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La Rendición de los horrores

Este "progresismo" es, sin asomo ya de duda, el camino a nuestra servidumbre, la renuncia a todas nuestras libertades, el fracaso de toda esperanza digna
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17 de junio de 2017 a las 05:00
Déjeme contárselo otra vez.

Porque Ud. lo vio, y no por iniciativa mía: el frenteamplista martes 13 de junio, el "gobierno" convocó a una conferencia de prensa en el curso de la cual el cada día más absurdo presidente del partido oficialista anunció que el proyecto de Rendición de Cuentas y Balance de Ejecución Presupuestal apuntaría a aumentar en U$112 millones el gasto público.

Y, claro, no era así. Apenas un día después, el no menos desacreditado ministro de Economía informó, en el curso de otra conferencia de prensa, que el aumento sería de U$172 millones: U$60 millones de diferencia.

¿Oyó bien? U$60 millones, que claramente indican tres posibilidades: (a) que Javier Miranda es un mero énfasis de la farsa frenteamplista; (b) que ni él, ni el gobierno, tienen en realidad idea de lo que están hablando; (c ) que el impune descaro con el que se manejan los fondos públicos en el país permite arrojar a los ojos de la opinión cualquier dato, por carente de sustancia que sea.

O todo lo anterior.

Más allá de este nuevo gazapo de la administración que encabeza Tabaré Vázquez, empero, está el ineludible hecho de que ésta ha recurrido, una vez más y a pocos meses de otro, al inevitable ajuste fiscal de un modelo económico simple como un anillo: gastar y contraer deuda, a tontas y locas y como si no hubiera un mañana, siempre que ello asegure a la oligarquía burocrático-sindical el triunfo en otra elección que le permita vivir a expensas del contribuyente. Y después, supongo, Dios dirá.

Administrar escasez por la vía de recurrir al aumento de los tributos o la deuda es, por antonomasia, el zenit de la mediocridad intelectual, y es el inflexible método empleado por el equipo del ministro Astori desde 2005. Apenas requiere conocer las reglas de un juego de mesa, e implica un invariable final infeliz. Solo que, con este ajuste que hoy se anuncia, tal mediocridad ha dado otro peligroso paso hacia su abismo y el nuestro.

Hace apenas cuatro meses el ministro de Economía mintió frente a un auditorio alemán al asegurar que "un país pequeño físicamente no solo tiene que abrirse al mundo sino que además tiene que hacerlo apostando a la calidad de su esfuerzo". Casi al tiempo, el presidente Vázquez improvisaba, sin ruborizarse y junto a Vladimir Putin: "No nos gusta el proteccionismo".

Bueno: apenas 120 días después nos vienen ambos a anunciar que, por primera vez desde diciembre de 1991, el país comenzará a transitar otra vez el sórdido camino del aumento de sus barreras arancelarias: en contraposición a los principios de la OMC; en un formato que discrimina contra los supuestos socios de ese Mercosur cuyo cadáver apuñalan cada vez que hablan; impulsando a sabiendas el encarecimiento productivo de un país ya de por sí insosteniblemente caro.

Ahora la mendacidad del régimen le dirá que se trata, apenas, de unos puntitos de aumento de la tasa consular. Recuerde, primero, que es el mismo régimen cuyo vicepresidente no sabe calcular cuánto gastó en una tarjeta de crédito, o aquel cuyas autoridades erran cálculos en márgenes de U$60 millones ... que, claro, aporta Ud. y queman ellas.

Y sáquese, luego, esa zoncera con peine fino: el aumento en el precio de los bienes importados encarecerá, sin atenuantes y en cascada, todos los rubros que el país consume, como lo hará también con los que exporta. Morderá la ya comprometida competitividad y, ya sin máscaras, nos pondrá en el camino a una economía más cerrada, menos atractiva, más lejana de mercados o acuerdos. Exactamente lo contrario, pues, de las fábulas europeas de la gira presidencial.

Uruguay, empero, ya conoce este camino: "si la historia no se repite", reza un aforismo atribuido a Mark Twain, "ella rima". Por eso es relativamente fácil prever qué ocurrirá en el futuro cercano. Llegarán, en lo inmediato, las voces más sórdidas y conocidas del régimen, felices al percibir en el aire el tufo destructivo de la sustitución de importaciones: "¡será una aliento para la industria nacional!" Como ésta en realidad no existe, ni lo hará por obra y gracia de la mano muerta del sindicalismo, tal barbaridad durará poco, pero habrá hecho ya carne en los oportunistas: empresaurios de buena conexión oficial que, con toda seguridad, comenzarán a hacer sonar el arpa de los clásicos precios de referencia y cuotas de importación.

¿Ud. cree que el oficialismo hará oidos sordos a esta vieja insanía? De ninguna manera: reglamentarista genético, oportunista sin noción de la oportunidad, nadie como él tan bien inclinado a estas sandeces, tal como lo evidencian los rumores que sus hechiceros difunden hoy mismo sobre estudiados controles a los arrendamientos, o normas prohibitivas del despido, entre otros espantos.

Sin convicciones ni dirección, pues, desesperado por comprar las lealtades rentadas de murguistas, cuñados, socios, vecinos y pedigüeños, el régimen que solo aspira a eternizarse sin brújula está impecablemente inclinado a precipitar al país en el barranco de la economía dirigida, y si no lo ha hecho aún es porque el célebre "viento de cola" que hace quince años azota a la región le ha permitido a sus capitostes sin nervio ni disciplina el navegar entre todas las acechanzas confiando en que sea del mero crecimiento del PBI de donde salga la manteca que tan desaprensivamente arrojan a todos los techos.

¿En qué piensa el resto del país mientras esto ocurre? Debería, claro, intentar por todos los medios que la oposición política que lo representa busque caminos para dejarnos sin Rendición de Cuentas y, por tanto, sin aumento del gasto público o la recaudación. No hay, por cierto, hoy en la agenda oficial proyecto alguno que suponga exigir un sacrificio colectivo en aras de dejarles a nuestros hijos un país mejor, sino apenas esos ciegos puñetazos de dólares propinados a los problemas por parte de improvisados sin luces ni decoro.

Pero, más allá de ello debe ir cobrando conciencia del peligroso tobogán en el que un mal gobierno está embarcando a tres millones largos de seres humanos: uno en el que, de a pasos cortos, la claque gobernante nos vuelve a servir los platos recalentados que estuvieran en el origen de todos nuestros problemas económicos, sociales y políticos a lo largo del siglo XX. Este "progresismo" es, sin asomo ya de duda, el camino a nuestra servidumbre, la renuncia a todas nuestras libertades, el fracaso de toda esperanza digna.

Recuérdelo: hubo un día ya lejano en el que se aumentara un arancel, y a ese le sucedió el que terminara por establecer los tipos de cambios múltiples, tal como hoy es el día en el que nos reímos al imaginar a Miranda patéticamente repasando las boletas de compra del Free Shop de Raúl Sendic, al que sucederán los más negros del ya incontrolable demonio del deficit y el endeudamiento, bajo cuya férula muere todo emprendimiento, todo ahorro y todo sueño.

En suma: una verdadera rendición.

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