Bill Cosby saliendo del juzgado en abril de 2018<br>

Espectáculos y Cultura > Columna/Eduardo Espina

Estrella caída en desgracia

Bill Cosby, actor de talento exquisito, podría pasar el resto de su vida en la cárcel
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05 de mayo de 2018 a las 05:00
Fuera del juzgado, algunas mujeres aplaudían enardecidas. Otras levantaban las manos en señal de alegría, como si su equipo hubiera hecho un gol jugando de visitante. Todas ellas lloraban de alegría; no podían creer lo que estaba pasando, lo que había pasado minutos antes. El acusado, mientras tanto, abandonaba la sala donde había sido encontrado culpable mostrando un rostro adusto, propio de quien no se esperaba la gran derrota recibida de manos de un jurado que fue implacable. De todas formas, la estrella de capa caída tuvo un gesto condescendiente con quienes lo saludaban y gritaban consignas a su favor, vociferando que todo era un complot en su contra por ser negro. Fue una escena histórica, pues, de no mediar un milagro legal, simbolizó el final de una de las grandes estrellas del mundo del espectáculo de los últimos 50 años. En un mismo día a fines de abril terminaban al unísono el pasado, el presente y el futuro laboral y social de una figura que fue rey de los ratings durante una década entera y cuya influencia y aura permeó otros estratos de la vida social estadounidense.

La derrota legal de Bill Cosby, a quien se lo encontró culpable de drogar y abusar de mujeres a lo largo de varios años, es histórica en más de un sentido, sobre todo porque arruina definitivamente su legado. La mancha enorme no podrá quitársela en vida y difícilmente el paso del tiempo vaya a borrarla. Dadas las actuales circunstancias, el actor será recordado por las barbaries sexuales cometidas en más de una ocasión contra mujeres de diferentes razas y edades, antes que por sus dotes como actor de primer nivel, como inteligencia destacada que sabía escribir guiones y monólogos de los que pasan con las mejores notas los veredictos del público y de los medidores de audiencia. Una vida profesional construida sobre a base de éxitos y logros pioneros en más de un rubro se han ido por el wáter. Cosby quedará en la historia como una especie de doctor Jekyll y míster Hyde, en el que el peor lado del personaje terminó triunfando sobre el otro.

Ahora el actor debe esperar la sentencia y recién después podrá apelar el veredicto. A los 80 años de edad está "legalmente ciego". La edad, su condición física, y el pago de una fianza de US$ 1 millón lo salvaron momentáneamente de la cárcel, y espera por la sentencia del juez en su casa.

La derrota legal de Bill Cosby, a quien se lo encontró culpable de drogar y abusar de mujeres a lo largo de varios años, es histórica en más de un sentido, sobre todo porque arruina definitivamente su legado. La mancha enorme no podrá quitársela en vida y difícilmente el paso del tiempo vaya a borrarla.
En 1965, cuando la televisión abierta uruguaya emitía mejores programas que hoy en día –también en eso hemos ido leguas hacia atrás–, canal 4 Montecarlo estrenó una de las mejores series de todos los tiempos: Yo soy espía. Sus guiones podían competir de igual a igual con los de las películas de James Bond, aunque la serie tenía tramas con mayor credibilidad que las historias del agente 007. Cada semana los libretos giraban en torno a los periplos de dos expertos en inteligencia, Kelly Robinson (Robert Culp) y Alexander "Scotty" Scott (Bill Cosby). Robinson era un tenista amateur que viajaba acompañado por Scott, su entrenador. En tiempos de la guerra fría, recorrían el mundo con la excusa del deporte, cuando en verdad estaban investigando casos que ponían en riesgo la seguridad política de Occidente.

Yo soy espía fue una serie pionera en muchos aspectos. Fue la primera en que un actor negro (Cosby) tuvo un papel protagónico. Además, estaba filmada en escenarios reales, por lo que el elenco viajaba por todo el mundo, anticipando una moda que el cine de Hollywood pone con frecuencia en práctica hoy en día en sagas como la de Misión imposible y la del agente Jason Bourne.

