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Juan Andrés Roballo: un hombre al servicio del presidente

El prosecretario es uno de los hombres más fieles a Vázquez. Amigo de su hijo, católico y contrario al aborto, su carrera empezó en una reunión en el Arzobispado
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11 de febrero de 2017 a las 05:00
Empezaba la campaña electoral de 1994 y Tabaré Vázquez intentaba por primera vez convertirse en presidente. Un día visitó la sede de la Iglesia católica, para reunirse con el entonces arzobispo de Montevideo José Gottardi. Acompañado por Mariano Arana –quien todavía no era intendente– y el diputado del Partido Demócrata Cristiano (PDC) Héctor Lescano, dio una charla frente a un auditorio en el que había unos cuantos representantes de la pastoral juvenil. Entre ellos escuchaba un estudiante de Derecho que se llamaba Juan Andrés Roballo, trabajaba en la biblioteca del Anglo y tenía 23 años. A su lado, Mildred Ros, su mujer, con quien compartía una militancia barrial en el Cerro donde se mezclaba la fe y la política.

Una vez que la charla terminó, Roballo y Ros se pararon, caminaron rápido y se presentaron ante Lescano. Le dijeron que querían trabajar en política. El entonces diputado escuchó atento y no lo dudó: situaciones como esa no se presentaban todos los días. Tomó los datos y al día siguiente los llamó el sindicalista Mitil Ferreira para ponerlos a trabajar.

La pareja acababa de ser reclutada por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el domingo siguiente, en menos de una semana, ya daba vueltas en una pequeña camioneta por distintas ferias de Montevideo entregando volantes del Frente Amplio.

Aquella elección la ganó Julio María Sanguinetti por apenas 23 mil votos y el PDC por primera vez en su historia no sacó un diputado, por lo que cayó en una fuerte crisis. "Era un drama, había divisiones internas. Ahí caí yo y me quería afiliar", dice Roballo a las risas, en el piso 11 de la Torre Ejecutiva.
"Recuerdo que me miraban como un tipo raro", cuenta el hoy prosecretario de Presidencia. Esa campaña significó el inicio de una carrera política que 20 años más tarde lo llevó justo al lado de Vázquez y lo convirtió en uno de los hombres más cercanos y fieles al presidente.

El despacho del piso 11 impacta por su enorme ventanal con vista al río. Hay un cómodo sillón donde Roballo suele sentarse a trabajar, pensar o simplemente ordenar sus ideas mientras toma un café y mira al río. De hablar sereno, el prosecretario señala el dique de Mauá y cuenta que justo en esta tarde se encuentra el velero Capitán Miranda en tareas de mantenimiento. Es uno de esos lugares en los que dan ganas de quedarse una tarde entera mirando el horizonte y nada más.

Su escritorio luce bastante ordenado, salvo por algunos recortes de diario que se acumulan en forma algo desprolija. A la vieja usanza, arranca las hojas que le interesan para leer los artículos en los momentos libres.

El presidente no suele aparecer muy seguido por ese lugar, pero está presente en una foto colgada en la pared. En rigor, en los primeros dos años de gestión solo estuvo tres veces en el despacho y Roballo las recuerda perfecto. Lo habitual, claro está, es que él se mueva hasta la residencia de Suárez.
La primera vez que lo visitó, fue de sorpresa. A Vázquez le gusta el orden y Roballo lo sabía. Por eso, en un momento en el que el presidente pidió para ir al baño, el prosecretario emprolijó todo como pudo, porque ese día su escritorio era un caos. La tercera visita fue hace unas semanas y ahí él ya lo esperaba con todo en su lugar. "Está todo más ordenado, mucho mejor", le comentó el presidente, satisfecho.

Roballo juega con un alambrecito mientras habla. "No me gusta sanatear", dice, y cuenta que una vez Vázquez le hizo un par de preguntas sobre un tema que el prosecretario no tenía muy claro y no pudo responder bien. "A partir de ahí, yo estudio antes todos los temas que trato con Tabaré, y creo que él lo sabe. Por eso somos ejecutivos. Cuando te vas a reunir con el presidente de la República, administrás bien tu tiempo", dice convencido. Tanto que ha tenido reuniones de hasta menos de un minuto con Vázquez.

“Cuando te vas a reunir con el presidente de la República, administrá bien tu tiempo. Hemos tenido reuniones de menos de un minuto” Juan Andrés Roballo, prosecretario de Presidencia

Roballo tiene jornadas largas en este despacho, desde las 9 de la mañana hasta al menos las 9 de la noche. Lo cuenta, después hace un silencio y agrega, casi que con vergüenza: "Si el presidente llega a leer eso, no le va a gustar mucho, ya lo sé". Y explica que Vázquez es una de las personas que mejor administra su energía física y mental. "Si él hace el cálculo de las horas que estoy acá, no le va a caer bien. Porque es médico, no dejó de ser científico", admite.

Una vez estaba en su oficina a eso de las 10 de la noche, atento a una negociación con la bancada oficialista. Vázquez lo llamó y escuchó demasiado silencio del otro lado. Era obvio que no estaba en su casa.

