La Star Wars que nadie esperaba

Los últimos Jedi es lo mejor de Star Wars desde El Imperio Contraataca. Eso no quiere decir que sea una obra maestra, ni la mejor película del año. Para nada. Pero es una excelente etapa de la franquicia, sobre todo en el manejo que hace de sus protagonistas, tanto los viejos como los nuevos.

Si El despertar de la Fuerza, su antecesora, reformulaba los personajes arquetípicos de la saga con nuevas versiones y una trama muy similar a la de la película original, este octavo episodio hace explotar las ideas y teorías previas como si fueran la Estrella de la Muerte. Los paradigmas se derrumban y son transformados: el maestro sabio, el villano conflictuado, el héroe en entrenamiento y hasta el concepto del bien y el mal como opuestos bien claros e identificables es aplastado.

¿El Líder Supremo Snoke se presenta como el nuevo Emperador? Bueno, cae como un muñeco en la mitad de la película. ¿Kylo Ren se redime y pasa al bando bueno mientras que Rey se pasa al lado oscuro? No, para nada. ¿Los padres de Rey son personajes claves de la franquicia? Lamento informarle que no, son dos anónimos, no tienen ninguna importancia.

Esos son apenas algunos de los sorpresivos giros que da esta película, que no por ser la más larga de la saga – 150 minutos – deja de ser entretenida. Incluso en la parte más floja se produce uno de los mejores momentos de la película. El regreso del Maestro Yoda que –incluso desde el más allá– se las ingenia para ser un tutor inigualable, con una mezcla de sabiduría, humor y poder que marca lo mucho que se lo extrañaba.

A nivel narrativo sí, hay paralelismos con El Imperio Contraataca en el sentido de que su tono es más sombrío y ominoso para los Rebeldes (sí, ahora la Resistencia regresó a su vieja identidad). Pasan toda la película escapando de la maligna Primera Orden, que les da una paliza tras otra, la esperanza flaquea, y para peor, Luke Skywalker no quiere saber de nada con volver a la pelea para oponerse a Kylo Ren, su sobrino y exalumno.

Pero esto no deja de ser Star Wars. Y la esperanza no desaparece. En una de las escenas más cool de la franquicia, Luke se planta solo enfrente a todo el poderío bélico de la Primera Orden, se burla de ellos y destroza mentalmente a Kylo. Mark Hamill cierra así su mejor actuación como el caballero Jedi y se despide por todo lo alto.

Porque sí: Luke se muere. Y lo hace mirando una pareja de soles, en un guiño emotivo a su planeta natal, Tatooine, y a sus orígenes como un granjero quejoso y desesperado por tener aventuras grandiosas. Ese es solo uno de los homenajes al pasado: hay frases como "Únete a mí y juntos podremos dominar la galaxia", un regreso del mensaje de la Princesa Leia que inició toda la saga, y otras referencias que de todas formas, se sienten menos obligatorias que en su antecesora.

Los últimos Jedi es también el paso definitivo a la nueva guardia de personajes. Leia sigue viva, pero su actriz, Carrie Fisher, falleció en 2016. Así queda pendiente la resolución de esta trama abierta que deberán resolver entre Disney y el director J. J. Abrams.

"Nadie se va definitivamente", le dice Luke a Leia en un momento. Y todo ser humano que esté frente a la pantalla se quedará con un nudo en la garganta. El legado está a salvo, gracias a una película que demuestra que Star Wars no tiene que copiarse a sí misma para seguir adelante. En definitiva son los anónimos, los nuevos héroes como Rey, los que llevarán todo adelante.