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"Las series están generando en el público la incapacidad de aguantar una película"

Eduardo Casanova, cineasta español, pasó por Uruguay para dirigir un ciclo de talleres para realizadores en el Centro Cultural de España
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20 de abril de 2018 a las 05:00

Eduardo Casanova -27, director, ex revelación, irreverente, pesimista, español- se sienta. Prende un cigarrillo electrónico. Pregunta si se puede fumar ahí adentro. No le importa la respuesta. "Todavía espero encontrarme una pelea callejera, un atentado terrorista o algún conflicto. Eso me interesa ¿Cómo que no hay?".

La mueca de disgusto fingida desaparece y la charla para romper el hielo salta de tema en tema con la misma velocidad de su lengua. La verborragia es incontrolable y de su boca sale una catarata que salpica conceptos, ideas, películas y puteadas. Habla de sus talleres en el Centro Cultural España, de que es la primera vez que viene a Montevideo y que todavía no vio nada, que Pieles –su obra más reciente y la que sorprendió en festivales europeos por su audacia– está en Netflix y la quieren en Tailandia, que quiere visitar Buenos Aires porque le dijeron que esta buena. Pregunta qué tiempo hace por estos días. Y después se calla. Expulsa el humo artificial del cigarrillo, mira fijamente y habla, imitando el tono rioplatense: "Bueno, dale, contame".

Arrancó a dirigir joven pero a actuar de niño ¿Cuál era su meta verdadera?

Comencé a actuar a los 12. Escribí mi primer largometraje a los 16. Empecé a dirigir a los 17. Todo el dinero que ganaba como actor lo invertía en mis propios cortos. Hasta que terminé de hacer una serie muy conocida en España (Aída) en la que tenía un personaje importante y empecé a dirigir mis propias cosas. Actuar me ayudó a dirigir, que era mi real vocación. Entiendo mi trabajo como actor como mi trampolín para llegar a la dirección.

¿Actuar nunca lo hizo feliz?

La felicidad es complicada. Nada nos hace felices del todo. Pero si algo me hace sentir yo mismo es dirigir, no actuar. Me permite tener el control absoluto, y para las personas controladoras eso es una gran satisfacción y un desahogo. Cuando actúas estás leyendo e interpretando lo que pensó alguien más, parándote donde te dice alguien más, vistiéndote como dice otro. Es un trabajo en el que tienes que abandonarte a ti mismo para poder tener éxito. Pero dirigir es lo contrario. Tienes el control sobre otra persona. Y hay dos tipos de personas: los dictadores y los sometidos. Y yo considero, por desgracia, que soy un dictador.

En España resaltan que su personaje en Aída contribuyó a la apertura de la televisión a temas de diversidad. Específicamente, lo mencionan como el primer adolescente gay de la ficción. ¿Cómo contribuyó a su carrera?

Generó mi primera imagen pública. Fui el primer adolescente homosexual de la televisión española. Cuando empecé a dirigir largometrajes la gente tenía la imagen de que yo era un niño mariquita, estudioso, como mi personaje, Fidel. Pero empecé a dirigir cine y mis obras eran aún más subversivas y transgresoras que la serie. Eso cambió mi imagen en España. Soy como la Lindsay Lohan española. Solo que no me meto crack. Todavía.

Alex de la iglesia es su padrino cinematográfico ¿Cómo lo conoció?

Como actor, en La chispa de la vida (2011). Me llamó para trabajar allí para hacer el papel del hijo de Salma Hayek y empezamos a tener una relación de amistad. Alex luego empezó a ver que también dirigía cosas. Yo hice un corto que se hizo viral en varias partes del mundo, que fue Eat my shit, y cuando dije públicamente que lo quería convertir en película, me llamó y me dijo "Si vas a hacer la película, te la produzco yo".

¿Y cómo es estar bajo la tutela de uno de los grandes nombres del cine español?

Él es un genio. Cuando lo fui conociendo y entendiendo lo que le interesa, me di cuenta de que es como un niño pequeño al que le gustan los monstruos. Y allí conectamos. Alex es como un gurú que nunca te dice qué es lo que exactamente hay que hacer, pero te da señales que te hacen ver la luz y que son revolucionarias. Y es una suerte querer hacer una película revolucionaria y que te produzca alguien así.

