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Leonor Svarcas: la maternidad, la actuación y el tiempo fuera de pantalla

Después de la cancelación de Ponete cómodo, la actriz volvió a los escenarios con Buena gente y ensaya el regreso de la exitosa Las novias de Travolta
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09 de junio de 2018 a las 05:00
Leonor Svarcas entra al Su Bar –algo así como su oficina libre de niños a pocos pasos de su casa en Parque Rodó– y a la primera persona que ve es a Fernando Pereira, presidente del PIT-CNT. Se acerca y lo saluda con entusiasmo. Le cuenta que estrenó una obra de teatro, Buena gente. Lo alienta a ir. Unas semanas antes, su nombre fue verbalizado en la proclama que se leyó en el acto del Día de los Trabajadores. Y más adelante se lo volvió a pronunciar en el discurso inaugural del XIII Congreso del PIT-CNT.

A fines de 2017 la dirección de Televisión Nacional (TNU) decidió que Ponete cómodo, el programa que Svarcas conducía desde hacía cinco temporadas junto a Fernando Tetes y Diego Waisrub, se dejara de emitir. Svarcas estaba embarazada de ocho meses. Ponete cómodo era una realización de la productora Nepal, por ende, la conductora no tenía un vínculo de dependencia con el canal. Conclusión: no hubo indemnización ni alternativas.

Lo que quise fue exponer, desde mi rol de comunicadora que no es solo reírme y transmitir que está todo bien, es también decir la verdad y contar lo que sucede. Es una realidad de nuestro país y más allá de que me sucedió a mí quise exponer que no hay igualdad en todas las mujeres trabajadoras en temas de embarazo, lactancia y maternidad.

Svarcas tuvo a su hijo. El 2017 se convirtió en 2018 y en marzo apareció para sus más de 6.000 seguidores en Twitter un post con las siguientes líneas: "En Uruguay, en el rubro comunicación, en el que trabajo desde hace 10 años, una mujer puede quedarse sin trabajo con un embarazo a término, sin previo aviso, sin alternativas, sin respuestas, sin consecuencias. En nuestra TV Pública, a la vista de todos. #8M". Por eso Svarcas se reunió con el PIT-CNT y también con varias organizaciones feministas. Por eso su nombre aparece cuando se habla de derechos laborales y derechos de las mujeres. De todas formas insiste en que no quería que todo girara en su caso personal.

"Quería exponer una realidad de los medios y qué nos pasa a mujeres y a hombres. En el caso de la mujer está bravo porque hay una cuota de crueldad al no poder contemplar la situación que, de hecho, está contemplada por ley y es una conquista de las mujeres desde hace mucho tiempo. Lo que quise fue exponer, desde mi rol de comunicadora que no es solo reírme y transmitir que está todo bien, es también decir la verdad y contar lo que sucede. Es una realidad de nuestro país y más allá de que me sucedió a mí quise exponer que no hay igualdad en todas las mujeres trabajadoras en temas de embarazo, lactancia y maternidad. Sin embargo, es un país en el que el gobierno se jacta de promulgar y defender este tipo de asuntos. Me parece brillante y gracias a eso se lograron grandes avances: extender la licencia paternal, las medias horas para la lactancia, entre otros más. Lo que sucede es que, si no hay ayuda, esa exigencia de amamantar durante los dos años es muy difícil", explicó.

Ahora, Svarcas –41 años, madre de Rocco (3 años) y León (5 meses), los ojos azul océano, la sonrisa iluminada, las palabras firmes– no está más en la pantalla, pero está en el escenario. En abril estrenó junto a Gabriela Iribarren, Gustavo Suárez, Lucila Rada, Bettina Mondino y Guillermo Vilarrubi con la dirección de Álvaro Ahunchain Buena gente, del dramaturgo estadounidense David Lindsay-Abaire. Fuera de los horarios de función (la obra va los sábados a las 21 y los domingos a las 19.30 en el Teatro Alianza) y sin dejar de hacer piruetas con los horarios de la maternidad, ensaya Las novias de Travolta, el exitazo de Andrés Tulipano que vuelve al teatro en agosto con la puesta en escena de Gerardo Begérez.