–¿Dónde estás vos? –le preguntó.
–Estoy acá en la torre, Tabaré. Pero ya me estoy yendo, ¿eh?
–Andá para tu casa, andá para tu casa –le respondió el presidente, casi como un consejo que podría darle un padre a su hijo.

Del Cerro al Prado

Nació en Las Piedras pero se siente del Cerro –se mudó allí a los 6 años de edad– y le encanta decirlo.
De chico vivía en la calle Inglaterra, a dos cuadras de la playa. Su padre –marino militar primero y marino civil después– trabajaba en el dique del Cerro. Su madre era ama de casa y "tejía para afuera".

Su primer trabajo, a los 17 años, fue de peón en una curtiembre en la esquina de su casa. Luego trabajó de fletero y de bibliotecario, mientras estudiaba Abogacía.

Se casó a los 22 y se mudó a unas cuadras nomás, a la esquina de Grecia y México frente al liceo 11, donde había conocido a su mujer Mildred, a quien llama Milly. El matrimonio ya lleva 24 años.
Al mes de haberse casado, ella quedó embarazada aunque eso no estaba en los planes. "Cuando nació Francisco, mucha gente contó para atrás, pero sobraba un mes", dice, y larga una risotada. "Ser padre a los 22 fue todo un shock", cuenta.

Los dos pensaban formar una familia grande y así fue: hoy tienen cuatro hijos. Roballo aclara que eso no tiene nada que ver con su formación cristiana. "Nosotros estábamos bastante ideologizados", explica. "Veíamos que nuestros amigos hablaban de tener hijos después de comprar el auto, la casa y otras comodidades. A nosotros nos parecía una visión demasiado materialista".

Eso sí, él tenía una actividad religiosa intensa y su parroquia de referencia era administrada por los franciscanos. Hoy es menos constante: no va a misa todos los domingos y lo deja para ocasiones especiales, como Pascua o Navidad.

“Ambos somos del PDC, católicos, cuatro hijos cada uno y muchas coincidencias ideológicas. Tenemos muy buen diálogo y confianza mutua”, Álvaro Vázquez, hijo del presidente

La familia está presente en su escritorio con una foto algo desactualizada del cumpleaños de 15 de Clara, la segunda hija, que ahora tiene 18. También están María (11 años), Manuel (15) y Francisco, quien ya tiene 23 años. Se recibió de psicólogo y "se va a ir a cortar kiwis a Nueva Zelanda para bancarse un posgrado", cuenta el padre, orgulloso.

Hoy, los Roballo viven en la calle Lugano en el Prado, a 50 metros del Jardín Botánico y a unas pocas cuadras de la casa de su jefe, Vázquez.

¿La política o el derecho?

Roballo con Vázquez
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A los 24 años entró a un estudio jurídico y también empezó a colaborar con el Instituto de Estudios Sociales y Legales del Uruguay (Ielsur), una ONG que se dedica a la defensa de los derechos humanos. Allí entró gracias a Francisco Ottonelli, a quien Roballo considera su "padre político".

Es un histórico dirigente del PDC que dirigió Ielsur y la revista demócrata cristiana Opción. Hoy es el embajador uruguayo en el Vaticano y desde Roma cuenta a El Observador que el prosecretario era un "joven cristiano" con "ideas claras y muy formado".

Dice Ottonelli que "Juan no buscó la política, la política lo buscó a él".
En la legislatura que arrancó en el año 2000 se convirtió en asesor de la bancada de Alianza Progresista. Cinco años después llegó a la Cámara de Diputados gracias a que Víctor Rossi dejó su banca para ir al Ministerio de Transporte y Liliam Kechichian fue al de Turismo. El siguiente en la lista de Alianza era él.

En esa época se había independizado como abogado y ya tenía su propio estudio jurídico especializado en el área laboral, en un entrepiso del Palacio Salvo. Defendía a sindicatos, trabajadores y organizaciones sociales pero debió optar: la política o el derecho. Y, como otras veces en su vida, su mujer fue clave en esa decisión. "Juan, tenemos que definirlo ahora: cerrás el estudio o dejás la política", lo aconsejó. Y Roballo se quedó con la banca.

No fue un legislador de esos que hacen ruido y salen seguido en la tele. Todo lo contrario. El exdiputado del MPP Álvaro Vega, por ejemplo, lo recuerda como un diputado "buen compañero" pero de muy bajo perfil. Y dice que por eso mismo, porque no destacaba, no lo imaginaba llegando a un cargo importante. "Pero en el fondo el rol de prosecretario debe ser ese, con un perfil bajo, y no de estrella de cine", dice Vega, en una clara alusión al prosecretario anterior, Diego Cánepa, quien tenía una impronta más mediática.

Desde hace 10 años vive en el Prado pero hay rituales que no pierde: muchos viernes va a buscar "la mejor pizza de Montevideo" al bar Ramcer en la calle Grecia, en el Cerro. Hace unos meses subió a su cuenta en Instagram una foto con "el Hugo", el pizzero.

