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Miguel Arregui

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Keynes murió de estancamiento e inflación

Una historia del dinero en Uruguay (XXII)
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07 de marzo de 2018 a las 05:00

El tipo de propuestas que se atribuyen, no siempre con justicia, a John Maynard Keynes —activismo estatal en procura de equilibrar las acciones privadas, y dinero fácil para crédito o para cubrir déficits— eran música para los oídos de muchos políticos. Al fin gobernar no sería un asunto tan paciente y laborioso. Había atajos para llegar al Paraíso.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el avance del estatismo tenía múltiples fuentes para abrevar: el planeamiento militarista de los países en guerra, el colectivismo comunista, el corporativismo fascista, y el neo-mercantilismo de inspiración keynesiana. La Guerra Fría le agregó un toque siniestro.

Keynes sirvió de excusa para estimular la burocratización de muchas economías occidentales, ciertamente, y los afanes dirigistas. Pero, en su descargo, puede decirse que jamás pudo imaginar la liberalidad con que se tomaría sus consejos el Banco de Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial (o los gobernantes uruguayos a partir de Gabriel Terra).

Una legión de intérpretes de lord Keynes en todo el mundo facilitó el envilecimiento de las monedas: la ruptura del vínculo entre la cantidad de dinero y el nivel de precios.

De hecho, Keynes no propuso todas las cosas que se le atribuyen. Su idea era que el empujón dado a la economía con un mayor gasto público, déficit fiscal y emisión de moneda nueva debía ser compensado en los momentos de auge y de inflación con la contracción monetaria y el superávit fiscal. En resumidas cuentas: aumentar rápidamente la acción gubernamental y el gasto en los momentos malos con lo que se ahorró durante los momentos buenos. Naturalmente que la enorme mayoría de los gobiernos adoró la primera recomendación sin haber cumplido con la premisa de ahorrar en tiempo de vacas gordas. Es políticamente más fácil ser pro-cíclicos: gastar en los momentos buenos, de alta recaudación, y luego Dios proveerá —o que se haga cargo el próximo gobierno—. En el largo plazo estaremos todos muertos.

Una legión de intérpretes de lord Keynes en todo el mundo facilitó el envilecimiento de las monedas: la ruptura del vínculo entre la cantidad de dinero y el nivel de precios. Para ellos, el ahorro dejó de ser una virtud, los ciclos económicos eran evitables y los gobiernos tenían mucho más poder para la felicidad pública de lo que hasta entonces se había creído.

La magia se agotó

Keynes fue uno de los ideólogos del sistema monetario de postguerra (Bretton Woods), y de la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, aunque debió ceder ante el poderío del dólar estadounidense, que se transformó en la moneda universal. Murió joven, en 1946, sin ver los resultados de sus propuestas, aunque a tiempo para comprobar la quiebra de Gran Bretaña y su imperio tras pelear dos guerras mundiales en tres décadas.

Luego la magia del keynesianismo se agotó. Escapar a la condición humana tiene un precio. En el largo plazo todos los Estados relativamente austeros tuvieron mucho mejor desempeño que los más pródigos, que sucumbieron entre grandes deudas y sangrientos ajustes.

Milton Friedman, un destacado intelectual y economista estadounidense, ganador del premio Nobel y pope del liberalismo y cuestionador del keynesianismo, escribió en 1958: "La meta de un alto grado de estabilidad económica es indudablemente atractiva. Pero desgraciadamente nuestra capacidad de lograrla es limitada; ciertamente podemos evitar las fluctuaciones extremas; no sabemos lo suficiente para evitar fluctuaciones menores; el intento de hacer más de lo que está en nuestro poder constituye en sí mismo una perturbación que bien puede aumentar la inestabilidad, antes que disminuirla".

El ciclo del kenesianismo murió de estanflación (una combinación de estancamiento con inflación) entre fines de la década de 1960 y la de 1970. En 1976 el primer ministro británico James Callaghan, un laborista, quien también había sido ministro de Hacienda, resumió el desencanto hablando ante los líderes de su partido: "Solíamos pensar que siempre podríamos salirnos de una recesión gastando dinero y aumentar el nivel de empleo rebajando los impuestos y expandiendo los desembolsos. A fuer de sincero, les aseguro que esa opción ya no existe, y que, en la medida que jamás existió, solo funcionó inyectando mayores dosis de inflación en la economía a lo que siguieron siempre mayores niveles de desempleo. Esa es la historia de los últimos 20 años".

El ciclo del kenesianismo murió de estanflación (una combinación de estancamiento con inflación) entre fines de la década de 1960 y la de 1970.

La libra británica, que en 1914 valía 4,866 dólares, pasó a costar 4,03 dólares en 1945, al fin de la Segunda Guerra Mundial. En 1949 se devaluó a 2,7 dólares y en 1967 a 2,4. Luego de una serie de fluctuaciones abruptas, a partir de la década de 1990 la cotización permaneció muchos años en el eje de 1,6 dólar por libra. Y luego del "Brexit", el voto a favor de abandonar la Unión Europea, cayó a 1,3-1,4. Es toda una alegoría de la decadencia de un imperio.

Restauración conservadora y derrumbe del socialismo

El paro con inflación estuvo en la base de la restauración conservadora que significó en Gran Bretaña el ciclo de Margaret Thatcher, iniciado en 1979, y en Estados Unidos la era de Ronald Reagan, a partir de 1981. Entonces los países de mayor peso económico trataron de regresar a la vieja regla: la cantidad de dinero se expande cada año a una tasa similar a la que crece el producto bruto en el largo plazo, y no mucho más. No siempre la cumplieron, pero la tenían más clara que nunca, debido a una larguísima experimentación.

Inflacion Arregui 1965 - 1990.jpg

El gasto público, y la seguridad social, y todos los planes sociales podrían expandirse o contraerse, según resolvieran los ciudadanos; pero para financiarlos habría que producir mucho y recaudar impuestos genuinos, como siempre. El atajo tramposo de la inflación tarde o temprano destruía el sistema.

Paralelamente, las naciones de vanguardia socio-económica realizaron grandes reformas pro-mercado y anti-estatistas. Gran Bretaña bajo Thatcher y su "capitalismo popular", pero también Alemania, Japón y otros países se desprendieron de empresas púbicas —bancos, ferrocarriles, compañías aéreas, energía eléctrica, combustibles, teléfonos— y transfirieron centenares de miles de empleados al sector privado.

Tras la caída de los regímenes del "socialismo real" en torno a 1990, los países de Europa del Este iniciaron rápidas y atormentadas transiciones hacia la apertura económica y política. "Madre, ¿crees que ellos lanzarán la bomba?", cantaron Roger Waters y Sinead O'Connor ante las ruinas del muro de Berlín en el verano de 1990. Ya era sólo conmemoración y festejo.

Después de resolver la sucesión de Mao Tse Tung, quien murió en 1976, China acabó con los resabios de la "Revolución Cultural" y abrió su economía al modo capitalista y al comercio internacional, con resultados formidables. Algo similar hicieron luego sus vecinos y rivales: India y Vietnam, que no deseaban quedarse atrás. Gobiernos autoritarios con sistemas económicos basados en la iniciativa personal: la fórmula que antes había enriquecido a los "tigres asiáticos".

El centro de gravedad del comercio mundial se desplaza hacia Oriente. El futuro es inimaginable.

Próxima nota: El sistema monetario de Bretton Woods, los "años felices" del neobatllismo, la burocratización y el declive

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