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Gandini: "El Partido Nacional hoy no tiene influencia en la sociedad real"

El diputado de Alianza criticó la conducción económica del FA y dijo que prefiere "generar más empleo y no redistribuir" los recursos que todavía no existen
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02 de julio de 2018 a las 12:40
Este sábado será bastante diferente para el presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Gandini. Por primera vez en mucho tiempo, cuando el Poder Ejecutivo entregue las cajas y cajas que contienen el proyecto de ley de la Rendición de Cuentas, el diputado nacionalista no podrá participar de la comisión que lo analizará. En los pasillos del Parlamento es conocida su meticulosidad a la hora de criticarla y evaluarla, algo que deberá hacer en silencio por el nuevo lugar que ocupa. Tal es así que, entre risas, hay legisladores frenteamplistas que dijeron sentirse aliviados por la nueva situación de Gandini.

En su despacho, que ocupa desde marzo de este año, Wilson Ferreira Aldunate lo mira todo el tiempo. Su foto está justo detrás de su escritorio, como si necesitara que su presencia se sienta. Desde ese lugar, criticó al Partido Nacional por no "terminar de resolver contradicciones", fue duro con el ministro Danilo Astori, que considera "se equivocó mucho", y afirmó que en su partido deben "acorralar al gobierno, que es un gran fracasado". A continuación, un resumen de la entrevista con El Observador.

Este sábado el Poder Ejecutivo va a mandar la Rendición de Cuentas al Parlamento. ¿Cómo va a ser este año con usted fuera de la comisión por integrar la presidencia de la cámara de Diputados?
Va a ser diferente. Unos días antes del 1° de marzo, me encontré con el subsecretario de Economía Pablo Ferreri, que se enteró ahí que asumía la presidencia de la cámara y me dijo: "Voy a ir a tu asunción para asegurarme de que estés ahí, así me libero de tenerte en la Comisión de Presupuesto". Yo igual la voy a seguir de cerca, porque me gusta y porque voy a ayudar a los compañeros que están en la comisión.

En el Frente Amplio dijeron que es el proyecto de ley más importante del año.
Es una Rendición de Cuentas importante. No tanto por lo que puede significar para algún sector sino porque es lo que le queda al gobierno de proyección de su plan económico, que ha fracasado rotundamente. Astori, a sabiendas o no, se ha equivocado mucho. O no dice la verdad o no es tan bueno como parece, porque sus proyecciones no se cumplieron para nada. Eso de que Astori es un gran ministro es un mito. Será un gran administrador, pero no es un economista que haya logrado ver más lejos y hacer un plan de desarrollo estratégico nacional viable. Su modelo fracasó.

¿A la oposición le conviene centrar la discusión de la campaña en la economía?
Yo no sé si es estratégicamente conveniente, lo que sí sé es que no voy a mirar para el costado en un tema que por lo menos tenemos que tenerlo claro. El fondo del tema es cuál es el modelo de desarrollo que el país tiene, económico y social, y cuál es el plan estratégico de un país que quiere hacerse un lugar en el mundo.

¿El modelo de desarrollo de la oposición tiene que ver con el de los autoconvocados?
El fenómeno de los autoconvocados es la prueba de que ninguna de las estructuras representativas, ni las políticas ni la gremiales, ni las oficialistas ni las opositoras, han dado respuestas a los problemas que tienen mucho de los sectores, que lo que quieren es laburar y salir adelante. Creo que hay problemas de fondo que empiezan a aparecer más allá de los partidos. Nosotros tenemos que hacernos cargo de eso para poder plantear un modelo alternativo al actual. No caminó el socialismo del siglo XXI. El populismo se cayó a pedazos y estamos igual que antes pero a peores precios. El Partido Nacional tiene que acorralar al gobierno, que es un gran fracasado, y llevarlo al debate y al reconocimiento de su fracaso.

¿Ustedes acompañarían un aumento del gasto aun estando financiado?
¿Quién lo financia? ¿Qué quiere decir aumento de gasto financiado?

Según el Ministerio de Economía, financiado por el crecimiento que se proyecta y utilidades del BROU...
Pero si hay un crecimiento que se proyecta hay que ponerlo en mejorar las variables económicas en general. Yo prefiero generar más empleo y no redistribuir lo que todavía no tenemos. Generar condiciones para que haya más empleo genuino y no repartir a cuenta de lo que va a venir. Porque si después no viene lo tengo que repartir igual –con déficit– porque la ley lo dice. Prefiero generar condiciones para el desarrollo, como bajar determinados impuestos. Las noticias que tenemos hasta ahora son todas al revés.

“El Partido Nacional no ha logrado conformar dos corrientes competitivas que tengan por delante la oportunidad de que cualquiera de las dos gane”.

