Opinión > Análisis / eDUARDO bLASINA

Jorge Wagensberg, el Hawking catalán

"Conversar es hablar después de escuchar y escuchar antes de hablar. Una mala noticia: la tendencia es hacer trampas en la conversación en aras del prestigio"
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17 de marzo de 2018 a las 05:00
La ciencia está de luto. Y Uruguay debe estarlo también. El fallecimiento del científico más popular del mundo, el admirable Stephen Hawking, a los 76 años, golpea porque parecía que el genial inglés de tanto amor que le ponía al conocimiento era capaz de vencer persistentemente a la muerte que lo acechaba sin éxito desde su adolescencia.

Menos divulgada pero más trágica para Uruguay, dos semanas antes la muerte golpeó llevándose al científico catalán Jorge Wagensberg, a sus joviales 69 años, quien a punto estuvo de construir en Uruguay un museo de nivel mundial. El museo del tiempo, lo que iba a ser tal vez el más importante del mundo en torno a la evolución, estuvo cerca de construirse en la rambla sur de Montevideo.

Wagensberg estaba sano y jovial, era más joven que Hawking, pero claro, el bien sabía que el azar es parte de la biología. Sus reflexiones, que eran tan profundas como abarcativas incluían su propia muerte y lo difícil de predecir el futuro. "Anticipar el futuro es probablemente el segundo oficio más antiguo del mundo. La materia existe desde hace 13.500 millones de años ¿cuánto le queda?, La vida se asoma al planeta hace 3.500 millones de años ¿cuánto le queda? Cataluña ha cumplido mil años ¿cuánto le queda? Yo ya he gastado 65 años de mi vida ¿cuánto me queda?" se preguntaba en uno de sus últimos libros, El pensador intruso.

Opinaba que la consciencia de la muerte significaba un momento clave de la evolución humana y universal."Hace cientos de miles de años, junto al fuego, un homínido se inclina sobre otro que agoniza. Es alguien muy cercano y siente compasión. Sus miradas se clavan la una en la otra hasta que la del yacente se desenfoca y la del sobreviviente se licúa. Entonces este se vuelve hacia la noche estrellada y, por primera vez en toda la evolución, una porción de materia se interroga por ella misma. Poco después tiene lugar un rito funerario. Es el primer indicio de autoconciencia. Quizá fuera un Homo neanderthalensis...fuera quien fuera, en aquel preciso momento ese alguien comprendió que también él iba a morir. Desde entonces la pregunta no ha dejado de planear sobre todo lo humano: ¿qué sentido tiene la existencia?"

Maestro del aforismo, opinaba que esta forma de expresión debía huir del dogma, tener una cierta dosis de humor y ser apropiado para iniciar una conversación. Como estos: la existencia de vida extraterrestre solo tiene dos respuestas posibles y ambas son enormemente sorprendentes.
La verdad en ciencia es, sencillamente, la alternativa más probable compatible con las evidencias disponibles"

"No hay manera de encontrar consuelo frente a la certeza de que un día vamos a morir, ni siquiera en lo bajísima que fue en su día la probabilidad de que llegáramos a nacer".

Wagensberg además de un brillante físico teórico, era considerado de los mayores museólogos del planeta. Opinaba que "la trascendencia de un museo no se mide por el número de visitantes, sino por la conversación que genera" y que "En un buen museo o en una buena exposición se tienen muchas más preguntas al salir que al entrar. El museo es una herramienta de cambio, de cambio individual y, por lo tanto, también de cambio social".

Escribía en ese mismo libro, que "una buena teoría no solo explica lo que ha ocurrido, también explica lo que no ha ocurrido. El megaterio es un mamífero extinto de la megafauna americana, parecido a los actuales perezosos tropicales, pero más alto que una jirafa y más pesado que dos elefantes". Todavía ilusionado con su proyecto uruguayo afirmaba que "en el museo de la ciencia que estamos planeando para Montevideo (2014) se plantea la cuestión de recrear el aspecto que tenía este animal cuando vivía. Pues bien, todas las ilustraciones que se proponen de él, excepto la del brillante paleontólogo Richard Fariña, lo presentan cubierto con una espesa capa de pelo, a la manera de los mamuts. Pero el mamut vivía entre hielos y nieves. Un elefante africano peludo se cocería literalmente en su propia salsa. Así que no hablemos más: el megaterio aparecerá desnudo en el museo..."

En esta semana en que los uruguayos nos hemos enterado que habrá una segunda mesa de trabajo para devolver competitividad, algo que merece celebrarse, cabe recordar a Wagensberg una vez más. "Conversar es hablar después de escuchar y escuchar antes de hablar. Fácil de definir, difícil de practicar. En ciencia todo es conversación: observar es conversar con la naturaleza, reflexionar es conversar con uno mismo, debatir es conversar con mente ajena. Una mala noticia: nuestra tendencia es hacer trampas en la conversación en aras del prestigio personal o la autoestima".

Que estas conversaciones prosperen sería un gran progreso moral para el país, algo sobre lo que también reflexionaba el entrañable catalán, que incluso pone en este libro a Uruguay como un ejemplo de progreso en este sentido. Proponía que el progreso moral se mide por el grado de ampliación del dominio del sentimiento de compasión. Afirmaba que los chimpancés han practicado la compasión por seis millones de años y que hace dos millones de años Homo erectus ya se dedicaba a aliviar las penas de familiares cercanos, curaba enfermos y se entristecían con su muerte.

"Desde hace 12.000 años el Homo sapiens ha ido ampliando los dominios de su compasión hacia los forasteros y los animales. En el siglo V se eliminan las luchas de gladiadores y en el VI comienza a avergonzarse de los espectáculos con luchas a muerte entre animales. La esclavitud no queda abolida oficialmente hasta el siglo XIX y las mujeres ganan el derecho a votar en pleno siglo XX." Incluso ponía a Uruguay como ejemplo de progreso moral.

"En 2012 visité la isla de Lobos, frente a Punta del Este. Las mismas personas que antes mataban los lobos marinos a bastonazos para comerciar con su piel, su grasa y los testículos de los machos, hoy los cuidan y protegen".

Quién sabe que diría si nos visitara hoy. Quién sabe si algún día veremos el museo que soñó con su megaterio desnudo. De lo que no cabe duda alguna es que vale la pena ir a una librería a buscar cualquiera de sus maravillosos libros que el escribió o los de la colección Metatemas que él dirigía.

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