Estilo de vida > OBITUARIO: EDUARDO GALEANO

Fuego en la memoria

Durante 74 años, Eduardo Galeano tuvo una vida dedicada a la escritura, marcada tanto por el éxito, como el exilio y la polémica. Su figura polifónica será recordada
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13 de abril de 2015 a las 18:07

Una vida de dedicada a las palabras. Esa oración bien podría resumir la vida de Eduardo Germán Hughes Galeano, quien falleció ayer a los 74 años. A lo largo de 60 años (porque desde los 14 años estuvo vinculado a medios de comunicación), la escritura fue el combustible de su vida y el objetivo de sus desvelos.

Las columnas se transformaron en artículos y los artículos, en libros. Cuentos, crónicas, novelas y ensayos muy personales le hicieron ganar un nombre a nivel local y luego a escala internacional. Su figura tomó dimensión y el convulsionado panorama político lo llevó a Europa, donde su éxito fue aún mayor y lo convirtió en un mito para muchos.

Cuna patricia

Galeano nació en setiembre de 1940, a un año exactamente del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en el seno de una familia de orígenes patricios. Por parte de padre era descendiente de Leandro Gómez y por parte de madre de Fructuoso Rivera, según le confesó a César Di Candia en Búsqueda en 1987.

Su padre era Eduardo Hughes Roosen, funcionario del Ministerio de Ganadería y bisnieto de un inglés dueño de la estancia La Paz, en Paysandú, de 15 mil hectáreas. En esa estancia Galeano pasó muchos de los veranos de su infancia, durante las vacaciones que lo alejaban del Erwy School, donde cursó hasta segundo de liceo, cuando abandonó.

Su madre fue Licia Galeano, apodada “Piruncha”, quien trabajaba en la librería Ivana de la calle Convención. Fue una gran influencia en su hijo. Ella además era hermana de Jorge Galeano, uno de los pioneros del psicoanálisis en Uruguay, a quien Eduardo admiraba.

Destino de tinta

A los 13 años, el muchacho, que era muy católico, tuvo una profunda crisis religiosa. Sus padres se divorciaron y dejó el colegio, pasando a dibujar caricaturas para el semanario socialista El Sol, dirigido por Vivián Trías y José Pedro Cardoso. Allí firmaba como “Gius”, una onomatopeya de su apellido paterno.

Cuando desde la dirección del semanario le pidieron que escribiera una columna, le dijeron que utilizara un seudónimo. Entonces eligió el apellido materno, que ya no abandonó más a nivel editorial y con el que se hizo famoso. Luego fue una rápida sucesión de escalones subidos de dos en dos, como un joven lleno de energía y una pluma que prometía. Según Di Candia, entonces era “el pavo real de la juventud izquierdista uruguaya”.

El mítico Carlos Quijano lo leyó e invitó a participar en Marcha, donde comenzó a escribir a inicios de la década de 1960.

En 1963 fue su lanzamiento literario: con apenas 23 años, publicó su primera novela, Los días siguientes, y realizó un viaje a la China de Mao, de la que vuelve con otro volumen en la cabeza, que publicó en 1964.

En 1965 cubrió el caso de los ladrones argentinos en el hotel Liberaij y publicó una larga crónica del hecho, titulada Los fantasmas del día del león.

Pero el cronista sentía que Montevideo ya le quedaba chico. Como tantos jóvenes escritores e intelectuales, salió a recorrer a lo largo y ancho de las Américas los países donde se estaban desarrollando los principales conflictos políticos, como por ejemplo, Guatemala. De sus experiencias allí publicó en 1967 Guatemala, país ocupado.

A Di Candia le dirá que durante sus múltiples incursiones en las selvas su vida estuvo varias veces en riesgo. El carácter romántico y aventurero de la profesión siempre estuvieron a los pies de Galeano.

Por esa época se mezcla en su obra una de sus grandes pasiones: el fútbol. Hincha fanático de Nacional a lo largo de toda su vida, Galeano escribió Su Majestad, el fútbol en 1968. Ese fue el primero de los varios textos en donde abordó el deporte más popular de la Tierra. En 1995, publicó El fútbol a sol y sombra, que reeditó con información actualizada después de cada Mundial FIFA. Su última versión incluye el campeonato disputado en Sudáfrica en 2010.

En 1971 publicó su obra más influyente: Las venas abiertas de América Latina, un ensayo periodístico donde analiza, con ánimo denuciante, la pobreza del ser humano como resultado de la riqueza de la tierra y las desventajas de un modelo de desarrollo que dejaba a muchos por el camino. El libro se transformó en texto canónico para la intelectualidad de izquierda en la región y el mundo.

