Nuestra creciente dependencia comercial de
China impone la necesidad de aprovechar el espaldarazo al intercambio dado por el canciller Wang Yi en su visita a Montevideo. Ya perdimos el tren del tratado de libre
comercio con Estados Unidos años atrás y corremos el peligro de que nos suceda lo mismo con el firmado con Chile como puerta a los mercados del Pacífico, cuya ratificación parlamentaria yace demorada por insensatas objeciones en la bancada del Frente Amplio. También ocurre y por la misma razón con el ingreso a la Alianza del Pacífico, que integran Chile, Perú, Colombia y México, pese a su obvia conveniencia. Todos esos acuerdos son necesarios. Concluirlo con China es indispensable.
El gigante asiático, con su voraz mercado de 1.300 millones de personas, ya representa la cuarta parte de las exportaciones uruguayas totales, centradas mayoritariamente en carnes y soja. El canciller chino, luego de reunirse con el presidente Tabaré Vázquez y el canciller Rodolfo Nin Novoa, enfatizó que su país considera a Uruguay como su puerta de entrada regional al Atlántico sur y confirmó la disposición de Pekín a ampliar el intercambio a través de un TLC, ya sea con el Mercosur o en forma bilateral. En esta alternativa radica el nudo del problema.
A su regreso de una visita a China, Vázquez anunció la pronta conclusión de un TLC, pero todo se diluyó por la negativa del gobierno de Michel Temer a cerrarlo, curso prohibido a un miembro del Mercosur sin aprobación de los demás socios. En la posición brasileña incidió seguramente la molestia de Temer con el respaldo frenteamplista a la destituida presidenta Dilma Rousseff y a Lula, condenado a 12 años de cárcel por corrupción. Un TLC entre China y el Mercosur no parece viable, por más que Nin Novoa haya anunciado que lo buscará cuando Uruguay asuma la presidencia temporal del bloque en junio. Una razón es que a Brasil no le interesa. Otra es que las relaciones diplomáticas que Paraguay mantiene con Taiwán impiden todo acuerdo China.
La opción que queda es dejar de lado un injusto obstáculo de las normas del Mercosur que, de todos modos, tanto Brasil como Argentina violan abiertamente desde hace más de un cuarto de siglo con medidas proteccionistas dictadas por sus intereses internos. Es el interés interno de Uruguay lo que ahora está en juego. El gobierno no puede seguir sentado en un banco de la estación mientras un tren tras otro pasan de largo. Es hora de que se plante con firmeza ante una opción que multiplicará las
exportaciones uruguayas, al permitir el ingreso de nuestros productos sin los aranceles de importación que hoy los gravan. Este costo nos deja en una débil posición ante competidores como Australia y Nueva Zelanda, que desde hace años tienen libre comercio con China.
¿Qué puede pasar si Uruguay avanza hacia un TLC bilateral con esa nación pese a la renuencia brasileña a permitirlo? Difícilmente nuestro país sea expulsado del Mercosur. Más posible es que se intente alguna forma de represalias comerciales, caso en que cabría como defensa señalar las muchas veces en que los socios mayores han ignorado las normas del bloque. Todo depende en ese caso de que el gobierno, además de mostrar firmeza, actúe también con habilidad negociadora en defensa de lo que más le conviene al país.