Fuerza desconocida de la que se cree que actúa de forma inevitable sobre las personas y los acontecimientos; desarrollo de los acontecimientos que se considera irremediable y no se puede cambiar". Esa es la definición que da el diccionario de la
palabra "destino". Pasamos la vida entera intentando saber si nacimos con un destino que incluye desde el inicio el punto de llegada de nuestra existencia. Pensamos que nos casamos con alguien o que trabajamos en un lugar y no en otro por decisión del destino, etc. Tal como la propia definición lo destaca, la fuerza a la que invocamos en nuestra definición es "desconocida" y tendría un poder "inevitable".
En forma regular, como casi a diario, la realidad aporta casos de destinos cumplidos de la manera menos prevista, como si el destino fuera, igual que una película, algo derivado de una fuerza abstracta donde lo más inverosímil puede cumplirse. El viernes pasado, a las diez y media de la noche, una treintena de personas comenzaba a respirar tranquilas tras sobrevivir un terremoto de magnitud 7.2 en Jamiltepec, estado mexicano de Oaxaca. De pronto comenzaron a oír un ruido extraño, cada vez más potente, aproximándose.
La mayoría, confundida por las consecuencias del
sismo, recién reaccionó cuando tenía la amenaza encima y era imposible escapar. Por razones aún desconocidas, el piloto del helicóptero Black Hawk de la
Fuerza Aérea Mexicana, en el cual viajaban el secretario de Gobernación y el gobernador de Oaxaca, quienes iba a visitar la zona destruida por el terremoto, perdió el control del aparato cuando intentaba aterrizar, cayendo sobre el grupo de personas. Murieron 14 y 16 resultaron heridas. Recién después de realizadas las pericias pertinentes podrá saberse si la desgracia pudo haberse evitado. Los familiares de los muertos siguen sin comprender la lógica del suceso y están viviendo una película de horror en la cual la verdadera acción ocurrió después de que el miedo parecía haber pasado, pero no, pues a continuación del terremoto la muerte llegó con otra forma, la menos esperada, dadas las circunstancias. Al destino, a sus blindados enigmas, lo cargamos de preguntas para las cuales, tal cual sabemos, carecemos de respuestas y certezas.