¿A nivel parlamentario qué puede hacer la oposición con esos planteos?
Decirlas, plantearlas, debatirlas. No tenemos votos para cambiar la realidad. Eso es lo que nos pasa. No tenemos votos y nuestro partido tiene una debilidad –y me hago cargo– que es su concentración casi exclusiva en el mundo de la democracia formal, y no de la sociedad real. El partido no tiene influencia, incidencia o presencia en los componentes del poder que están en manos de la sociedad: sindicatos, organizaciones, la sociedad real. Estamos en el Parlamento pero no tenemos la posibilidad de generar desde la sociedad otras resistencias. Entonces decimos lo que opinamos, levantamos la mano y perdemos con total éxito, una y otra vez.

¿Eso puede cambiar?
Ahora no sé. Los líderes del partido lo entienden, pero no hay una acción sostenida en esa materia. Incluso hay un rechazo. El partido no termina de resolver una contradicción que tiene: sabe que hay que meterse en la vida real, cultural, sindical, social del país, pero las rechaza, no tiene simpatías por esas organizaciones.

¿No forma parte quizás de un sinceramiento? ¿De dar por perdida esa batalla?
El Frente Amplio nos ganó la batalla cultural. Esa fue la primera que nos ganó. Siempre he sostenido que para combatir al FA no hay que hacerlo desde lo político sino desde lo cultural, porque es un fenómeno básicamente cultural. El FA se sustenta en los valores fundamentales del sermón de la montaña: se quedó con la idea de que son los defensores de la justicia, de los pobres, de los que sufren, de los perseguidos, de todos aquellos que están del lado de lo que hay que cuidar y proteger. Y nosotros somos los que representamos, en el discurso del FA, a los poderosos: a los estancieros, a los banqueros, a los empresarios. Nosotros tenemos que dar la batalla ahí adentro de los sindicatos, porque está lleno de trabajadores blancos, o que no son frenteamplistas. Pero no estamos ahí adentro. Dejamos que nos corrieran. Lo mismo nos pasa con otros actores de la sociedad que generan opinión, desde el movimiento estudiantil hasta el carnaval. Es una batalla que nosotros no hemos dado.

¿El wilsonismo es la corriente del PN que debería darla?
El wilsonismo con Wilson (Ferreira Aldunate) fue la corriente que entendió eso. Nosotros que estábamos ahí adentro sentíamos un apoyo en el partido, que estaba lleno de contradicciones. Un partido que es nacional y policlasista como el nuestro tenía que tener contradicciones. Cuando no las tiene es peligroso. El wilsonismo claramente perdió la batalla, y con eso el partido perdió un fuerte arraigo en sectores populares. Eso hace que hoy el PN no sea visto con confianza por algunos actores populares que necesitamos para ganar y también para gobernar. Es una batalla que seguimos teniendo pendiente. La tenemos súper clara pero hay que transformar muchas cosas.

¿No debería ser más sencillo dar esa batalla siendo oposición?
Sencillo se hace ahora, porque nosotros antes luchábamos contra un fantasma. El FA nunca había gobernado y decía que era posible que la gente viviera mejor trabajando menos, que todos iban a tener vivienda y que la justicia iba a imperar, que los problemas sociales se iban a superar y que no iba a haber nadie durmiendo en la calle. Cuando llegó al gobierno resulta que le puso impuestos a los trabajadores, hay más gente durmiendo en la calle que antes, hay una fortuna de plata en planes sociales que no sacan a la gente de la pobreza, no hay voluntad de trabajo, no hay un país productivo y hay más extranjeros dueños de la propiedad. Ahora ya no peleamos contra un fantasma. El fantasma tenía corruptos. El fantasma tenía ineptos. El fantasma condujo al camino exactamente contrario. Defiende al chavismo y a gobiernos totalitarios que matan a la gente de hambre y la torturan. Ahora nosotros podemos pelear contra la realidad, porque no era como el Frente decía. Antes peleábamos en una posición desigual. Ahora todos gobernamos y a todos se nos puede comparar con la realidad y medir los resultados. Ese es el debate que hay que dar, a través de líderes que la gente escuche.

¿Larrañaga es uno de esos líderes?
Larrañaga es un tipo que reúne uno de los aspectos más importantes: es confiable, derecho, honesto; es como es. Nadie piensa que tiene otros intereses. Es un político venido de abajo, que dice las cosas como las piensa y las siente, y eso tiene un enorme valor en estos tiempos.

¿Cree que los movimientos que ha habido en los últimos meses en el sector debilitan la figura de Larrañaga como líder?
Son movimientos que fortalecen a Lacalle Pou. Ese es el resultado final, porque el partido no ha logrado conformar dos corrientes competitivas que tengan por delante la oportunidad de que cualquiera de las dos gane. Hoy lo que tenemos es uno de esos sectores atomizado, con liderazgos emergentes que no terminan de definir cuál es su papel. No sabemos cuántos movimientos hay, o si son solo movimientos de negociación, que fortalezcan a los que van y vuelven. No lo sabemos pero obviamente no nos hace bien. Es rarísimo que no estemos juntos, porque es con los que naturalmente deberíamos estar. Todo eso fortalece a Lacalle, porque si nos ganó juntos, separados no le vamos a ganar.
“Uno de los problemas que tenemos es que la gente no distingue entre gobierno y oposición. Somos los políticos y la gente nos dice ´hagan algo´”.

