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La mujer que murió esperando un ómnibus, el corazón de su barrio y del hospital Pereira Rosell

Rosa Rodríguez murió en Los Bulevares mientras esperaba el ómnibus para ir a trabajar
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07 de agosto de 2018 a las 09:50

Rosa Rodríguez nunca debió morir. Esta frase resuena como eco entre las calles del barrio Los Bulevares y en el hospital Pereira Rossell, luego de que un disparo diera en la cabeza de la enfermera, mientras esperaba el ómnibus para ir a trabajar, el sábado por la tarde. Una muerte trágica e inesperada. Tan injusta, dicen sus compañeros, que además de dolor, arrastra frustración, impotencia y rabia.

"Jamás en los 32 años que llevo en este barrio vi algo semejante a lo que pasó con Rosita. Ella era una parte fundamental para todos nosotros. Su familia, incluso, es de las más queridas en este lugar. Esta muerte es irreparable", relató a El Observador Lucía López, una vecina que nació y se crió cerca de la enfermera fallecida.

La mañana del sábado 4 de agosto había comenzado tranquila en aquel barrio, ubicado a pocos kilómetros de Melilla. El ambiente estaba sereno, como de costumbre. Transcurría la típica jornada de feria, entre vendedores ambulantes y familias que salen a dar una vuelta. Un clásico del fin de semana. A la tarde Rosa pasó por allí para llegar a la parada de ómnibus de la calle Ideario Artiguista y Zanja Reyuna. Le tocaba ir a trabajar. Y mientras andaba, saludaba a la gente. Rosa tenía amigos en todas las esquinas. Lo que nadie imaginó fue que ese saludo sería el último.

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"De un momento para otro pasó algo raro y comenzó un tiroteo. Fue muy confuso. Hasta ahora nadie sabe bien por qué sucedió. Fue totalmente inesperado y fuera de lo normal. Y de repente una bala perdida le da a Rosa en la cabeza. Ahí ya no pudimos entender absolutamente nada más", recordó Lucía, angustiada, mientras se le cortaba la voz.

Rosa se desvaneció instantáneamente sobre la vereda. Según su vecina, un compañero fue a avisarle a Gabriela, la única hija que tenía la enfermera. La joven de 19 años salió corriendo hasta la parada y al llegar se encontró con la peor imagen. "La gurisa se quedó encima de su mamá durante largo rato. Es una imagen desgarradora. Nadie merece pasar por eso. Es una injusticia este dolor", agregó la vecina.

Una mujer que irradiaba vida

Rosa llevaba 30 años atendiendo a los recién nacidos en el block de maternidad del Pereira Rosell. Para sus colegas era un pilar de sabiduría porque conocía del derecho y del revés todo sobre ese hospital, y también era un referente de vida. Ella demostró ser una mujer luchadora y con gran sentido del sacrificio.

Es que a Rosa no le tocó una vida fácil. Con 29 años tuvo que enfrentar sola el embarazo y la crianza de su hija y, al mismo tiempo, debió hacerse cargo de su madre, quien hoy tiene 90 años y arrastra un puñado de complicaciones físicas que demandan especial atención. Pero lo realmente asombroso era que ella siempre tenía una sonrisa dibujada en su rostro. Y contagiaba alegría con una risa pegajosa.

"Era la jefa de familia en su hogar. Hacía todo para que su hija pudiera llevar al día la facultad de odontología, una carrera que sale carísima de mantener", contó a El Observador Giselle Duarte, presidenta de la comisión interna del hospital y amiga de Rosa desde su primer día de trabajo. "Cuando terminaba su turno, se ponía a hacer manicura y pedicura para ahorrar más dinero y dejárselo a su hija. Ella no merecía morir", contó Sandra Torres, enfermera del mismo centro de salud, entre lágrimas y abrazos con otros allegados.

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"Hace 25 años que entré a este hospital, primero como estudiante, después como residente. Hice mi carrera docente y siempre, pero siempre, insisto, estuvo Rosita en primera línea acompañando las transformaciones que hemos desarrollado", dijo a El Observador Leonel Briozzo, jefe de maternidad en el Pereira Rossell y grado cinco de ginecología de la facultad de Medicina.

Entierro Velorio Rosa Rodríguez
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"Ella era el referente para las generaciones jóvenes, para las parteras, para prácticamente todos nosotros", detalló Briozzo y confesó que cada vez que precisaba saber sobre algún problema, iba primero a comentarlo con Rosa. "Ella me cantaba la justa, y siempre tenía una sugerencia o consejo para dar", recordó.

Dicen que Rosa llevaba en sus venas el rol de cuidar al que tuviera cerca. Todos sus colegas coinciden en la actitud comprometida que tenía con su trabajo. Por vocación, distinguen. En el barrio también la recuerdan con honor: "Vos ibas a su casa a cualquier hora y te tomaba la presión, te daba alguna inyección, te atendía sin cobrarte un peso, te aconsejaba y después, a los días, también pasaba por tu casa para ver cómo seguías. Ella cuidaba de todos nosotros. Se preocupaba y era una mujer tan pero tan alegre, que inspiraba", dijo la vecina.

El miedo a morir

"Vivimos regalados acá, no hay nadie que vele por nosotros", dijo la enfermera una semana antes de morir asesinada. Se lo comentó con sus colegas mientras conversaban sobre el riesgo al que están expuestos los funcionarios de la salud. "Lo dijo ella como lo decimos siempre todos", recordó Duarte y denunció que la violencia dentro del Pereira Rossell es, prácticamente, cosa de todos los días. "Hace menos de un mes tuvimos tiros y puñaladas adentro del hospital", detalló. No tenemos ningún recurso. La guardia no es armada. Mandan una gurisa de 20 años que, cuando pasa algo, sale corriendo con nosotros", dijo.

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Tras la muerte de Rosa, la Federación de Funcionarios de Salud Pública (FFSP) solicitó una reunión con el ministro de Interior, Eduardo Bonomi, para exigirle medidas de urgente consideración. Martín Pereira, presidente del sindicato, aseguró a El Observador que los trabajadores "están cansados" de vivir en alerta. "El sábado fue la muerte de la Rosa, pero hay disparos a ambulancia, robos a policlínicas, puñaladas en hospitales, hay que reflexionar y ofrecer las medidas mínimas de seguridad para trabajar seguros", dijo el dirigente y reclamó la necesidad de "cuidar al que cuida".

Pereira sostuvo que hay que reforzar el patrullaje policial a la hora que hay cambio de turno en los hospitales, sobre todo por la madrugada, como así también aumentar la vigilancia en todos los barrios. "Los enfermeros salen de madrugada de sus casas y ahí nadie vigila, quedan expuestos", remarcó y concluyó que "nadie está dispuesto a lamentar otra muerte".

Tras el asesinato de Rosa los funcionarios de la salud realizaron un paro de 24 horas este lunes. Se concentraron en la puerta del Pereira Rossell y dieron unas palabras en nombre de su compañera fallecida. Los uniformes blancos llevaban el lazo negro en símbolo de duelo y, entre todos, cortaron el tránsito de Bulevar Artigas de forma intermitente. Sobre la tarde del lunes sus colegas planearon acompañar al cortejo fúnebre hasta el Cementerio del Norte, donde sería sepultada su compañera.

"Traía vida al mundo con su trabajo y en su vida cotidiana. Una mujer ejemplar que vivirá siempre en el recuerdo de todos", finalizó su vecina.

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