Opinión > ANÁLISIS/ OSCAR BOTTINELLI

Lecciones desde Alemania

Sigue en Europa el desplome socialdemócrata y auge de la nueva derecha
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30 de septiembre de 2017 a las 05:00
El pasado domingo no hubo sorpresa alguna en las trascendentes elecciones alemanas, como no lo hubo meses atrás en Francia, en cuatro elecciones consecutivas: primera y segunda vuelta presidencial, primera y segunda vuelta parlamentaria.

En todos esos casos los resultados confirmaron los escenarios captados por las encuestas (y seguramente por ese éxito no fueron noticia). No es entendible la sorpresa de los medios ni por el suceso de la nueva derecha ni por el desplome social demócrata, ni por la fuerte caída cristiano demócrata/cristiano social.

Los tres fenómenos tienen por un lado causas especificamente alemanas, pero por otro lado no se diferencian sustancialmente de los similares procesos ocurridos en Austria, Países Bajos y con algunos matices, Francia. Fue impactante el fin del bipartidismo austríaco, en que ambos partidos tradicionales (popular/demócrata cristiano de un lado y socialdemócrata del otro) quedaron ambos fuera del balotaje presidencial, disputado voto a voto por una izquierda ecologista y una nueva derecha.

El desplome o al menos caída de la socialdemocracia o los socialismos o los progresismos europeos es un fenómeno cada vez más generalizado, que ha golpeado países donde han gobernado o sido la oposición por mucho tiempo: Austria, Bélgica, España, Francia, Italia, Países Bajos. Las dos excepciones en sentido opuesto han sido Portugal (donde los socialistas gobiernan en coalición con la izquierda poscomunista y la izquierda posmoderna) y el Reino Unido, con el fulminante ascenso del laborismo de Corbyn.

Los populares/democristianos resisten pero a un nivel muy inferior a sus fuerzas históricas. Basta con señalar que la alianza bipartidista detrás de Angela Merkel resulta la primera fuerza con un porcentaje bastante similar al del Partido Nacional de Uruguay en 2014, que resultó segundo. El primero de Alemania es igual a lo que fue el segundo de Uruguay.

Pero el gran fenómeno son las nuevas derechas. Al respecto convendría que los comunicadores manejaran un poco más los matices y se abstuviesen de generalizar el calificativo de neonazi a toda formación de derecha. Alternative für Deutschland (AfD) no es como tal una formación neonazi.

Según diversos estudios pre y post electorales, los votantes de inspiración inequivocamente neonazi representan entre el 1,5% y el 2% del electorado alemán y son por tanto entre la sexta y la octava parte del total de votos de AfD (12,6% del electorado).

Algunos elementos claros de diferenciación. El nazismo es por definición antisemita, AfD proclamó su no discriminación a los judíos y su apoyo al Estado de Israel. El nazismo es esencialmente machista y por tanto anti homosexual y partidario de que la mujer ocupe el lugar tradicional de ama de casa, esposa y madre de familia, además de familia numerosa. Afd apoya la libertad de orientación sexual y la libertad de la mujer; no en vano hay componentes lésbicos, gays y feministas en su formación. Lo mismo ocurre con el Front National de Marine Le Pen.

Lo que sí es claro es que la nueva derecha, o la vieja derecha reformulada como es el caso del Front National, es esencialmente xenófoba y racista. Pasa esencialmente por el rechazo a las poblaciones no europeas, árabes en Francia e Italia, turcos en Alemania.

Y un rechazo total y excluyente a los musulmanes. La nueva derecha identifica el Islam con el burka, con la mujer sometida, con los homosexuales apaleados o lapidados, con la cultura del más puro machismo. En tal sentido fue muy claro e impactante el spot publicitario de Alternative für Deutschland, llamando a elegir entre una Alemania de mujeres en bikini y una Alemania de mujeres en burka.

Merkel, la CDU y sus socios bávaros y más conservadores de la CSU, han sido penalizados por ese segmento ciudadano que se desplazó hacia Afd, a raíz de la apertura masiva a los refugiados del norte de África y Medio Oriente, en un país donde viene de atrás una creciente presencia turcomana, al punto que ya hay prominentes figuras de la sociedad alemana -en distintos planos- de origen turco nacidas en Alemania, y musulmanes.

A diferencia de Austria, España, Francia, Italia y Países Bajos, Alemania no exhibe una implosión del sistema de partidos, aunque sí un gran deterioro de la arquitectura tradicional de partidos, al punto de llegar a tener seis bloques partidarios en el nuevo Parlamento. Pero no escapa a la pérdida de credibilidad de los elencos políticos.

Hay que entender que el mundo basado en democracias de partidos se ve afectado por un conjunto de fenómenos nuevos que provocan reacciones no del todo previsibles en las sociedades. Que dan origen a distintos fenómenos políticos, electorales y societales. El cuestionamiento de los viejos marcos de representación y viejas formas de hacer política, a los elencos políticos, a los actos considerados de corrupción (o de aprovechamiento del poder, o avivadas, o conflictos de intereses) hacen crujir las bases de las viejas democracias de partido.

Las insatisfacciones por causas muy diversas que provocan los cambios en las sociedades, en el mundo, en particular las insatisfacciones económicas, la caída de los welfare state y los impactos de las nuevas tecnologías. A lo que hay que sumar en buena parte del mundo (Europa, Estados Unidos) los formidables impactos que generan migraciones masivas de culturas diferentes o al menos no exactamente iguales.

Hay que entender -por fuera de consideraciones valorativas- que la xenofobia es producto de impactos externos que cambian la percepción del mundo de quienes llegaron antes o están desde mucho antes, cambios para los cuales no están preparados y no han sido preparados.

Y hay que entender que todos estos fenómenos señalados, respecto a la política y los políticos, a la economía, a la tecnología, a los impactos migratorios, no son temas de tierras lejanas. Son temas que aquí todavía no se perciben en plenitud, pero que están llegando.

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