Fareed Zakaria

Fareed Zakaria

La adopción de Trump de un mundo postamericano

Trump afirmó: "En Estados Unidos, no buscamos imponer nuestro estilo de vida a nadie"
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28 de septiembre de 2017 a las 11:55
El discurso del presidente Trump a las Naciones Unidas se transmitió muy bien. Sin embargo, fue una extraña mezcla de temas y tonos, en el cual en partes celebró la realpolitik pero luego afirmó la importancia de la libertad y la democracia. No obstante, hubo un tema principal: la aceptación del nacionalismo. Y al aceptarlo, Donald Trump hizo algo inusual, tal vez único para un presidente estadounidense: alentó, incluso adoptó el ascenso de un mundo postamericano.

En primer lugar, la mezcla. Al principio de su discurso, Trump afirmó: "En Estados Unidos, no buscamos imponer nuestro estilo de vida a nadie". Pero luego, unos pocos minutos después, Trump procedió a castigar a Corea del Norte, Irán, Venezuela y Cuba por sus sistemas políticamente antidemocráticos, y demandó virtualmente que todos se conviertan en democracias liberales al estilo occidental.

El peligro de este tipo de elevada retórica consiste en que ha sido aplicada selectivamente, por lo que es vista como cínica por el resto del mundo, como una manera de disfrazar el interés propio estadounidense. Trump llevó esta hipocresía a un nuevo nivel. Denunció a Irán por su falta de libertades y casi al mismo tiempo realizó una mención favorable de Arabia Saudita. Bajo cualquier criterio (derechos políticos, tolerancia religiosa, libre expresión), Irán es una sociedad mucho más abierta que Arabia Saudita, la cual es una monarquía absoluta aliada al establecimiento religioso más fanático del mundo, en donde las iglesias y sinagogas están prohibidas.

La idea central del discurso de Trump fue el nacionalismo. Celebró la soberanía y el nacionalismo con la elección de un extraño ejemplo. Al recoger unas pocas palabras del presidente Harry Truman en apoyo al Plan Marshall, Trump describió ese enfoque a las relaciones internacionales como "hermoso" y "noble". Sin embargo, ¿Acaso alguien puede imaginar a Donald Trump de veras apoyando al Plan Marshall? Fue un programa de ayuda exterior masivo, administrado por burócratas del gobierno para ayudar a los extranjeros a revivir sus industrias, las cuales se convirtieron en competencia para las empresas estadounidenses. Washington gastó, como porcentaje del PIB, prácticamente cinco veces que lo que gastó durante la fase de combate de la guerra en Afganistán, de acuerdo a una estimación. Para lograr que el Plan Marshall funcionase, Washington alentó a las naciones europeas a ceder soberanía económica y crear la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la cual fue el origen de la Unión Europea.
. La frase más significativa del discurso de Trump fue la siguiente, entregada de forma teatral: "Como presidente de Estados Unidos, siempre colocaré a Estados Unidos en el primer lugar, así como ustedes, como líderes de sus países siempre lo harán y deberán siempre pensar en sus países primero".
No obstante, esto es lo que han venido diciendo durante las últimas décadas, países como Rusia y China. Durante los últimos 70 años, el gran debate entre las naciones ha sido entre aquellos que sostenían intereses nacionales limitados y aquellos que creían que la paz duradera y la prosperidad dependían de la promoción de intereses comunes más generales. Lo último, concebido por FDR y apoyado por cada presidente estadounidense desde entonces, es lo que trajo como consecuencia las Naciones Unidas y todas las organizaciones que monitorean y ayudan con el comercio, la industria turística, la enfermedad, el crimen y los asuntos climáticos, entre otros muchos, que se propagan a través de las fronteras y solo pueden ser manejados en un nivel regional o global.

Sin embargo, Donald Trump está cansado de ser el líder mundial. En su discurso, se quejó de que otros países sean injustos en sus acuerdos con Estados Unidos, y que de alguna manera la nación más poderosa del mundo, que domina casi todo foro internacional está siendo maltratada. Su solución, una vuelta al nacionalismo, sería bienvenida afectuosamente por la mayoría de los protagonistas mundiales, Rusia y China, pero también por países como India y Turquía, que tienden a actuar sobre la bese de sus intereses particulares. Por supuesto, eso significará una impresionante aceleración del mundo postamericano, aquel en el cual estos países moldearán políticas e instituciones, descaradamente para su propio beneficio en vez de alguno más general.

Trump protestó también sobre el hecho de que Estados Unidos paga el 22 por ciento del presupuesto de las Naciones Unidas, que en realidad es apropiado ya que es aproximadamente equivalente al porcentaje de Estados Unidos de PIB mundial. Si él disminuyera el apoyo estadounidense, tal vez se sorprendería de cuán rápido un país como China vendrá a llenar la vacante. Y una vez que lo haga, China dominará y moldeará a las Naciones Unidas, y a la agenda mundial, tal como lo ha hecho Estados Unidos durante siete décadas. Quizás los chinos sugieran que la sede de la organización sea trasladada a Beijing. Ahora que lo pienso, liberaría acres de tierra en el East River, donde Donald Trump podría construir unos cuantos condominios más.

La dirección electrónica de Fareed Zakaria es [email protected].

© 2017, The Washington Post Writers Group

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