Y no solo eso. Yo soy espía se anticipó también en otra cosa: en la pareja de espías de Robinson y Scott, este último, el negro, era el más inteligente. Había sido un estudiante universitario brillante y, por tanto, de las soluciones que pudieran venir de su mente dependía en gran medida el destino de ambos. Cada semana, Robinson y Scott corrían por sus vidas, y nosotros los seguíamos a todas partes con admirable lealtad, pues aquello era entretenimiento de primer nivel, ese que surge muy de vez en cuando, y que mezcla originalidad con credibilidad, consistencia con seriedad de encare. Así pues, encarnando a Scott, Cosby se adelantó en décadas a los personajes afroamericanos que interpretaría luego Denzel Washington y en los cuales la inteligencia, no la fuerza bruta, es el dato destacado. Es decir, Yo soy espía fue un antídoto contra los estereotipos en la caracterización de personajes en cine y televisión.

Varios de los capítulos fueron dirigidos por Richard Sarafian, quien tuvo una meritoria carrera como director de cine, entre cuyos créditos figura la notable Carrera contra el destino (1971), basada en un guión del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Otros que dirigieron la serie fueron Leo Penn, padre del actor Sean Penn, y el propio Robert Culp, quien además escribió los libretos de varios capítulos, entre ellos el primero.

Por el hecho que cada temporada el elenco y el equipo técnico debía realizar varios viajes a confines remotos en Asia, África, Europa y América Latina, Yo soy espía solo estuvo en el aire tres años, aunque sus ratings fueron satisfactorios de principio a fin. Recuerdo el capítulo filmado en España, que lograba captar a partir de una ojeada la vida en la península durante los años de Franco. Así de buena era la serie. Precisamente, los altos costos de producción impidieron que las ganancias fueran las esperadas, por lo que no pudo llegar al número mágico de 100 capítulos filmados, y se quedó en 82. El último capítulo lo filmaron hace 50 años, el 15 de abril de 1968.

¿Cómo alguien como él, con gran cabeza, talento artístico, simpatía y pinta de galán, terminó drogando y violando mujeres de manera sistemática? Es algo que nadie entiende y que el implicado parece no terminar de aceptar.
Ganadora en 1967 del Globo de Oro en la categoría Mejor serie dramática, Yo soy espía convirtió a Bill Cosby en una estrella incomparable. Con la serie que vio su debut en el mundo del espectáculo, el actor logró lo que nunca antes ningún otro afroamericano había conseguido: ganar durante tres años consecutivos –1966, 1967 y 1968– el premio Emmy como Mejor actor protagónico de televisión. Culp, por su parte, debió conformarse con ser nominado para el mismo premio en esos tres años. Considerando el legendario carácter de la serie, en 1994 la cadena CBS estrenó la película Yo soy espía regresa, con Cosby y Culp nuevamente como protagonistas. Ya para entonces, Cosby era el actor negro más famoso del mundo, prestigio obtenido no solo con Yo soy espía, sino principalmente con la serie de comedia The Cosby Show, que entre 1984 y 1992 reinó en los ratings estadounidenses y de varios países en el mundo.

Bill Cosby tenía todo para ser el mejor actor negro en papeles dramáticos, superando incluso, por su talento y su condición pionera, a Denzel Washington, que vino después. Sin embargo, prefirió tomar el camino de la comedia, donde también brilló, al imponer un estilo hasta el día de hoy imitado, aunque inimitable. Lo mismo que el personaje que interpretó en Yo soy espía, Cosby es alguien inteligente y obtuvo en 1976 un doctorado en Educación por la Universidad de Massachusetts. Por lo tanto, viendo el resultado producido por su aberrante comportamiento, cabe preguntarse con asombro ¿cómo alguien como él, con gran cabeza, talento artístico, simpatía y pinta de galán, terminó drogando y violando mujeres de manera sistemática? Es algo que nadie entiende y que el implicado parece no terminar de aceptar.

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