La vuelta del camaleón Beck y un disco ideal para el verano

Beck Hansen es imposible de encasillar. Sus discos, desde su debut Golden feelings de 1993 hasta su lanzamiento más reciente, Colors, han seguido caminos diferentes. En ocasiones radicalmente diferentes.

Por eso no sorprende que después del reflexivo y melancólico Morning Phase –con el que ganó el premio Grammy a Disco del año en 2015, para decepción de Kanye West, que casi interrumpe su discurso de aceptación para decir que debió ganarlo Beyoncé– venga la explosión pop de Colors, el disco más pop del artista californiano. Puede que no ser el mejor de su carrera, pero lo lleva a nuevos lugares y no deja de ser un disco disfrutable que vale la pena reproducir más de una vez.

No es la primera vez que Beck hace bailar con un álbum; en su historial tiene obras como Midnite Vultures. Pero en aquél momento la tónica la marcaba el funk, mientras que en Colors mandan otros ritmos.

Lo de pop viene determinado más que nada por la estructura tradicional de sus canciones, y por recurrir a sonidos y géneros modernos. En Wow hay un beat que viene del trap (el subgénero del hip hop de moda), a lo largo del disco hay sonidos digitales de esos que no faltan en el hit del momento, y la obligatoria presencia de sonidos ochentosos.

Beck –que explotó en los años 1990 con un sonido que fusionaba funk, rock, folk y rap– equilibra en este disco los sonidos retro (Seventh Heaven) con lo nuevo (en canciones como la que abre y da nombre al disco). Y ahí la palabra clave es equilibrio, porque el disco no cae del todo hacia ninguno de los dos lados, algo que fue buscado de forma consciente por el artista, según explicó en una entrevista con la revista Rolling Stone.

En Colors, presentado en octubre, Beck tomó un poco de todo. Dear Life remite de inmediato a Lady Madonna, de los Beatles. En I'm so free se pone a rapear y Fix me es una balada que no desentonaría en el catálogo de Coldplay.

Pero a pesar de esa mezcla de influencias y lugares comunes del pop contemporáneo, Beck tiene la capacidad de darles un toque personal.

Y da la sensación de que lo hace como un reconocimiento a la música actual (Hansen es un melómano con un conocimiento enciclopédico, como una especie de Quentin Tarantino musical), y también como un chiste ácido (su I'm so free suena como si dijera I'm so fake, que se traduce como "soy tan falso").

La luminosidad sonora del pop que propone Beck contrasta con la melancolía de algunas canciones, como Dear Life o Dreams. Ambos temas tienen la capacidad de hacer bailar pese a sus letras que habla sobre como el único escape de la tristeza del mundo son los sueños.

Vale hacer la mención chauvinista de que cuando Beck publicó Dreams como sencillo, el post del Facebook del artista decía solo "Uruguay".

Esa publicación fue hace dos años, porque Colors se gestó en 2013 (es decir, incluso antes de que se editara Morning Phase), y las canciones se presentaron de forma gradual desde 2015 en adelante.

Durante esos cuatro años de proceso, Hansen grabó en solitario todos los instrumentos del disco, auxiliado solamente por Greg Kurstin, que fue su tecladista en el disco Sea Change (2002) y luego se convertiría en el productor más buscado del pop, creando hits para artistas como Sia, Adele y Katy Perry, además de colaborar con bandas como Foo Fighters.

Con una decena de canciones pegadizas y bailables, Colors es un disco que, más allá de tener letras desconsoladas, es ideal para escuchar en momentos en que se necesita levantar el ánimo, algo que sucede con temas anteriores del estadounidense como Girl.

Con el verano a punto de llegar, este nuevo disco es ideal para dejarse llevar, disfrutar de su escucha y dejar entrar la luz.