Por Agustina Amorós
Es el coleccionista de objetos de Coca-Cola más importante de Uruguay. A lo largo de su vida concibió un amor irreversible por la marca, que consume como única bebida desde que tiene 10 años. No bebe alcohol: en su boda, el brindis lo realizó con su refresco predilecto y cuando su hija tenía 1 año ya sabía pronunciar claramente "Coca-Cola".
Años más tarde, mientras paseaba por Punta del Este, Roberto sufrió un infarto cardíaco; cuando los médicos intentaron rasgar su ropa para asistirlo de emergencia, él se negó —ante los ojos atónitos de su esposa— ya que se trataba de una remera de la marca de sus pasiones. Hace diez años comenzó a guardar, tímidamente, objetos relacionados a la firma: al poco tiempo la barbacoa de su casa se desbordaba de botellas, latas y merchandising. Su salud lo obligó a jubilarse antes de tiempo, por lo que dedicó sus días a la afición. Tomó la necesaria decisión de centrarse en botellas y latas; armó un inventario que recuenta cuándo obtuvo cada pieza, en qué año y a qué país corresponde, cuánto dinero invirtió y cómo la obtuvo. Con esa historia entre manos nos abre las puertas de su casa en Parque de Solymar el coleccionista Roberto Arambillet.
En la barbacoa de su casa ubicó estanterías que exhiben prolijamente su colección de latas y botellas. Lejos de restringir o reservarla al movimiento de sus manos, Roberto nos presenta su colección con total naturalidad: nos invita a investigar, mirar y tocar cada pieza. "Me parece feo el egoísmo del coleccionador. A mí me gusta poder compartir, tener la posibilidad de contar y argumentar la historia que hay detrás de cada botella. Trato siempre, en la medida de lo posible, de mantener las puertas abiertas", afirma.
Roberto se convirtió en socio del Club de Coleccionistas de Coca-Cola de Minnesota, el más antiguo de Estados Unidos. "Fue una coincidencia brutal. Tuve que viajar por un tratamiento de salud a Rochester (Minnesota), y allí justamente se encuentra el primer club de coleccionistas de Coca-Cola de Estados Unidos. Mi visita coincidió con la reunión anual y me recibieron fenomenal, fue un intercambio muy significativo para mí. También me pasó, mientras estaba allí, que en la ciudad de Winona se concretó el cierre de una de las fábricas de botellas Coca-Cola. Tuve la oportunidad de asistir a la planta y presenciar la emisión de esa botella por última vez en la historia. Me traje una de recuerdo, firmada por el gerente, se trata de una de las piezas más especiales de la colección", cuenta.
Su pasión lo acompañó en cada etapa de la vida, pero supo manejar el coleccionismo de forma racional. "Una cosa es una afición y otra, muy distinta, es convertirse en alguien que acumula o compra objetos sin valorarlos, gastando cifras considerables por el solo hecho de tenerlos: sin apreciarlos, catalogarlos ni cuidarlos. Más aún con el tipo de colecciones como la mía que son infinitas: no tienen un final determinado, como las piezas de un álbum, sino que se pueden conseguir objetos incansablemente. Es imposible tenerlo todo", dice.
Ese modo de llevar el coleccionismo lo llevó a gestar, en conjunto con Coca-Cola, la idea de generar un espacio donde exhibir la colección. En caso de concretarse esta propuesta, Arambillet trasladaría la colección de su casa a las inmediaciones de Montevideo Refrescos. La simple idea de desprenderse de la colección podría generar tensión en cualquier aficionado. Sin embargo, la iniciativa surge, en parte, por el impulso emprendedor del coleccionista. "El desprendimiento es ideal, porque sería para compartir y hasta se abre la posibilidad de continuar coleccionando. Solo cambia la ubicación, pasaría a un lugar donde lo puede visitar mucha más gente. Me alegra la idea de exponer cada pieza con la información correspondiente, de ese modo los colegios y clientes que visiten la planta, podrán disfrutar y sorprenderse con la cantidad de botellas y la historia que trae cada una de ellas".
Entre los cambios que trajo la nueva era digital, podría decirse que el coleccionismo cabe como un entretenimiento analógico que va cayendo sutilmente en desuso. Roberto invita a transmitir la riqueza de esta práctica a nuevas generaciones. "El coleccionismo es algo muy lindo, ocupa el tiempo de un modo sano que me gustaría invitar a los jóvenes a practicar", comenta.
Entre las claves para introducirse en la afición, resalta la importancia de definir qué se va a coleccionar. "Para pasar del hobby a la colección, es necesario definir cuál es el objetivo y llevar un registro de cada pieza, recopilar la mayor cantidad de información de cada objeto", destaca. Los cuidados y modos de conservación son cruciales y varían según las características de la colección. Hay objetos que se deben guardar a determinada temperatura, donde no reciban luz solar, y estén protegidos del polvo y la humedad. "En mi caso, las latas tienen que cuidarse mucho porque pueden explotar y generar un desorden tremendo" cuenta. La dedicación y el orden están muy ligados a la actividad.
Para mantener el entusiasmo, es crucial plantearse objetivos y tener siempre una pieza en la mira. "Desear piezas es una motivación importante y una gratificación enorme cuando uno las consigue, pero a su vez no hay que desesperar, ni querer tenerlo todo en poco tiempo: coleccionar lleva muchos años". Roberto destaca que el coleccionismo conlleva a que uno se vincule con gente que comparte intereses similares y el intercambio es grandioso.
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