Miguel Díaz-Canel asumirá hoy la presidencia del Consejo de Estado de Cuba en lugar de Raúl Castro.

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La renovación tutelada llega a Cuba de la mano de Díaz-Canel

El sucesor de Rául Castro, que será elegido hoy, ha alternado gestos de apertura con ortodoxia
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19 de abril de 2018 a las 05:00
Con la salida de Raúl Castro de la Presidencia del país, la Cuba revolucionaria abrirá nueva etapa regida por un gobierno que refleja los complejos equilibrios del poder en la isla, donde se mezclan renovación y continuismo y donde la vieja guardia no perderá de vista a los nuevos dirigentes.

El recambio generacional tantas veces mencionado por Raúl Castro en sus dos mandatos se saldará con el sucesor esperado, Miguel Díaz-Canel, al frente de un Consejo de Estado que, de ser ratificado mañana, supondrá una renovación sólo parcial de sus miembros con trece caras nuevas frente a 18 que permanecen y 77,8 % de sus integrantes nacidos después del triunfo de la Revolución.

El máximo órgano de gobierno en Cuba se rejuvenece ligeramente respecto al anterior: la media de edad de la candidatura única sometida a votación es de 54 años, tres menos que el designado en el año 2013. Pero más allá de porcentajes, lo que llama la atención es la supervivencia de algunos "históricos" y representantes de la considerada "vieja guardia" que se mantienen a pesar de que el general Castro sí ha cumplido su promesa de dar un paso al lado, llevándose consigo a su correligionario de lucha José Ramón Machado Ventura, que sale del Consejo de Estado.

Ni Castro ni Machado se van del todo: ambos seguirán siendo el primer y segundo secretario del Partido Comunista de Cuba hasta 2021, año en que está previsto el siguiente congreso de la formación. Esa circunstancia sugiere la idea de que la primera fase del poscastrismo estará pilotada por Díaz-Canel al frente del gobierno pero tutelada desde la dirección del partido único, la "fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado", tal y como lo define la Constitución cubana.

Aunque Cuba es un sistema socialista de partido único, el poder no es monolítico y existen diferentes sensibilidades o sectores, tal y como refleja el Consejo de Estado que se elegirá mañana. En él estarán presentes la vieja guardia, las Fuerzas Armadas, la nueva dirigencia emergente durante el raulismo, la juventud, el sindicalismo, la cultura, la sanidad, la educación y hasta la ciencia y el deporte.

El sector de los "históricos" sigue en el gobierno con presencia minoritaria pero muy simbólica con las figuras de los comandantes Ramiro Valdés, de 85 años y uno de los cinco vicepresidentes del Consejo de Estado, y el también comandante Guillermo García Frías que, a sus 90 años, se mantiene como miembro del organismo.

Otro veterano, el ministro de las Fuerzas Armadas y general de cuerpo de ejército, Leopoldo Cintra Frías (76 años) conserva su puesto en el consejo como representante de uno de los grupos de poder más influyentes en un país donde los militares controlan los sectores clave de la economía. Junto a ellos, perviven caras más recientes que han ganado peso político en los últimos años como el canciller Bruno Rodríguez, otro de los leales pupilos de Raúl Castro; el ministro de Salud, Roberto Morales, elevado a una de las vicepresidencias; Ulises Guilarte, el principal líder sindical del país o Suselys Morfa, líder de la juventud comunista cubana. De esas "promesas" del raulismo, el que se ha quedado fuera (no se sabe si para bien o para mal) es Marino Murillo, considerado el "zar" de las reformas económicas impulsadas por el menor de los hermanos Castro.

Quien representa una incógnita en este encaje de equilibrios es el futuro número dos del Gobierno, Salvador Valdés, que sin ser histórico puede considerarse un leal dirigente de la vieja guardia y de perfil un tanto gris, a pesar de haber sido ministro de Trabajo de Fidel Castro hasta 1999 y posteriormente líder de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Especial atención habrá que prestar a las nuevas caras del Consejo de Estado como Yoerky Sánchez, el director de "Juventud Rebelde" (segundo periódico del país); Jorge Berlanga, creador del famoso medicamento Heberprot para curar el pie diabético; la atleta Yipsi Moreno o el líder estudiantil Raúl Alejandro Palmero.

El relevo presidencial en Cuba culminará este jueves, jornada en la que la Asamblea Nacional de la isla dará a conocer el resultado de la votación de la candidatura encabezada por Miguel Díaz-Canel, quien se convertirá en el primer presidente del poscastrismo.

A favor de una internet accesible pero regulada


Perteneciente a una generación que no participó en la lucha de Sierra Maestra, educada en la ortodoxia comunista y cuya juventud sí conoció el socialismo próspero auspiciado por la extinta URSS, Díaz-Canel es un hombre del Partido Comunista (PCC) que ha escalado paso a paso y sin estridencias los peldaños del poder hasta llegar a la cúpula dirigente.

"No es un advenedizo ni un improvisado": ya lo dijo Raúl Castro cuando en 2013 Díaz-Canel fue nombrado primer vicepresidente, el número dos del régimen, en lo que fue su plataforma de lanzamiento hacia la Presidencia.

Nacido en Villa Clara en 1960, un año después del triunfo de la Revolución, este ingeniero electrónico que el viernes cumple 58 años comenzó su carrera política en 1987 en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Siete años después fue designado primer secretario del partido en su provincia de Villa Clara.

Allí dejó una impronta de dirigente accesible y cercano a la gente en los duros tiempos del Periodo Especial, incluso apoyando iniciativas como El Mejunje, centro pionero en espectáculos de travestismo y convertido en símbolo de la lucha por los derechos Lgtbqi.

En 2003 se produjo un paso sustancial: además de ser nombrado primer secretario del partido en la provincia de Holguín, ingresó en el todopoderoso Buró Político del PCC. Ya estaba en la mira del general Raúl Castro que, entonces, subrayó de Díaz-Canel su "alto sentido del trabajo colectivo y de exigencia con los subordinados" y su "sólida firmeza ideológica".

De mirada seria y gesto un tanto frío e inexpresivo en sus apariciones oficiales, Díaz-Canel es un político experimentado que se ha conducido con cautela, sabedor de los riesgos que entraña ser tentado por "las mieles del poder".

Tentaciones que sí acabaron en la defenestración de anteriores "delfines" del castrismo como Roberto Robaina o Carlos Lage, dos de las fallidas promesas de la era fidelista que destacaron más de lo que tocaba.

En sus intervenciones públicas, Díaz-Canel ha exhibido un discurso fiel a la ortodoxia revolucionaria, con continuas referencias de lealtad a Fidel y Raúl Castro y a la generación histórica que luchó en Sierra Maestra.

Como su mentor, Díaz-Canel no es amigo de prodigarse ante los medios y menos ante los internacionales, pese a que ha hablado en varias ocasiones de acabar con el secretismo de las fuentes informativas y ha admitido limitaciones en los medios cubanos –todos estatales–.

Un aspecto que le distingue de sus predecesores es cierta sensibilidad por impulsar las nuevas tecnologías en Cuba, uno de los países del mundo con menor acceso a internet, pero con la vista puesta en contrarrestar la "avalancha pseudocultural", "banal" y "subversiva" para sustituirla por los "contenidos de la Revolución".

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