Svarcas es primero actriz. Después vino todo lo demás. "Mi vocación es la actuación. Yo me formé como actriz, me siento más actriz que comunicadora. Los roles de comunicación fueron viniendo y los fui aceptando", reafirmó.

Cuando vas a tener un hijo necesitás conectar con lo que te está pasando, con el bebé, prepararte para el parto; es muy trascendente y lo tenés que respetar. Y si estás preocupada porque no tenés plata no lo podés hacer. Si además le sumaba exponerme, que me hicieran una nota, contarlo, era imposible.
El registro de Svarcas suele estar más vinculado al humor. En teatro, seguro. y en su faceta como comunicadora también va mucho por esa línea. En cine, por ejemplo, su papel en Gigante –la película de Adrián Biniez que ganó el Oso de Plata en la Berlinale– es mucho más sobrio. "No sé bien de dónde viene el humor. En mi casa, cuando era chica, se escuchaba mucho Leo Maslíah y también un poco de Les Luthiers. Creo que es una mirada frente a la vida. Me gusta el patetismo, me da gracia la ironía, el humor negro. Puede que también sea una autodefensa. Nunca pretendí ser humorista ni ir por ese lado, se fue dando. El drama, por ejemplo, me fascina. Ya de grande fui perdiendo las ganas de hacer humor solamente. Siento que en un momento me podría haber consolidado en el humor y yo misma me fui alejando. Me siento cómoda en el humor y me fluye, pero no podría ser exclusivamente humorista", explicó.

De hecho, cuando hay que hablar de asuntos que le importan Svarcas deja de lado el humor, habla sin eufemismos y lo hace con compromiso.

Demoró unos meses para hacer público el sentimiento que tuvo cuando Ponete cómodo se quedó fuera del aire. ¿Por qué?
Cuando me quedé sin trabajo me era imposible exponerme así. Lo podría haber dicho al aire porque todavía hacía el programa cuando me enteré. Primero hay toda una situación que implica que cuando exponés temas delicados todo el mundo opina. Nosotros –los que trabajamos en los medios– estamos acostumbrados y sabemos que hay una proyección de lo propio. Pero lo que pasa es que te llegan energías de todo tipo y cuando estás a punto de parir no necesitás someterte a eso. Por otro lado no quería usar el medio para contar algo que muchos iban a creer que era solo personal. Preferí hacerlo desde mis redes y desde otros lugares para que no quedara todo tan mezclado. Cuando vas a tener un hijo necesitás conectar con lo que te está pasando, con el bebé, prepararte para el parto; es muy trascendente y lo tenés que respetar. Y si estás preocupada porque no tenés plata no lo podés hacer. Si además le sumaba exponerme, que me hicieran una nota, contarlo, era imposible. Entonces cuando me sentí un poco más tranquila, todavía sin trabajo, pensé que era el momento para contarlo y que no pasara inadvertido.

Terminó hablando sobre su maternidad y, más allá de los comentarios negativos, generó mucha empatía entre mujeres.
Siento que las mujeres estamos un poco silenciadas. Y tenemos muchísimo para decir sobre lo femenino y sobre la maternidad. Nadie quiere decir que la pasó mal en el parto de un hijo, entonces por eso queda medio silenciado. En mi caso sigue siendo el momento más maravilloso de mi vida y nada podría opacarlo. Pero si lo pienso objetivamente y queriendo lo mejor para las mujeres pienso que tenemos que alzar más nuestra voz. Duele decir que alguien te maltrató, que alguien te hizo un chiste irónico, o alguien nos apuró, o alguien hizo una intervención médica sin explicarnos por qué. No me pasó a mí, pero les pasó a muchas que conozco, sucede, se sabe. Por eso para mi segundo embarazo tomé ciertos recaudos para asegurarme de que eso no fuera una lotería. Hay mucho para decir sobre cómo son las maternidades, cómo es la atención a las mujeres en los partos, sobre cuánto se puede elegir, sobre la violencia obstétrica que existe y está muy naturalizada y existe en varios niveles, desde el más mínimo gesto hasta los más atroces. No me siento para nada diferente, creo que si nos ponemos a hablar entre madres sentimos muy parecido. Quizá por mi trabajo yo lo digo más públicamente.


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