Eduardo Espina

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La felicidad de que construyan un rascacielos en Uruguay y los nervios que provoca en algunos

Una torre de 67 pisos que pesa sobre la nostalgia
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06 de junio de 2018 a las 04:45
A primera vista, considerando los comentarios de los lectores a las notas publicadas en este diario sobre el tema en días recientes, algunos uruguayos temen a los edificios altos o bien estos los ponen nerviosos, sobre todo si van a ser construidos en ciertos santuarios del paisaje nacional, como es el caso de Punta del Este.

Frente a una de las mejores playas de este balneario, donde había un hotel histórico que en su última etapa representaba la decadencia en estado puro (pude constatarlo), seguramente se erigirá una torre de 67 pisos, que superaría al Costanera Center de Santiago de Chile, el cual tiene 300 metros de altura. Por lo tanto, el ambicioso proyecto del arquitecto compatriota Rafael Viñoly deberá tener algún otro metro hacia arriba para convertirse en el edificio de mayor altura de Sudamérica.

A la gente que gasta dinero le encantan los edificios de mucho tamaño junto al mar. Miami, Cancún y Acapulco, son ejemplos al respecto. Ver el amanecer desde una habitación en el piso 50 de un hotel frente al mar es una experiencia estética poderosa, de mayor intensidad visual que despertarse en una oscura cabaña bajo los pinos. Y perdón que exhiba sin pudor una empatía posmoderna con la realidad. Me emocioné más subiendo al último piso del Empire State, que visitando al Machu Pichu. Por lo tanto, estoy a favor de la construcción del edificio de Viñoly. Todavía más, la celebro. Cuando leí la noticia en este mismo diario, sentí una rara felicidad, parecida a la que tuve cuando me enteré que a la vuelta del apartamento donde vivía iban a construir un megasupermercado.

"Todo cambia", canta Mercedes Sosa, por lo tanto, si en esta vida todo cambia, también Punta del Este debe cambiar. Aferrarse a la nostalgia de un tiempo pasado o fundar las críticas en el diseño del proyecto, solo aporta subjetivos fuegos artificiales a la discusión. Tampoco estoy tan seguro de que un edificio alto vaya a arruinar la zona, como creen algunos. Puede haber una perfecta integración entre naturaleza y progreso. El portento arquitectónico no se opone ni arruina las bellas puestas de sol. Quizá el confort y la estética de pasado mañana nada tendrán que ver con la actual, y eso está muy bien. Habría que verlo de esa manera.

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