La situación política en Uruguay previa al golpe de Estado provocó que Galeano se mudara a Buenos Aires, donde dirigió la revista Crisis, un espacio que cultivaba el periodismo con toques literarios. Si antes había tenido que enfrentar los peligros de las selvas tropicales, para ese entonces eran las calles de Buenos Aires las que se habían transformado en un hábitat mortífero para quienes pretendían escribir y denunciar situaciones sociales de la realidad del país.

Amenazado de muerte por la Alianza Anticomunista Argentina (conocida como la Triple A), Galeano abandonó Buenos Aires y se exilió en Barcelona, España, donde escribió su trilogía Memorias del fuego, su obra más ambiciosa. Allí relata la historia de América Latina, desde la creación del mundo hasta el siglo XX.

Mientras tanto, sus obras estaban prohibidas por la dictadura militar uruguaya, aunque esto no fue impedimento para que su coterráneos pudieran leerlo. Di Candia cuenta que, junto a los otros responsables de la Editorial Atenea, traían Las venas abiertas de América Latina desde España. La estrategia era disimularlo en las facturas como un libro de medicina llamado simplemente Las venas, que no despertaba sospechas entre los funcionarios del gobierno.

Con una vida siempre signada por los hechos políticos de su país y la región, Galeano regresó a Uruguay en 1985, tras el fin de la dictadura. Ese año integró el grupo de fundadores del semanario Brecha, junto a Hugo Alfaro, Mario Benedetti y Guillermo Chifflet, entre otros.

Su relación con Brecha se prolongó de ahí en más, siendo hasta los últimos tiempos integrante y figura central del consejo asesor del medio y escribiendo para él, en simultaneo con los periódicos Página/12 de Argentina y La Jornada de México.

Roberto López Belloso, periodista y poeta, quien fuera editor del semanario, explica que la función de este consejo era la de opinar sobre la orientación periodística del semanario a largo plazo, más allá del día a día. “Su compromiso con el semanario era grande”, cuenta López. “Se podría haber puesto de estrella y haberse alejado de Brecha, pero siempre hacía sentir que era uno más de nosotros”, agrega.

El exeditor de Brecha destaca de Galeano su sentido del humor y la cantidad de anécdotas que compartía con sus compañeros, sobre sus experiencias y momentos vividos con Benedetti, Julio Castro y Juan Carlos Onetti.

El retorno de la democracia permitió que su obra pudiera ser vendida libremente en Uruguay, lo que lo convirtió en un autor masivo para el público local. En 1987, y ya en ese contexto de popularidad, el escritor fue entrevistado por Di Candia para el semanario Búsqueda, en la que Galeano habló de su infancia, su religiosidad e intentos de suicidio. También explicó sus encuentros cercanos con la muerte en sus viajes por los territorios indígenas de América.

“Hizo investigaciones y tuvo aventuras personales en las que no se metió nadie. Fue un periodista excepcional”, dijo Di Candia.

Consagración y críticas

Con la popularidad llegaron los premios y los reconocimientos, que se concentraron sobre todo en las dos últimas décadas. En 2008 recibió el premio Bartolomé Hidalgo, otorgado por la Cámara Uruguaya del Libro. Ese mismo año le fue entregado el premio Morosoli de Oro por su labor como periodista y escritor, y por tratarse de “uno de los intelectuales más destacados de América Latina y uno de los escritores uruguayos más reconocidos mundialmente”, según dijo en ese momento Gustavo Guadalupe, secretario de la fundación que otorga el galardón.

En los años siguientes recibió además la medalla Delmira Agustini de parte del Ministerio de Educación y Cultura, el premio Casa de las Américas en Cuba y el Premio Alba de las letras de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América. El único galardón que le fue esquivo fue el premio Cervantes, al que estuvo nominado en 2011.

En 2014, Galeano fue crítico con su yo más joven y sorprendió a todos al afirmar, en una conferencia en Brasil, que “no volvería a leer Las Venas abiertas de América Latina”. Y agregó: “Para mí, esta prosa de la izquierda tradicional es pesadísima. Mi físico no lo aguantaría. Caería desmayado”. Galeano aseguró que “la realidad cambió mucho”, y que su escritura en aquel momento fue sin tener los conocimientos necesarios en economía y política. “No estoy arrepentido de haberlo escrito, pero fue una etapa que, para mí, está superada”, dijo.

“Me gustaría aplaudir la honestidad y madurez mostradas por Eduardo Galeano”, afirmó en ese momento Ruben Blades, cantante panameño devenido en político.

Galeano dejó pendientes dos textos. En mayo se publicará la antología Mujeres, que recopila breves relatos del autor sobre figuras históricas femeninas de todo el mundo. El otro libro, en cambio, aún no tiene fecha de publicación.

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