La embajada en Etiopía fue la última que abrió el gobierno

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La pesadilla de la que el embajador en Etiopía no logra despertar

Advierte sobre la escasez de agua y energía, entre otros padecimientos
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15 de enero de 2018 a las 05:00
Prohibiciones para movilizarse, cinco meses seguidos de lluvia, días sin luz eléctrica, dificultades para el acceso a agua, escasez de insumos básicos, visitas constantes al hospital por infecciones de distinto tipo, conexión a internet errática y una situación de seguridad de "alta volatilidad" son parte de la pesadilla de la que el embajador uruguayo Alejandro Garofali no logra despertar en Etiopía, donde está la última sede diplomática abierta por la cancillería con la determinación de tener una mayor presencia en el continente africano.

Desde que puso un pie en el cuerno de África el 25 de agosto de 2016, el diplomático de carrera enfrentó el "desafío gigantesco" de tener que montar solo y desde cero la misión uruguaya en uno de los destinos conocidos como "difíciles" en la cancillería, dijo en conversación con El Observador desde Adís Abeba.
En los informes enviados al Ministerio de Relaciones Exteriores, además de pedir la asignación de un funcionario que se necesita "seriamente" para distribuir la carga de trabajo, Garofali no disimula los sacrificios personales que enfrenta en la capital de Etiopía.

Las complejidades se hicieron patentes en su llegada a Etiopía cuando el gobierno decretó un "estado de emergencia" que imposibilitaba a las misiones diplomáticas salir de un área de 40 kilómetros de Adís Abeba debido a una serie de protestas callejeras. La medida duró 10 meses.

"Este es un lugar que tiene una alta volatilidad. Está prohibido el uso de teléfono satelitales y estoy seguro de que mientras estamos conversando la línea está siendo intervenida", dijo el embajador.
El contenedor con la mudanza llegó el 20 de mayo de 2017 y para el momento de sacar y desembalar los efectos personales, Garofali tuvo que contratar a hombres con rifles AK47 para que protegieran su mobiliario de robos.

El acceso a los servicios también forma parte del infierno. Llegó a pasar tres días sin luz eléctrica y recién ahora tiene una bomba para acceder al agua sin depender de un camión que distribuye algunos litros. La situación problemática en el suministro de energía encontraría solución en la próxima década cuando esté operativa una represa en el río Nilo Azul. En dicho proyecto están trabajando dos uruguayos.

La situación sanitaria también preocupa al diplomático. "Acá estuvimos todos (por su esposa y sus dos hijos) en el hospital dos o tres veces por infecciones", relató. Garofali señaló que en Etiopía hay hiperendemias, como la de tuberculosis, polio, sarna y lepra y, ante una complicación de gravedad, el lugar "más razonable y cercano" para ser atendido está a dos horas de avión en Nairobi, cuatro en Dubái y más de cinco en Sudáfrica.

El acceso a diversos productos y el costo de la vida son otra complicación diaria. "Comprar una camiseta es un desafío", comenta, y comprar una vajilla ordinaria fue misión imposible. Pero la historia se complicó de verdad cuando el azúcar desapareció del mercado durante cuatro meses (una situación extraña para un país productor de caña) o cuando no hubo sal en las góndolas durante dos meses. "El supermercado más surtido se parece al (almacén de productos básicos) Subsistencias de los últimos años", dijo. De las cuatro o cinco cadenas de supermercados que hay solo una importa productos desde el extranjero. Cuando recibe yogur, queso o mortadela pone un aviso en un diario en inglés y la familia Garofali aprovecha para acopiar lo más posible.

El costo de los bienes importados es exorbitante dado los "aranceles altísimos" con que gravan los productos. Etiopía no forma parte de la Organización Mundial del Comercio y por tanto no se somete a su disciplina. Eso hace que una botella de vino pueda tener aranceles que se ubican en un rango del 240% al 330%. Esa situación llevó, por ejemplo, a que Garofali decidiera comprar su auto en Dubái por la mitad de lo que le pedían en Etiopía.


