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La estrategia de aranceles de Trump: menos guerra comercial y más hagamos un trato

La política del mandatario se parece más a una táctica para el comienzo de una nueva ronda de regateos
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13 de marzo de 2018 a las 05:00

"Como sucede a menudo, el presidente Trump comienza con posturas extremas, luego tiende a modificarlas un poco conforme pasa el tiempo", dijo Marina v.N. Whitman, profesora de negocios y políticas públicas de la Universidad de Michigan.

Por Neil Irwin
New York Times News Service

Cuando el presidente de Estados Unidos Donald Trump proclamó la imposición de aranceles al acero y el aluminio importados, lo presentó como un esfuerzo para manejar el peso económico de su país con la esperanza de lograr mejores tratos con los principales socios internacionales.

Sin embargo Trump, que según los expertos en comercio ha lanzado advertencias sobre que esto podría convertirse en el primer ataque de una guerra comercial global, también mandó una señal diferente. Habrá excepciones entre los países a los que se les apliquen los aranceles, señaló.

El resultado es que los nuevos aranceles parecen más una táctica de negociación –menos como el principio de una guerra y más como el comienzo de una nueva ronda de regateos-.

Después de anunciar que los aranceles se aplicarían a importaciones de todos los países, el gobierno de Trump declaró que no sería así en el caso de Canadá ni de México, con quienes está pendiente la renegociación del TLCAN.

Estas excepciones sugieren que el gobierno estadounidense está buscando usar la amenaza de imponer aranceles al acero y al aluminio como un garrote para obtener mejores tratos con esos dos aliados cercanos —que también son de los principales exportadores de metales a Estados Unidos— en las negociaciones que en su mayoría no están relacionadas para reformar ese acuerdo que data de hace 25 años.
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"Tengo la sensación de que haremos un trato en el marco del TLCAN", dijo Trump cuando anunció los aranceles. "Si es así, no habrá aranceles para Canadá y tampoco para México".

El presidente también dijo que se podría invitar a otros países a negociar con el representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, en caso de que estos quisieran hacer tratos especiales y particulares para evitar los aranceles. Esto da pie a la posibilidad de que aliados como Corea del Sur o la Unión Europea puedan esquivar los aranceles si hacen las concesiones suficientes.

"Esa es la parte de esto que parece un chanchullo de extorsión", dijo Phil Levy, miembro sénior del Consejo de Asuntos Globales de Chicago, quien trabajó en cuestiones comerciales en el gobierno de George W. Bush. "Qué linda industria del acero tienen: sería una pena que algo le sucediera".

Eso contrasta con el fundamento legal para los aranceles. Trump invoca una sección de la ley comercial que permite al presidente tomar acciones con el fin de proteger la seguridad nacional. El gobierno de Trump ha argumentado que al subsidiar la producción de acero y aluminio, otros países, en particular China, han minado la producción nacional de metales de maneras que podrían hacer vulnerable a Estados Unidos en caso de una guerra.
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Haciendo de lado el aspecto legal, el hecho de que Trump esté indicando que los aranceles serán negociables para cada país, en lugar de quedar grabados en piedra, reduce el riesgo de que esto se convierta en el principio de una guerra comercial sin cuartel en la que las bases mismas del comercio global queden amenazadas.

"Los países se pondrán contentos; mostraremos una gran flexibilidad", dijo Trump el jueves, lo que contrasta con su mensaje en Twitter del fin de semana pasado en el que sostenía que las guerras comerciales son "buenas y fáciles de ganar".

Desconcierto en expertos

La mezcla de fanfarroneo y apertura a las concesiones es congruente con un patrón perdurable evidente en la carrera de Trump en los negocios. Aún así, lo que está en juego ahora es la economía global y no un trato de bienes raíces, lo que desconcierta a los expertos en el tema.

"Pero dada la importancia de las relaciones entre los aliados, incluso estos ligeros toques y discusiones de ojo por ojo son bastante perturbadores", reconoció.

Ciertamente es posible que esto aumente en espiral hasta convertirse en un conflicto comercial más amplio que involucre aranceles más altos en todo tipo de bienes y servicios, así como en un desensamble de los arreglos comerciales construidos durante décadas.

No obstante, hasta ahora el patrón del gobierno de Trump ha consistido en que primero el presidente adopta una postura audaz y agresiva, pero luego cede cuando los abogados y economistas de su gobierno le dan los detalles de las políticas.

Eso hace surgir la posibilidad de que haya un periodo extenso de tensión mundial respecto del comercio, con estallidos ocasionales sobre los aranceles u otras restricciones a productos individuales, pero no el tipo de guerra comercial de la década de 1930, cuando los países competían para bloquear sus importaciones. O, como lo describe Terry Haines, director administrativo de Evercore ISI: "sin guerra comercial, pero también sin paz comercial".

Eso se debe en parte a que las palabras del presidente chocan una y otra vez con la realidad geopolítica.

Un problema

Un gran problema para el gobierno es que los países que exportan los volúmenes más altos de acero y aluminio a EEUU también son algunos de sus aliados estratégicos más cercanos. Al tomar una postura estricta respecto de los aranceles al acero, ostensiblemente para proteger la seguridad nacional, el costo puede ser alejar a algunos de los socios militares y diplomáticos más cercanos.

Canadá es el mayor exportador de metales a Estados Unidos. Otro exportador importante es Corea del Sur, que desempeña un papel diplomático clave en el intento de resolver las tensiones con Corea del Norte. China es un exportador relativamente pequeño de acero y aluminio a Estados Unidos.

Así mismo, en su búsqueda de una reforma al TLCAN, su impulso para romper lo que el presidente ha llamado un trato terrible para Estados Unidos ha quedado refrenado por la realidad de que los intereses agrícolas de EEUU se benefician de las exportaciones a México. Además, la industria automotriz de EEUU depende de una cadena de abastecimiento que cruza las fronteras tanto con México como con Canadá.

Eso no significa que las amenazas basadas en la seguridad nacional necesariamente conduzcan a tratos del TLCAN más agradables para los intereses estadounidenses. Los negociadores canadienses y mexicanos estarán renuentes a dejar que la estrategia funcione. Si ofrecieran concesiones a cambio de evitar los aranceles a los metales, temerían sentar un precedente.

"Creo que es alentador que haya pasado de 'no habrá excepciones' a estar dispuesto a negociar", dijo Whitman. "Pero es una especie de extorsión".

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