En España la transgresión y la revolución siempre han estado vinculadas a su cine ¿Por qué?

Tiene que ver con el carácter español, vivimos una lucha constante con nosotros mismos. Nuestro cine refleja eso, la pelea interna. Somos un país muy latino metido en Europa, un lugar cerebral y frío. Es la pelea de lo germánico, lo ordenado contra la pasión, la sangre y el fuego. Por eso nuestro cine siempre transgrede, porque nos llevamos la contraria a nosotros mismo. Y cuando uno se lleva la contraria, da la sensación de estar loco. Y realmente estamos locos.

¿Qué sintió cuando Pieles fue seleccionada por el Festival de Berlín?

Me dio taquicardia. Fue increíble, nunca pensé que podríamos llegar a entrar. Y como parte de Panorama, que es parte de la selección oficial. Soy muy ambicioso, pero cuando llego a cosas como esta, no puedo disfrutar. Es una pena. La ambición es una mierda, porque nunca te deja disfrutar de nada. La vida es una mierda. Es un lugar a donde nos han tirado. Nos han sacado de un coño y nos han dicho "vive". Y ahora estamos aquí, intentando aprobar exámenes que solemos perder y que la vida te vuelve a poner para que los apruebes. Y si no los apruebas te mata, y si lo apruebas, aprendes. Pero en cuanto aprendes, te pone otro más complicado.


¿Por qué en sus trabajos tiene tanta importancia lo estético?

Por la necesidad de control. Cuando hago cine no lo hago solo para contar una historia, sino para crear un mundo. Y no entiendo la forma de crear un mundo si no lo hago desde el punto de vista estético. La dirección de arte de mis trabajos surge de una necesidad de controlar lo que rodea a mis personajes. Eso es peligroso, porque hay que tratar que eso no se coma la historia y termine siendo un acto de frivolidad. En Pieles estamos hablando de un mundo muy cruel dulcificado con el color rosa. Un poco como es el mundo de verdad, como esta realidad horrible.

¿Cómo sobrevive en esta realidad tan horrible?

Tomando ansiolíticos. Medicándome. Es la única forma de soportar esta realidad, ese edificio horrible de ahí afuera y la única forma de soportar el amor, las relaciones, la familia. Pero pensando algo más positivo, con el humor. El humor es la mejor salida. Es lo que nos deja ser libres. Reírnos de lo más horribles es lo que me da fuerza.

¿No le genera contradicciones trabajar en publicidad, que crea para vender, y en cine, que crea por el arte?

Me gusta mucho rodar. Necesito ver el mundo por una cámara y la publicidad me lo permite y con mucho dinero. Pero además muestro la visión que yo tengo de las cosas. A mí no me contratan para hacer publicidades de bancos o algo así. Trato de ser subversivo allí también. Quiero cambiar la publicidad, sobre todo porque llega a muchísima gente y a mí me apetece llegarle a muchos. La publicidad te la comes, es el capitalismo en su máxima expresión. Hay mensajes horribles en la publicidad, mucho machismo y misoginia, y tener la oportunidad de hacer publicidad con otro mensaje es muy satisfactorio.


¿Qué lugar ocupan las series en su vida?

No miro series.

¿Por qué?

Las series están alejando demasiado al público del cine, y en ese sentido soy bastante puritano y clasista. Las series están generando en el público la incapacidad de aguantar una película larga o algo que no tenga constantemente un giro en su trama. También creo que las series, cuando se alargan, tienen un solo cometido y es generar nuevo contenido para que la gente se haga adicta, y se pierden en lo que están contando. Simplemente se hacen porque tienen que seguir y seguir. El arte tiene que tener una conclusión, que no tiene que ser abierta o cerrada ni tiene que tener moraleja, pero creo que debe ser algo en sí mismo. Hay películas de 10 horas, por ejemplo.

La directora argentina Lucrecia Martel se refirió de una manera parecida a las series.

Lo leí y me pareció muy bueno. Creo igual que hablo desde mi personalidad. No tengo la paciencia para ver una serie. No soy capaz de terminar una serie. La única con la que pude fue Twin Peaks. Pero es David Lynch y él puede hacer lo que quiera. Es como que David Cronenberg o Pedro Almodóvar se pusieran a hacer una serie. Las miraría. Pero no creo que quieran.

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