Tampoco pudo optar por los únicos dos colegios con "estándar internacional" que hay en Adís Abeba para la educación de sus hijos (10 y 15 años) ya que le pedían la suma de US$ 55 mil entre los dos.
"Es una economía bastante cerrada, autártica que depende de agricultura de subsistencia", valoró el embajador, aunque reconoce que en la última década el país avanzó mucho y en la actualidad está en un plan de transformación nacional.

El país ha venido creciendo de a dos dígitos del PIB en los últimos 10 años. La última cifra pone el crecimiento en 9% con gran participación de obra pública y proyectos impulsados desde el Estado, pero con una tendencia muy marcada de incorporación de capitales externos.

Agenda

A pesar de todas las dificultades que atraviesa, Garofali afirma que para él es un orgullo ser parte de la apuesta uruguaya en África y que la dureza de la vida diaria de más de la mitad de los 104 millones de etíopes, lo llevó valorar la vida en Uruguay.

"Mucho vale el superar obstáculos y marcar presencia de un país como el nuestro, que tiene tanto para mostrar a nuestra contraparte africana. Dejarles ver que con 3,4 millones de habitantes tenemos voz y somos sensibles a sus problemas y preocupaciones", señaló. Etiopía es un destino que tiene una agenda amplia y dinámica. En Adís Abeba está la sede de la Unión Africana y es una de las capitales con más representaciones diplomáticas del mundo (128).

Estas consideraciones estuvieron arriba de la mesa a la hora de decidir la apertura de la embajada en Etiopía para reforzar la presencia en África. Hasta la apertura de la nueva misión había tres representaciones en ese continente (Egipto, Sudáfrica y Angola). La nueva delegación marca presencia en el oeste africano y contribuyó a que el país tenga una visualización que no tenía, reconoce. "Ahora empiezan a pronunciar Uruguay. Ganamos en presencia e interrelación", acotó.

Garofali ve oportunidades para el desarrollo del comercio y cooperación en el área médica y veterinaria, a partir del trabajo pionero de algunas empresas uruguayas. Dijo que sería bueno aplicar en aquel país una base de datos para la vacunación similar a la que maneja el Ministerio de Salud Pública.

Uruguay y Etiopía estuvieron juntos durante un año en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, son dos países muy comprometidos con las misiones de paz de Naciones Unidas. Es así que en setiembre del año pasado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sesionó durante dos días junto al Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana en Adís Abeba.

Entre pilotos y salesianos

Además del embajador, hay un puñado de uruguayos que están viviendo en Etiopía. Dos de ellos está involucrados en el proyecto de la Gran Represa del Renacimiento Etíope, que será el mayor proyecto hidroeléctrico africano con una capacidad de producción de 6.000 MW, dijo el embajador uruguayo Alejandro Garofali. El gobierno etíope espera que la construcción de la represa solucione los problemas de energía que tiene el país y aporte al desarrollo de la agricultura. El proyecto fue motivo de discordia con Sudán y Egipto.

El primer uruguayo en asentarse en Etiopía fue Ignacio Laventure, un sacerdote misionero salesiano que llegó hace 17 años y que hace obra social en un pueblo a 50 kilómetros de la capital. También pasó por ahí Gustavo Aishemberg, quien trabaja para una agencia de Naciones Unidas, y además hay dos pilotos uruguayos trabajando para Etiopian Airlines. La aerolínea tiene vuelos directos entre San Pablo y Buenos Aires con Adís Abeba. El embajador avisa a los uruguayos que viajan a este país o que están de paso que no es posible obtener una visa rápidamente, por lo que es necesario gestionarla con anterioridad.

Otro calendario

Uno de los desafíos para el embajador uruguayo Garofali fue acostumbrarse al calendario y huso horario de Etiopía. Los días no siguen el sistema de 24 horas, sino el de 12 horas. Las horas comienzan a contarse desde el amanecer, a las 6:00. El calendario es solar, con 12 meses de 30 días cada uno y de un mes de cinco o seis días, según sea bisiesto o no. El año comienza el 11 de setiembre (en los años bisiestos el 12) y tiene siete años menos que el calendario gregoriano.

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