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La credibilidad de la economía macrista en su peor momento

Analistas e inversores expresan abiertamente descreimiento sobre planes del equipo económico
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12 de febrero de 2018 a las 05:00
En la City financiera, en las empresas y en las oficinas de los economistas predomina por estos días una sensación de "déjà vu". Es que en poco tiempo se han acumulado señales de alarma sobre parecidos con las pre-crisis del pasado reciente.

La lista de esas situaciones de riesgo impresiona por lo extenso. Entre los principales puntos se destacan: déficit de cuenta corriente que crece aceleradamente y ya se ubica en torno a 5% del PIB. Lo cual es acompañado por el récord histórico de US$ 8.500 millones en el "rojo" de la balanza comercial y una imparable salida de dólares por turismo.

Objetivos de inflación en los que nadie cree y que son ignorados olímpicamente tanto en las negociaciones salariales como en las indexaciones de alquileres y demás contratos de la economía.

Un déficit fiscal duro de bajar que solo se puede financiar con un endeudamiento externo. Y, para colmo, con la perspectiva de peores condiciones para tomar crédito, dada la suba en las tasas internacionales.


De hecho, los bonos argentinos caen mientras los del resto de la región suben y la maldita expresión "riesgo país" vuelve a la tapa de los diarios. Los indicadores positivos que durante 2017 habían entusiasmado al gobierno –los famosos "brotes verdes"– empiezan a dar señales de agotamiento, como se vio en los últimos números de consumo, actividad industrial y en la recaudación impositiva. Por caso, la utilización de capacidad instalada en las industrias cayó a su nivel más bajo en 10 meses.

En, fin, un clima de película ya vista. Tanto que los economistas usan cada vez menos eufemismos para referirse al futuro. Palabras como "choque", "explosión" y "crisis" se repiten en declaraciones periodísticas y reportes de consultoras.

Confianza devaluada

Con todo, el deterioro de los indicadores no parece ser lo peor. Más bien, el cambio más notorio en estos días es una pérdida en la credibilidad de los funcionarios, un fenómeno que empezó a agudizarse desde el "recalibramiento" de metas que fue interpretado por el mercado como un recorte a la autonomía del Banco Central.

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De hecho, esa fue una de las explicaciones que aportaron los analistas para explicar la caída en las cotizaciones de los bonos de deuda soberana, a contramano de las mejoras que se constataban en el resto de la región.

Sin embargo, a la hora de las declaraciones públicas, los funcionarios se aferran a su "cassette" sobre una economía en recuperación y con las variables tendiendo a la estabilización.

Se destacó en ese sentido la displicencia con la que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, tomó el cambio de escenario financiero global tras el retoque de la tasa estadounidense. Para el ministro, el tema no afectará los planes, porque con los bonos por US$ 9.000 millones que colocó en enero, el país arranca el año sin necesidades financieras urgentes.

Pero, como era de prever, muchos le recordaron que las necesidades para este año son de
US$ 30.000 millones. "No está cubierto el programa financiero de todo el año. Están montados sobre la volatilidad", apuntó Marina dal Poggetto, directora de EcoGo.


En tanto, el mercado reaccionó con el pragmatismo habitual: ante las primeras señales de volatilidad, los indicadores bursátiles cayeron y el dólar volvió a ser el refugio, ya definitivamente instalado en torno a los 20 pesos argentinos.

Pero de todas las predicciones de los funcionarios, la que más desconfianza genera es la referida a la inflación. Con un enero que cerrará en torno del 2% según la mayoría de las consultoras privadas, y encima con ajustes tarifarios que recalientan febrero –incluyendo el imprevisto ajuste en las naftas-, ya muchos dan por fracasada la nueva meta del 15%.

Por lo pronto, los sindicatos se niegan a aceptar la cifra como un referente en las paritarias y reclaman, como mínimo, la inclusión de cláusulas gatillo en los convenios. Por caso, en el conflicto de los bancarios, la dirigencia sindical difundió un documento titulado "No somos tontos", en el cual recuerda que el Relevamiento de Expectativas del Mercado –en el cual participan los propios bancos– corrigió al alza su previsión de inflación hasta el 19%.

En ese marco, el funcionario que quedó más expuesto a las críticas fue el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, quien después de haberse ganado fama de "duro" en materia monetaria, ahora bajo una mayor presión política, argumenta que "sobra tasa" a pesar de la evidencia de presiones inflacionarias.


Hay economistas como Jorge Vasconcelos, de la Fundación Mediterránea, que estiman que en abril ya se haya consumido la mitad de la inflación prevista para todo el año y se pregunta por las derivaciones políticas de esa situación. "El tema es que, después del 'fuego amigo' que sufriera el Banco Central en diciembre, ahora es más difícil conjeturar que es lo que haría el gobierno en abril o mayo si se confirmara la existencia de desvíos significativos", afirma Vasconcelos.

Más escéptico aun es Diego Giacomini, director de Economía & Regiones, quien cree que hay riesgo ya no de que la nueva meta inflacionaria del 15% se incumpla, sino que hasta se pueda superar la inflación del 24% registrada en 2017. Su argumento es que el Banco Central incurrirá en un relajamiento de la política monetaria que, para colmo, no redundará en un mayor nivel de actividad productiva.

Las críticas viejas y las nuevas

Curiosamente, empiezan a ser cada vez más parecidas las críticas que se le hacen el gobierno de Macri las que se le hacían al "modelo K". Pocas frases son más gráficas que esta del influyente Miguel Angel Broda: "La "configuración económica elegida por el gobierno ha sido muy exitosa para ganar elecciones, pero tiene complicaciones. Este es un modelo que necesita recalibrarse permanentemente. No quieren tocar la madre de todos los problemas, que es el tamaño del gasto público y el déficit fiscal y, por lo tanto, van recalculando, compensando y emparchando".


Aun así, la preocupación del gobierno no viene de las críticas internas. Tiene asumido que el sector ortodoxo de los economistas siempre verá con malos ojos su negativa a las medidas de shock, así como que los sectores "corporativos" mirarán con desconfianza su agenda de reformas.

Más bien, lo que aflige a los funcionarios es que aquellos en quienes han puesto las mayores esperanzas para el despegue –es decir, los inversores externos– también manifiestan dudas sobre el camino trazado. Lo constató Dujovne en la reciente gira del presidente por Europa y el Foro de Davos, cuando sus interlocutores le echaron en cara la persistencia del problema fiscal y el relajamiento en la lucha antiinflacionaria.

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