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Ibiza: un roce por una de las mecas del ocio

Codiciada en el pasado por los piratas, hoy quienes abordan esta pequeñita isla son los amantes de la música electrónica, el glamour, el buceo y las buenas playas. Un sitio en el que se fusionan la historia de la Edad de Bronce con las últimas tendencias
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20 de febrero de 2015 a las 20:48

Hago tiempo frente al puerto, en una noche preciosa, mientras asisto al desfile, por entre los hoteles de lujo y las palmeras, de variopintos personajes ostentando sus ropas, sus autos último modelo y sus cirugías frente a un suntuoso ejército de yates coronado por un par de cruceros, en muchos de los cuales se escucha el murmullo del alcohol, las copas, las botellas y las risas relajadas. Cecilia, una chica argentina, me recibe en su apartamento casi a la medianoche con pizza con mariscos. Charlamos de la vida, de los viajes, de la gente que no puede dejar de recorrer el mundo.

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Otra mañana de finales de mayo comienza, en los albores de la temporada en que miles de visitantes se dan cita en busca de relax, aguas cristalinas y fiestas inolvidables. Se percibe el clima de puesta a punto. Los precios aumentan; ejemplo de ello son los 20 euros que cobra la pocilga en la que me realojo. Cientos de españoles viajan para conseguir curro. En el mismo avión comienzan a tenderse redes: la necesidad sigue estando latente.

Apenas caminar un poco por entre las casas y edificios de no más de cuatro pisos y ya se siente el efecto de uno de los principales enclaves de la movida electrónica. La propia idiosincrasia del poblado se tiñe de house y trance, que se escuchan en absolutamente todos los lugares, incluso en farmacias, supermercados, ómnibus y tiendas donde se nota que los dueños no son afines a ese tipo de música.

Esta fuerte cultura que hoy es distintiva y viene imponiéndose desde hace más de 30 años convierte a Ibiza en un importante foco donde captar las últimas tendencias musicales, los hits que los DJ presentan y luego se dispararán a los diferentes puntos del planeta, los avances de las modas, las drogas del momento y todo aquello que tenga que ver con una mentalidad sibarita. La ciudad está empapelada de anuncios de megafiestas que se extienden hasta fines de octubre, y en las que se presentarán los DJ más destacados de la escena mundial: David Guetta, Paul Oakenfold, Tïesto, Van Dyk, Loco Dice, Carl Cox, Fat Boy Slim entre otros. Se anuncian conciertos de Sting, Elton John y Lenny Kravitz. Por el alto nivel de la oferta, no resulta raro cruzarse con famosos disfrutando del ambiente que ofrecen las terrazas y clubes de la isla.

Según el ranking 2014 de los mejores clubs del mundo del magazine británico DJ Mag, Space lidera la lista y Pachá ocupa el tercer lugar

Almuerzo estupendamente un lomo de cerdo con tortilla, ensalada y papas, acompañado de una caña, en un precioso lugar alrededor de una plazoleta, en una zona no tan transitada. Feliz, camino un buen tramo acompañado por los 30 y pico de grados que hay en la playa D’en Bossa, situada muy cerca del centro. Me tiendo cerca de uno de los antiguos torreones de seguridad.

El agua está helada pero es supertransparente, de un admirable color azul marino con manchones turquesa. Pasan veleros, surfers y constantes vuelos que van alimentando la isla. La hegemonía de los turistas clubbers es notoria: abundan los italianos metrosexuales, los topless, las tetas operadas, los tatuajes, los musculosos Gijoes de cola ausente que caminan de un lado a otro, rojos como camarón, con margaritas en la mano, y los que venden entradas para los boliches. Como amerita el lugar, me tomo el día muy pero muy relajado.

Ibiza alberga iglesias únicas en el mundo, pues fueron concebidas como fortalezas para repeler el ataque de los piratas, de allí la sencillez de sus trazos ibéricos

Tras una ducha fría doy una vuelta por la zona de Pachá y después paseo por la calle Barcelona, punto neurálgico del ambiente nocturno de la zona portuaria, donde confluyen bares, pubs y tiendas. Prefiero alejarme a una zona de barcitos muy linda cerca del Dalt Vila, con ambiente relajado y sillas de mimbre, llena de hippie chic, y me tomo un par de cañas con dos empanadas.

Zambullirse

De zona comercial marítima de fenicios y púnicos, dos milenios antes de Cristo, 4.000 años después continúa siendo un referente en la circulación de bienes, de lujo esta vez. Prueba de su origen no es solo el cementerio púnico más grande del mundo y el santuario de la cueva de Es Culleram, descubierta en 1907 junto a unas 600 figuras de terracota, que consiste en una gran cavidad que la circulación de agua subdividió en salas separadas por una gran cortina de estalactitas, sino también las afinidades con la cultura, costumbres y gastronomía fenicio-arábigas. Ibiza pasó por manos cartaginesas, romanas, turcas, árabes y bereberes por su importante puerto, y recibió constantes invasiones. Los árabes se asientan en el 902 en Dalt Vila (ciudad alta) y convierten a la mayoría de la población local al islam hasta que las tropas de la corona de Aragón ocupan el castillo en 1235, cuando la población musulmana fue deportada masivamente. Los numerosos ataques piratas que la asolaron dejaron la huella en los refugios de varias construcciones ibicencas, en los torreones defensivos del contorno costero y en las grandes murallas que rodean la parte antigua.

