Opinión > Editorial

Incógnitas en el futuro cubano

El abandono de la Presidencia por Raúl Castro este mes no conlleva certezas sobre un mejoramiento en las condiciones de vida de los cubanos
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13 de febrero de 2018 a las 05:00
La resonancia del abandono de la Presidencia por Raúl Castro este mes no conlleva certezas sobre un mejoramiento en las condiciones de vida de los cubanos o algún alivio democratizante en la única dictadura comunista que sobrevive en el mundo occidental.

El retroceso de la economía, la renovada hostilidad de Estados Unidos desde que Donald Trump asumió la Presidencia hace un año y la marcha atrás en muchas de las reformas instauradas por el hermano menor de Fidel plantean incertidumbres sobre lo que ocurrirá cuando deje su cargo el 24 de febrero. Raúl abandona la jefatura del gobierno pero no el poder que controla al país si, como se anticipa, sigue presidiendo el Partido Comunista, árbitro supremo de todos los aspectos de la vida en la isla.

Dados los problemas que aquejan a Cuba, nada autoriza a esperar grandes cambios bajo su aparente sucesor, el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel. Además de la sombra de Raúl, este ingeniero de 57 años nació y se formó bajo el castrismo que ha gobernado Cuba con mano de hierro desde 1958.

La decisión de Trump de endurecer el embargo económico, limitar los viajes y tratar de aislar más a Cuba hizo añicos la flexibilización en las relaciones con Estados Unidos, acordada por Raúl y Barack Obama, que había abierto perspectivas de mayor comercio y fortalecimiento de la deteriorada economía isleña. Apremiado por las dificultades, Raúl ha dado marcha atrás en la modesta apertura a la actividad privada de los cubanos que inició en 2013 y otras tímidas reformas.

Pese a leyes que alentaban la inversión extranjera, ese rubro apenas totalizó US$ 418 millones en los últimos cuatro años. Y aunque pudo renegociar su deuda con 14 países del Club de París, Rusia y México, Cuba enfrenta en los próximos años pagos de US$ 2.600 millones que no tiene.

El impacto mayor de la renuncia presidencial es marcar el ocaso de la dinastía de los hermanos Castro. Desde la muerte de Camilo Cienfuegos, Raúl fue siempre la mano derecha de Fidel. Su influencia fue decisiva en romper con Estados Unidos en 1960, cuando se negociaba un acuerdo de convivencia, y precipitar a Cuba en la órbita de la Unión Soviética.

Convirtió a los desordenados rebeldes de Sierra Maestra en un eficiente aparato militar de 300 mil efectivos, que hasta hoy sigue controlando la producción agrícola, base de la economía, el turismo y las telecomunicaciones. Al igual que Fidel, no vaciló en ordenar fusilamientos, incluso el de militares prominentes del régimen bajo cargos de narcotráfico.

Con el paso del tiempo y desde que sucedió a Fidel en la Presidencia, evolucionó hacia cierto pragmatismo con reformas que ahora han retrogradado bajo apremios económicos y la nueva tirantez con Estados Unidos dispuesta por Trump.

Con 86 años a cuestas, Raúl está lejos del rígido comunismo represivo e intransigente de sus primeras épocas luego del derrocamiento de Fulgencio Batista. Pero la desaparición de los hermanos Castro, primero Fidel por enfermedad hasta su muerte en noviembre de 2016 y ahora Raúl, aunque a medias, no augura mejores tiempos para un pueblo que solo ha conocido privaciones y miseria bajo este nuevo fracaso del comunismo como forma de gobierno.

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