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La agricultura jugada a la soja

Luego de una zafra de cultivos de invierno adversa, todas la fichas son para la oleaginosa
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21 de diciembre de 2017 a las 05:00
Por Blasina y Asociados, especial para El Observador

Impulsada por una insaciable demanda de Asia, la soja arranca una zafra difícil en la que va por confirmarse como el salvavidas de la agricultura uruguaya, el rubro capaz de dar un cierto margen al conjunto de los sistemas productivos y permitir así que los cultivos de secano permanezcan como un rubro de exportación.

La persistencia del aumento de las compras de China da alguna certeza básica y sigue estimulando a que la producción mundial aumente, aunque en Uruguay y en todo el Mercosur parece difícil repetir los rendimientos excepcionales del año pasado y, por lo tanto, con áreas similares a las del año pasado la producción bajará.

La soja no solo es por lejos el principal cultivo de Uruguay con más de un millón de hectáreas. Ha sido el sostén de una agricultura frágil desde que terminó el súper ciclo de las materias primas en 2013. Y por dos veces estuvo a punto de caerse todo: una con las lluvias de abril de 2016 y otra con la sequía que amagaba a instalarse hasta las lluvias del fin de semana pasado.

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La cosecha 2016 pudo ser catastrófica si hubiesen continuado las lluvias por dos o tres días más. Tras esa adversidad, que llevó el rendimiento promedio a menos de 2.000 kilos por hectárea y generó costos de comercialización, la zafra del año pasado era a ganar o abandonar.
Con clima ideal y cultivos que se hacen cada vez más prolijos hubo rendimiento récord –por encima de 3.000 kilos– por primera vez en la historia y, con un área algo menor a la de años anteriores, se logró producir 3,4 millones de toneladas.

Además, se implementó un protocolo exigente que generaba enormes dudas y algunos costos adicionales con la esperanza de que sea valorado como diferenciación de producto en el futuro.

Aún con rendimientos récord el endeudamiento sigue creciendo, hay contratistas esperando cobrar trabajos realizados hace meses y las esperanzas están puestas en que otra cosecha buena permita que la agricultura siga andando. Por lo tanto esta es otra zafra en que se juega muchísimo para que la agricultura sobreviva a la espera de una mejora en la competitividad o de los precios internacionales que por ahora no se ve en el horizonte.

De acuerdo al modelo de márgenes de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), es de los pocos rubros que muestra una cierta mejora, pero que no es suficiente porque contrasta con los resultados de la fase invernal de la agricultura. En el trigo las pérdidas se repiten por segundo año consecutivo.

Según las estimaciones que presentó esta semana la ARU, la hectárea de soja, previo al pago de la renta, estaría dejando un margen de US$ 347 por hectárea al cierre del ejercicio 2017, pero la de trigo deja una pérdida de US$ 29, que es de todos modos mejor al del año previo en el que la pérdida había sido de US$ 100 por hectárea. Un margen que tras pagar por el precio de la tierra queda en cero.

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Los números de la soja


Como en el caso de otras materias primas, el precio de la soja va en gradual mejora y el margen ha subido. Tras generar un ingreso neto promedio de US$ 230 en 2015, pasó a US$ 266 en 2016 y US$ 347 en el cierre de la zafra cosechada en este año. Prácticamente el costo de la tierra –y por debajo de eso en los años anteriores–.

Es que la agricultura es variabilidad y riesgo. Pero la soja da un diferencial de estabilidad que es más valorado aún dada la fragilidad de la situación general. Una vez que quede bien implantada tienen una resistencia diferencial a sequías, y el precio se ha estabilizado en un rango estrecho y previsible, que está lejos de los US$ 500 de las épocas de auge, pero que tras derrumbarse sobre los US$ 300 ha pasado a una referencia en el entorno de US$ 350.

De modo que si productivamente logra los 2.500 kilos de referencia que es el promedio nacional habitual, los números cierran muy estrechamente pero permiten que la agricultura siga funcionando.
Se facturan US$ 875 por hectárea, se pagan unos US$ 625 de costo y quedan US$ 250. Dado que el costo de la tierra suele estar por encima, se necesita que los cultivos de invierno hagan un aporte al pago de la tierra, que este año no se ha dado. El objetivo, difícil de alcanzar, es repetir los 3.000 kilos por hectárea de soja obtenidos el año pasado.

