Lejos de la grieta, cerca de la fisura

Las redes sociales están que arden. Si bien no reflejan el estado de ánimo de toda la sociedad, parece que la ola de mal humor va creciendo. Adjetivo va, adjetivo viene, siempre un paso más allá. La discusión política se viene calentando y parecen esfumarse los consensos naturales. La cosa es entre la izquierda y todos los que rajen, sin concesiones, sin molestos y despreciables neutrales ni cabeza fría que los distraiga. Los asesinatos, rapiñas y bloqueos de avenidas con fines de hurto que se sucedieron el fin de semana pasada son síntoma de que los esfuerzos no alcanzan para contener a los delincuentes, cada vez más organizados y audaces. El inframundo va más rápido que la Policía y a más patrullaje y cámaras de video, los delincuentes responden con más violencia y planificación. Además, el tráfico de cocaína que sustituyó al de pasta base pone en juego a otra clase de matones y conflictos, que en buena medida parecen explicar las guerras entre bandas que terminan en peligrosos ajustes de cuentas. La opción de los militares podría ser el último recurso para custodiar en base a poder de fuego, pero difícilmente para resolver. ¿Soldados en las calles con armas largas como en Río o Florianópolis traen tranquilidad? Seguro sería síntoma de que todo se fue al demonio.

Las autoridades tienen ante sí la tarea de contener estos factores de inseguridad en medio de lógica incomprensión ciudadana y un ecosistema político hostil, en el que cada hecho luctuoso sirve para horadar al gobierno y al ministro del Interior. Ellos ya lo saben, la inseguridad es un factor político clave, potencialmente dañino desde el punto de vista electoral. Pero los defensores en las redes, que se preocuparon tanto o más de la difusión del video de un asesinato que por el crimen en sí, flaco favor le hacen al Frente, del mismo modo que los defensores a ultranza del dictador venezolano Nicolás Maduro.

Del otro lado están los que no le dejan pasar una al gobierno. Si bien al presidente Tabaré Vázquez le salió mal la jugada de acercarse a productores enardecidos luego de reunirse con los autoconvocados, buena parte de las críticas recibidas a posteriori están fuera de lugar. El presidente representa a todos, guste o no.

Vázquez reaccionó enojado frente al tono de las críticas recibidas y luego, desde la Presidencia, se divulgaron datos privados sobre uno de los interlocutores que lo desafió. El uso de esa información con fines políticos es lo más grave del episodio ya que de ahora en más la confidencialidad de la información que guarda el Estado quedó severamente en cuestión.

Mientras evitan los aplausos y apoyos al proyecto de Pedro Bordaberry para impedir a los gobernantes la contratación de familiares, los dos bandos buscan cualquier tema para pegarse, como luchadores de antiguos videojuegos.

Todos los expertos en seguridad afirman que el nivel de delincuencia en Uruguay es bajo en comparación con otras sociedades, como si ello pudiera disipar la intranquilidad en muchos barrios montevideanos. Otros, como el politólogo y periodista argentino Claudio Fantini, no ocultan su admiración respecto al amortiguador sistema político uruguayo, a su juicio lejos de la grieta argentina que genera odio e impide las conversaciones políticas en la mesa familiar (ver su libro Abadón).

Todo cierto, pero en Uruguay algo se viene fisurando. Los dirigentes máximos tienen responsabilidad en el tono de la discusión, sobre todo cuando ellos pueden frenar y abrazarse rápido. La inercia de las huestes es más brava de parar.