La gran muralla uruguaya con China

La semana pasada se desarrolló en Punta del Este la XI Cumbre China - LAC. Se trata de una cumbre anual organizada por el Consejo Chino para el Fomento del Comercio Internacional (Ccpit) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Las reuniones se realizan de forma ininterrumpida desde el año 2007 y fueron incluidas en el plan de trabajo de cooperación definido por el Grupo Celac-China.

Una de las sesiones plenarias trató el tema "Desarrollo y Cooperación en Infraestructura entre China y América Latina y el Caribe". Dicho panel estuvo integrado por el ministro de Economía y Finanzas de Uruguay, la ministra de Industria y Productividad de Ecuador, el gerente general de BID Invest, el vicepresidente de la empresa China CRRC, el vicegobernador del Comité Ejecutivo de la Provincia de Hebei y el presidente de la Agencia de Infraestructura de Colombia.

Todos los integrantes del panel coincidieron en la importancia de analizar las relaciones con China más allá del comercio, pasando a la etapa de cooperación en infraestructura como eje central, destacándose el rol que la potencia asiática ya está jugando en los diferentes países de la región. Asimismo, en el transcurso del debate se fue desprendiendo la importancia que en la relación con China tienen los organismos internacionales de crédito, las agencias estatales de promoción de inversiones y comercio, así como el rol jugado por los propios bancos chinos. Algunos de los expositores centraron su atención en el papel de la Asociación Público-Privada como un instrumento clave para profundizar las relaciones en este sentido.

Tras el intercambio, parece existir consenso en la relevancia de contar con planes de desarrollo por parte de los países de la región, lo que es indispensable para captar la atención de China en sus inversiones en infraestructura. A su vez, las discusiones en el marco de la cumbre mostraron cómo las relaciones con la potencia asiática deben ser analizadas con una visión más amplia. De hecho, los temas tratados fueron un indicador muy claro de la nueva agenda impulsada por China y un reflejo de la nueva etapa de desarrollo que atraviesa el país. Cabe destacar las sesiones sobre comercio electrónico, servicios globales, infraestructura, logística, agro negocios, energías renovables y ciudades inteligentes.

Podría decirse entonces que por varios días la Gran Muralla china estuvo más cerca de Uruguay, un país que tiene como muchas otras economías latinoamericanas a China como su principal socio comercial. Es destacable la elevada participación (más de 2.000 inscritos) así como el nivel de autoridades nacionales, con la presencia del presidente uruguayo y varios ministros e intendentes.

Con este contexto y dada la evidente potencialidad que existe en la relación entre Uruguay y China, se esperaba la posibilidad de volver a impulsar la necesidad de cerrar un TLC de forma bilateral. Cabe recordar que esta propuesta ya fue lanzada por el propio presidente Vázquez nada menos que frente al presidente de China, Xi Jinping.

Como es sabido, tiempo después de impulsar la iniciativa las negociaciones no han iniciado, lo que tiene que ver con la negativa de Brasil y Argentina de permitir que Uruguay negocie acuerdos bilaterales, pero también con las restricciones internas de algunos sectores nacionales que impiden cualquier avance hacia la apertura comercial del país.

La región defiende su postura en la insólita aseveración de que el Mercosur es una unión aduanera, mientras que en el plano nacional aún contamos con aquellos que sienten pánico por la sigla TLC, cuando se trata de uno de los instrumentos de política comercial más utilizados a nivel internacional en los últimos 20 años.

Más allá de las declaraciones iniciales previo a la Cumbre sobre el posible relanzamiento del TLC entre Uruguay y China, durante la misma algunas autoridades volvieron a mencionar que la profundización de las relaciones con el gigante asiático será impulsada con la firma de otros instrumentos y no de un TLC. En definitiva el gobierno, pero especialmente el presidente uruguayo, evitan el debate de fondo sobre la importancia de estos instrumentos para el desarrollo del país en general y para dar un salto con China en particular.

Para China, firmar un TLC no supone exclusivamente mejorar preferencias, sino que la firma de estos instrumentos llamados TLC, son para el país asiático un camino natural hacia el fortalecimiento de sus asociaciones estratégicas en general, pero mucho más cuando se trata de un país pequeño. No es cualquier acuerdo o memorándum que se tiene que cerrar con China, ese tipo de convenios ya están disponibles y se firman desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Por el contrario, es un TLC lo que debería suscribirse si se quiere dar paso a una nueva etapa de las relaciones con este país.

Como fuera planteado en el Libro Blanco para las relaciones de China con América Latina y el Caribe, este país sigue apostando a cerrar acuerdos con los países de la región y mantiene su interés en Uruguay por diversos motivos. Ahora, una vez más el problema no está del lado de nuestro primer socio comercial, sino en las limitaciones al cambio –a esta altura de orden cultural–, que nos impiden reaccionar a tiempo respecto a las nuevas tendencias del comercio internacional.

En definitiva, parece ser que en Uruguay nos enfrentamos a una gran muralla que bloquea la posibilidad de iniciar una nueva etapa en los intercambios con la potencia asiática.