Tras las lluvias caídas y las que aparecen por venir en los próximos días, el cultivo zarpa a la aventura de cruzar un verano Niña, más riesgoso que lo normal. Y fallar puede resultar grave financieramente.

En el mismo documento presentado por la ARU este lunes se muestra una situación complicada en lo financiero para el rubro: en octubre de 2010 no había morosidad en la soja, en 2017 pasa a ser el rubro con más créditos vencidos, los que superan el 19%. Cada zafra puede ser la última para muchos productores y contratistas si los rendimientos no son altos. Y la deuda bancaria es considerada aproximadamente la mitad del total del pasivo ya que ha crecido fuerte el financiamiento de empresas proveedoras al margen del sistema bancario.

La cadena de pagos se estira al máximo una zafra tras otra y luego de un mal resultado en trigo y cebada fallar otra zafra sería grave. Tras las lluvias al menos, hay un buen comienzo asegurado. Y los precios, aunque siguen presionados a la baja, tienen una estabilidad como no se ha visto muchas veces. Al súper consumo lo siguen las súper producciones de EEUU y el Mercosur.

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EEUU y China con récord


El mercado asiático ávido por proteínas sigue siendo el gran sostén del mercado mundial de soja y en 2018 China puede llegar a 100 millones de toneladas importadas. Desde no participar del comercio en la primera mitad de los años de 1990 a llegar a 10 millones de toneladas en 2000, el crecimiento ha sido regular y sostenido. Cofco, la empresa de comercio de granos del gigante asiático, estima que las compras de 2018 serán 100 millones de toneladas, mientras que el Departamento de Agricultura de EEUU las proyecta en 97 millones.

Pero también en ese período la producción respondió y Brasil por ejemplo que no había llegado a 80 millones de toneladas producidas hasta 2012, saltó a 114 millones en 2016 y puede estar muy cerca de 110 millones este año. Del mismo modo EEUU viene en un ascenso vertiginoso de su producción, que pasó en cinco años de 82 a superar los 120 millones de toneladas.

Argentina está más frenada por los impuestos diferenciales que persisten respecto a los demás cultivos. Desde un máximo de 61 millones de toneladas producidas en 2015, ha permanecido en 57 millones de toneladas.

La producción adicional que no se coloca se va almacenando, y de esa manera la perspectiva de precios es horizontal. Se pueden aprovechar las pequeñas subas, pero se debe proyectar un precio no lejano a US$ 350 por tonelada tanto para la próxima cosecha como para la de 2019.

Aunque en un año Niña, pasada ya la cosecha de EEUU y con un descenso de producción proyectado para el Mercosur, puede haber espacio para alguna suba, por el momento los cultivos de la región están muy bien y el precio de la oleaginosa no genera sorpresas. Más firme que los cereales, sí, pero en un mercado muy moderado y estable. La diferencia la tendrá que hacer el rendimiento ,y eso en años Niña no es fácil.

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Argentina empieza a bajar impuestos

Cumpliendo tardíamente una promesa electoral que entusiasmó a los sectores rurales, a partir de enero próximo el gobierno de Mauricio Macri empieza a bajar 0,5% la tasa de retención que el gobierno argentino cobra por la exportación del grano de soja y los subproductos. Por lo tanto, de los 30% y 27% que se cobran respectivamente de impuestos a la exportación del grano y sus derivados (harina y aceite) se pasará a una tasa de 24% y 21%, respectivamente. De acuerdo a la Bolsa de Cereales de Rosario eso implica una renuncia fiscal de US$ 1.000 millones. Más allá de eso, el comienzo de esa normalización impositiva también significa que la agricultura argentina seguirá ganando competitividad respecto a la uruguaya, tal como ya sucedió con el trigo y el maíz que fueron, a diferencia de la soja, liberados de inmediato de impuestos a la exportación por parte de la administración Macri.

Siembra de soja
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