Roballo Pizza
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Durante sus años de legislador, Roballo estuvo involucrado solo una vez en una situación polémica: cuando en 2008 se votó la ley de salud sexual y reproductiva, que despenalizaba el aborto. Aquella vez votó en contra del proyecto, utilizando argumentos filosóficos, biológicos y religiosos. La ley igual fue aprobada, aunque luego Vázquez vetó los artículos que legalizaban la interrupción del embarazo.

"Tengo un buen recuerdo de aquel día, aunque fue un momento tenso y quedé marcado", dice hoy.
Muchos lo etiquetaron como el diputado católico, una suerte de bicho raro en el Frente Amplio.

La amistad con el hijo del presidente

¿Y cómo llegó a ser un hombre de confianza del presidente? Vázquez tenía referencias de él, pero hay un factor casi decisivo: era amigo de su hijo Álvaro.

Hace unos 10 años los había presentado Mario Cayota, expresidente del PDC y exembajador uruguayo en el Vaticano.

"Ambos somos del PDC, católicos, cuatro hijos cada uno y muchas coincidencias ideológicas", dice Álvaro Vázquez, y cuenta que hoy suelen hablar seguido de política, más allá de las charlas habituales entre amigos. Además, algunos de sus hijos fueron compañeros en el colegio Maturana.
"Tenemos muy buen diálogo y confianza mutua", cuenta Vázquez.

Cuando se le pide referencias sobre Roballo, el hijo del presidente solo responde con elogios: "Es un hombre inteligente, serio, estudioso y muy responsable. Pocos actores políticos han tenido la oportunidad de desarrollarse en diversos ámbitos del quehacer político y han salido ilesos y fortificados".

¿Cuánto incidió esta amistad? Álvaro Vázquez dice que su amigo era un candidato natural y que él lo único que hizo fue acercarle el teléfono a su padre. Incidió sí, pero "muy poco", afirma.
Roballo, mientras, está convencido de que el presidente tuvo "información adicional" y se apura a aclarar que, aunque Álvaro no lo diga, él fue "fuente de información".

De hecho, en los días previos a su designación el hijo del presidente le envió algunas señales a su amigo. "Mirá que vos vas a trabajar mucho, preparate", le decía.

En 1997, Juan Andrés Roballo fue coautor, junto a otros integrantes de Ielsur, del libro El Uruguay de los 90, entre políticas sociales y políticas criminales. Allí se denuncian, entre otras cosas, “detenciones ilegítimas y arbitrarias, razzias” y tortura de parte de la Policía

En la campaña de 2014 integró el comando electoral y también un comando más chico, con el círculo más cercano al presidente, donde estaban Miguel Toma (que se convertiría otra vez en secretario de la Presidencia), Álvaro García (luego director de la OPP), el secretario privado Eduardo Bandeira y la secretaria Nancy Rey.

Lescano, el hombre que lo reclutó en el Arzobispado en 1994, dice que Roballo ocupa hoy un lugar clave en el gobierno por su "larga trayectoria y por sus condiciones políticas e ideológicas". Pero enseguida agrega, muy seguro: "Y por su vínculo estrecho con Álvaro Vázquez".

Marihuana, tormentas y seguridad

Roballo es el vocero del gobierno en temas como la regulación de la marihuana y las actuaciones del Sistema Nacional de Emergencias, que competen directamente a la Prosecretaría.
Pero también ha tenido un perfil alto en otros asuntos, quizá porque el secretario de la Presidencia, Miguel Ángel Toma, casi no realiza declaraciones públicas. Así, por ejemplo, tuvo un rol importante en las reuniones interpartidarias por seguridad que se celebraron el año pasado. Y en los próximos meses deberá colaborar en la articulación con la bancada oficialista, en un año clave con una Rendición de Cuentas que corre riesgos, ya que el Frente Amplio perdió la mayoría en la Cámara de Diputados.

Una noche de estrés

Juan Andrés Roballo fue designado inspector general de Trabajo en el gobierno de José Mujica, gracias a su experiencia como abogado de sindicatos. Allí debió manejar algunos temas complicados. Por ejemplo, sancionó a la empresa Fripur –cuyo dueño, Alberto Fernández, era amigo del presidente– por represión sindical. Pero el momento más delicado de la gestión, según recuerda el entonces ministro de Trabajo Eduardo Brenta (hoy director de la IMM), fue cuando un trabajador de Montes del Plata se cayó de una torre en la planta de Conchillas y murió, a inicios de 2013. La empresa limpió la escena antes de que llegaran los inspectores del Ministerio de Trabajo y el Sunca hizo fuertes cuestionamientos a la cartera.

Brenta recuerda que esa vez estuvieron un día y medio dentro del ministerio para solucionar la crisis que se desató: “Me quedó grabada la tranquilidad del tipo esa noche de estrés, cuando una inversión millonaria estaba en riesgo”.


CV

Profesión: Abogado
Cargo: Prosecretario de Presidencia
Nacionalidad: Uruguaya
Edad: 46
Estado civil: Casado con Mildred Ros
Hijos: Francisco (23), Clara (18), Manuel (15) y María (11)
Hincha de Rampla y Peñarol

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