguna oportunidad, pero no debe perderse de vista que nadie gana frente a una guerra comercial entre Estados Unidos y China. Es esperable que las dos economías negocien una salida al conflicto en el marco de las normas multilaterales vigentes, evitando de esa forma la ampliación de las diferencias hacia otras economías.

Cabe recordar que Estados Unidos posee un déficit cercano a los US$ 390 mil millones con China, pero también cuenta con un saldo negativo en la relación bilateral con Alemania, Japón, Corea del Sur, Canadá, México, Taiwán, Francia e India.

Si bien desde diferentes enfoques, las catalogadas en esta columna como guerra política y comercial muestran algo en común, ambas parten de un incumplimiento de las normas vigentes.

*Por Ignacio Bartesaghi

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