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La vuelta de los viejos hábitos de la Guerra Fría

Rusia y las potencias occidentales evocaron esta semana la memoria del muro de Berlín con una escalada diplomática de otro mundo
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17 de marzo de 2018 a las 05:00
La trama que se disparó a partir del intento de homicidio en suelo inglés del excoronel ruso que espiaba para los británicos dice algo acerca del delicado momento por el que pasa la relación entre Rusia y las potencias occidentales.

Pocos hubieran advertido el 4 de marzo, cuando encontraron a Serguéi Skripal y su hija Yulia envenenados en un banco público de la apacible Salisbury, que en pocos días la tensión escalaría hasta convertir el hecho en motivo de una confrontación, por ahora diplomática, entre el Kremlin y los aliados del oeste.

No era la primera vez que un ruso anti Putin sufría una agresión en el Reino Unido. Y tampoco era la primera vez que el gobierno británico incriminaba a Moscú por un intento de homicidio en la isla. Apenas hace falta ir 12 años atrás para encontrar otro exagente ruso envenenado con el elemento radiactivo polonio en suelo británico.

En ese caso la víctima fue Aleksandr Litvinenko y su asesinato fue "probablemente aprobado" por el presidente ruso, Vladímir Putin, según las conclusiones de una investigación oficial británica.

Además, hay una lista de exiliados rusos –desertores u opositores que denunciaron y desafiaron a Putin, en su mayoría millonarios– que fueron encontrados muertos en el Reino Unido en "circunstancias poco claras".

La idea de que el desertor sufra un castigo ejemplarizante es fácil de ubicar dentro del universo ético del Kremlin.

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Pero ninguno de esos casos había mostrado una respuesta de la residencia ubicada en el 10 de Downing Street, que esta semana decidió expulsar a 23 de los 59 diplomáticos rusos acreditados ante la corona y suspendió los contactos de alto nivel con las autoridades rusas.

Esta vez el gobierno de Theresa May no lo dejó pasar. No es que las vidas de Skripal y su hija valgan más que las de las otras víctimas. La situación del exoficial ruso es una causa circunstancial de un desencuentro cada vez más pronunciado entre la renovada Rusia de Putin y las potencias occidentales.

Para Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido, las acciones de Moscú en materia de política exterior durante la última década representan una vuelta a los viejos hábitos que iluminaron el camino de la Rusia imperial y de la Unión Soviética.

Entre 2008 y 2018, el Kremlin intervino en Georgia para apoyar a los separatistas de Osetia del Sur y Abjasia; invadió y tomó el control de la península de Crimea en apoyo a los separatistas prorrusos en Ucrania, donde promovió un referéndum que terminó con la anexión de ese territorio a Rusia; se convirtió en el aliado inquebrantable de Damasco en el conflicto sirio y envió sus barcos, aviones y tropas para que su último bastión de influencia en Medio Oriente no cayera.

Además, pesan sobre el Kremlin acusaciones de haber intervenido en la última elección presidencial estadounidense para perjudicar a la candidata demócrata, Hillary Clinton.

De hecho, la Casa Blanca anunció este jueves una serie de sanciones contra personas y entidades de Rusia en respuesta a la injerencia de Moscú y a varios ciberataques.

Las medidas están dirigidas contra 19 personas, entre ellas el empresario cercano al Kremlin Yevgeny Prigozhin, y cinco entidades, incluidos el FSB (servicio federal de inteligencia) y el GRU (servicio secreto militar ruso).

Las sanciones implican la congelación de los activos que las personas afectadas pudieran tener en Estados Unidos y la prohibición de que las empresas estadounidenses realicen transacciones con ellos.

Las determinaciones de Londres y Washington coincidieron en la misma semana y deben ser leídas a la luz de un intento por marcarle límites a Moscú, cuya influencia y proyección de poder está lejos de los débiles años de 1990.

Puesto de otro modo: ¿el gobierno de May hubiera adoptado medidas inéditas desde la guerra fría si el Kremlin no hubiera desarrollado una política exterior tan agresiva en los últimos 10 años?

La respuesta

Como era de esperar, el gobierno de Putin contestará a las sanciones británicas de la misma forma. Rusia advirtió este viernes que expulsará "de un momento a otro" a diplomáticos británicos de su territorio.

La respuesta será "muy pensada" y "totalmente conforme a los intereses de nuestro país", dijo a la prensa el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

Moscú asegura que no está involucrado con el envenenamiento de Skripal y calificó las medidas del Reino Unido como "absolutamente absurdas e irresponsables".

"Tarde o temprano Gran Bretaña tendrá que dar pruebas concluyentes (...) De momento no las hemos visto", dijo Peskov.

Reino Unido, Alemania, Francia y Estados Unidos publicaron un comunicado conjunto asegurando que la responsabilidad rusa es la única explicación "plausible" del caso.