En este contexto, ¿hay un optimismo exacerbado por parte del sector Todos?
Primero, con legítimo derecho piensan que van a ganar la interna. Por otra parte, todos los que en algún momento pensamos un año y medio antes que ganábamos la interna, la perdimos. Esa es la estadística. Todavía falta mucho. En estos tiempos de la inmediatez, falta más que antes todavía. Muchísima gente define su voto en los últimos cinco días, y eso aplica para la interna, pero también para la nacional. Si la interna la gana Larrañaga bárbaro, pero si gana Lacalle Pou yo estaré allí. Lo que tenemos que mirar es cómo le ganamos al FA y cómo atraemos a los desencantados, que se desencantaron del Frente pero que antes se habían desencantado de nosotros y por lo tanto ahora están desencantados de la política. Ahí hay un gran desafío, porque esos son los que van a definir la elección.

¿La campaña Vivir sin miedo es una forma de acercarse a la gente? ¿Una oportunidad para captar a esos desencantados?
Uno de los problemas que tenemos es que la gente no distingue entre gobierno y oposición. Somos los políticos y la gente nos dice "hagan algo". Lo que está haciendo Larrañaga es hacer algo. Y ese algo es la manera democrática, civilizada y pacífica de prender cubiertas y hacer humo. En vez de protestar de un modo inconducente, es tomar la lapicera y decirle al gobierno "te firmo en la cara". Eso es lo que está haciendo la gente. No nos pregunta mucho qué significa, no se pone a debatir con la academia las cuatro propuestas que tenemos. Lo que dice es "deme la lapicera porque hay que hacer algo'. Pero además va generando en Larrañaga el posicionamiento de un liderazgo. Eso es muy importante en estos tiempos en los que la gente y el político están lejos. Esto acerca mucho a Larrañaga a la gente.

¿Cuánto de ello se traduce en votos?
No sé si lo votan por eso. Lo que sé es que lo valoran y lo agradecen. Hay un cambio de actitud. No podemos dejar de reconocer que Larrañaga viene de perder dos internas. Recomponer su posicionamiento en la sociedad requiere algunas señales fuertes, requiere acciones como esta. Es lo que la gente quiere ver en un político y por eso creo que Larrañaga con esto recompone su cercanía con la gente, que lo empieza a mirar otra vez. Si después lo votan o no, faltan otros pasos. Y no estamos buscando que lo voten, pero sí estamos aprovechando esta situación para que Larrañaga se reposicione. ¿Por qué no decirlo? Es así. Y tiene derecho, porque aparte los demás lo dejaron solo. Algunos dicen "no firmo" y otros dicen "no firmen". Quiere decir que Larrañaga se está haciendo cargo prácticamente solo de este camino, y que ha ido logrando la desobediencia civil de líderes intermedios que dicen: yo voy a firmar igual. A Larrañaga hay que agradecerle. Salió a la cancha a hacer algo que nadie hacía, y estamos obteniendo buenos resultados.

¿Las propuestas de reforma constitucional no suponen una derechización del sector, que siempre se presentó como la propuesta más al centro del Partido Nacional?
Por eso es Larrañaga el que lo puede hacer, y nadie le puede decir otra cosa. ¿Quién más podría hacer esto? Cualquier otro que hubiera hecho esto en los partidos tradicionales se lo hubieran marcado, pero a Larrañaga no se le dice que se derechizó. Porque tiene una historia defendiendo derechos humanos, posiciones que no las está cambiando.

“No estamos buscando que lo voten, pero sí estamos aprovechando esta situación (el plebiscito por seguridad) para que Larrañaga se reposicione. ¿Por qué no decirlo? Es así”.

¿Pero no lo aleja de un votante con una sensibilidad más progresista?
Ese también es un riesgo, y demuestra que no hay un cálculo electoral. No hicimos encuestas para ver dónde estaba la gente. Es un riesgo, pero también es verdad que en este tema –lo que yo al menos percibo– es que no hay una valoración ideológica. Acá hay muchísimos votantes del Frente que nos piden para firmar. Me parece que no es ideológico el tema, es pragmático. Cuando la senadora Constanza Moreira dice que no vota determinados cambios en el CPP o el FA demora dos años en votar una ley para agravar las penas a los que asesinan a un fiscal o un policía, ¿eso es ser de izquierda? No, eso es ser ciego, es ser una persona que mira todo con un crisol ideológico. Creo que nosotros seguimos siendo progresistas porque lo que queremos es la paz social. Queremos que la gente pueda ir a trabajar todos los días y volver tranquila. No hay derecho humano más importante que el derecho a la vida. Nosotros tenemos que acudir a todos los recursos que tenemos para proteger la vida. Eso es ser progresista. No proteger la vida es no proteger los derechos humanos.

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