Me encamino por las escalinatas del Portal de ses Taules a la ciudad fortificada, emplazada sobre un cerro y acabada a finales del siglo XVI para proteger la ciudad de los diferentes ataques. Los obuses que cada tanto parecen apuntar a los pequeños islotes son índices de uno de los recintos abaluartados mejor conservados, junto con el de la bella Cartagena de Indias. Llevo mi equipo de jugo y sándwiches para desayunar, y protector solar.

El vagabundeo por angostas, empinadas y retorcidas calles empedradas, casas también de piedra con puertas en arco, túneles, enredaderas, balcones floridos, palomas prendidas del tendido eléctrico son un goce: me hacen acordar al barrio Albaicín, en Granada. Hermosísimo y muy tranquilo.

Me oriento hacia la muralla, coloreada por el óxido y el moho, cuyo heptágono irregular voy bordeando, rodeado de inolvidables estampas del Mediterráneo: las estelas de los yates, el brillo craquelado de las ondas, la lindura de la bahía resaltada por los cactus floridos que crecen en las laderas, hasta desembocar en la catedral. Este macizo medieval de estilo gótico clásico es uno de los puntos arquitectónicos más importantes de la ciudad, a quien preside desde la cima, y se caracteriza por su insigne campanario. A lo lejos, las azoteas tapiadas de aires acondicionados, las sombrillitas, los corrillos de gorras con visera.

Resalta el deslumbrante hotel de lujo Ushuaïa, que organiza fiestas dance al aire libre con espectáculos de trapecistas y bailarines, desde la tarde hasta la medianoche

El paseo por el Dalt Vila es imperdible, no por casualidad ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad, cuya conmemoración ha sido hace 10 días con una gran feria medieval que congrega juglares, artistas plásticos, orfebres, músicos y reposteros. Continúo la caminata bajo el cruel sol del mediodía, visito el antiguo polvorín del siglo XVIII, y arribo a una terraza en la imponente muralla, exactamente sobre el centro, donde están haciendo la prueba de sonido para el cierre del festival de electrónica Ibiza International Music Summit, en el que tocan David Guetta, Will.i.am y Paul Oakenfold, y que hoy abre oficialmente la temporada. Un argentino se me acerca porque me ve con el mate y a cambio de un par de amargos me invita a hacerme pasar por la noche medio clandestino.

Despegando

Me tomo un bus hasta Sant Antoni de Portmany, al oeste de la isla, uno de los 40 balnearios desparramados a lo largo de los 200 km de costa. Camino un poquito hasta la cala y en el camino encuentro un lugar sublime donde como arroz a la cubana, lomo de cerdo con patatas fritas, vino y tarta de fresa; todo por 9 euros. De allí a la Cala Bassa, que es una hermosa playa arenosa muy pequeña, más tranquila, donde me paso la tarde tomando sol y disfrutando del agua particularmente límpida. Me duermo y pierdo el bus de las siete, el último para volver. Decido quedarme un poco más y luego ver cómo me las arreglo. Emprendo camino por un sendero que me dijeron que en 30 minutos me llevaría a Sant Antoni, pero es demasiado lejos. Luego de una hora arribo a Port des Torrent y desde ahí tomo un bus que pasa algunas playas nudistas y me deja en el Café del Mar, apostado en la bahía de Caló Des Moro. Allí cumplo el rito de pedirme un daiquiri y me siento en las gradas, con el resto de la gente, para ver el atardecer acompañado de buena música chill out. Esta práctica ha inmortalizado al sitio con un estilo plasmado en sus casi 60 discos editados con selecciones de música ambiente, a lo largo de sus 34 años de existencia. El espectáculo es memorable. Al volver a Ibiza ciudad, corro al Dalt Vila y allí ubico al porteño que cumple con su palabra y me deja pasar para participar del show de electrónica, de lo mejor que he visto, y gratis, lo cual hace todo más disfrutable aún.

El agua está helada pero es supertransparente, de un admirable color azul marino con manchones turquesa. Pasan veleros, surfers y constantes vuelos que van alimentando la isla

Procesando todo lo mucho que he vivido en las últimas horas, vuelvo a mi horrible hostal de viejos y me duermo. En pocas horas, estaré en la desbordante Barcelona mientras que la isla continuará poniéndose en ambiente con el ritmo vibrante de las bandejas.

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