También pidieron al Kremlin que dé información sobre el programa de desarrollo del Novichok, el nombre con el que se conoce a una serie de gases neurotóxicos que presuntamente se usaron en el envenenamiento.

Su existencia fue revelada por Vil Mirzayanov, un químico ruso refugiado en Estados Unidos, que asegura que fueron creados en los años 1980 por científicos soviético.

Rusia desmiente sin embargo que haya existido un programa para desarrollar estos gases y asegura haber destruido todas sus armas químicas bajo control internacional.

Otros tiempos

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, reiteró este viernes su respaldo a Londres pero avisó que hay que evitar aislar a Rusia y entrar en una nueva guerra fría.

"No queremos una nueva guerra fría, no queremos una carrera armamentística: Rusia es nuestro vecino, así que tenemos que seguir trabajando para mejorar las relaciones", dijo a la radio BBC el dirigente de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

"Aislar a Rusia no es una opción. Rusia es nuestro vecino", insistió Stoltenberg.

Al mismo tiempo, el máximo representante de la alianza militar occidental dijo que "no hay razones para dudar" de que Moscú sea responsable del atentado contra el exespía ruso y su hija.

"No hay razones para dudar de las conclusiones y valoraciones del gobierno británico, en particular porque esto ocurre en el marco de un patrón de actos temerarios de la parte de Rusia durante muchos años", añadió Stoltenberg.

Los próximos días dirán hasta qué punto los Estados piensan elevar la contienda

El espía ruso

Durante casi 10 años, Serguéi Skripal transmitió a los servicios británicos informaciones sobre el ejército ruso, hasta que fue desenmascarado y tras algunos años pudo llegar a Inglaterra gracias a un intercambio de espías.

El hombre, de 66 años, desarrolló una larga carrera en el GRU, los servicios de inteligencia del ejército ruso, hasta que ascendió a coronel. En 1999 pasó al Ministerio ruso de Relaciones Exteriores, donde estuvo cuatro años hasta convertirse en profesor de la Academia militar-diplomática del Ministerio de Defensa.

Su posición privilegiada llamó la atención de los servicios de inteligencia británicos, que lo reclutaron en 1995, según sus declaraciones a la Justicia rusa. A partir de esta fecha, y hasta su detención en 2004, proporcionó la identidad de varias decenas de agentes secretos rusos que operaban en Europa, así como informaciones relativas a las unidades militares rusas.

Las sanciones: un primer paso mesurado

La primera ministra británica, Theresa May, no dudó en señalar a Moscú como el culpable del envenenamiento del exoficial de inteligencia ruso, aunque hasta ahora su gobierno no presentó alguna evidencia que señale al Kremlin.

Quizá sea por ello que del menú de posibles alternativas políticas que tenía a disposición para responder eligió un conjunto de sanciones mesuradas. No expulsó al embajador ni rompió relaciones, sino que se limitó a expulsar una veintena de diplomáticos, congelar las relaciones al más alto nivel y retirar la presencia de la corona y autoridades del gobierno del Mundial de junio.

Sus medidas marcan una reacción pero también pautan que se guardó el plato fuerte para otro caso de necesidad.

Enemigos íntimos

Estados Unidos no dudó en apoyar a su mejor aliado. Moscú y Washington se oponen en un gran número de temas internacionales, como Ucrania, Irán y Siria. Pero,

desde la elección de Donald Trump (que prometía un acercamiento con Rusia), sus relaciones empeoraron a raíz de las acusaciones de injerencia rusa en las presidenciales estadounidenses, con la supuesta ayuda de hackers y trolls en las redes sociales.

Moscú lleva años denunciando el despliegue de un escudo antimisiles estadounidense en Europa del Este y el refuerzo de la OTAN en sus fronteras, lo que le sirve de excusa para fortalecer sus propias capacidades militares. Ambos países prometieron modernizar su arsenal nuclear.

De tú a tú

Merkel, con 12 años en el poder, tuvo encuentros con Putin como ningún otro líder europeo. Él habla alemán fluido (trabajó como agente de la KGB en Alemania del Este durante los últimos años de la guerra fría) y ella es la única figura política de relevancia mundial de plantearle una conversación en ruso.

Se conocen bien y ninguno ha cedido un milímetro en estos años. Él la intimidó con su perro y ella lideró el camino para convencer a otros miembros de la Unión Europea para que impongan sanciones a Rusia después de su invasión a Crimea.

El próximo jueves Merkel volverá a encabezar la discusión a nivel regional. "Vamos a hablar del tema (del envenenamiento) en el Consejo de la Unión Europea. Ahora no es cuestión de un boicot de la Copa del Mundo, sino de dilucidar (el crimen)", declaró Merkel en conferencia de prensa en Berlín.

Putin, en tanto, observa las críticas occidentales en silencio mientras espera ser reelecto hasta 2024 en las elecciones presidenciales del próximo domingo.



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