Opinión > ANÁLISIS/ NELSON FERNÁNDEZ

Los blancos en la liturgia de la Patria Gaucha

Cuando los enredos internos eclipsan un tiempo auspiciante para el nacionalismo
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10 de marzo de 2018 a las 05:00
Un fogón, guitarra y carne al fuego, ponchos, reivindicación del hombre de campo, emotividad de recuerdos de batallas libradas por principios y valores estrechamente ligados a la liturgia blanca, todo eso despierta un sentido de unidad en un partido caracterizado por resolver sus disputas ventilando encontronazos, y exponiendo diferencias por pequeñas que sean.

La "Fiesta de la Patria Gaucha" nació en Tacuarembó en febrero de 1987 y el fogón ganador de aquella primera competencia se llamaba "Refugio de los Gauchos". Desde entonces, aunque el encuentro es abierto, masivo, y con concurrencia de dirigentes de todos los partidos, la noche de viernes de esta fiesta se ha convertido en un "refugio de blancos".

Y en ese ámbito "blanco como hueso de bagual" los dirigentes del Partido Nacional sienten una presión a la unidad, que a veces les resulta esquiva. Pero esa unidad no se logra con brindis de una noche ni con expresión de deseos.

Curiosamente, esta Patria Gaucha 2018 encuentra al Partido Nacional en un buen momento de su historia, pero en un mal momento para su interna. Y lo segundo, termina eclipsando lo primero.

Los blancos han logrado quedar en la proa de una embarcación que trae una tripulación variopinta convertida en alternativa al partido político que es el mayoritario desde 1999, y que gobierna tres períodos seguidos, con chance a uno cuarto.

Ese Frente Amplio acusa cierto desgaste, pero se confía en que no hay adversario en el horizonte cercano como para desplazarlo del poder. Hay una creencia de que el Frente Amplio no puede perder, porque los otros no pueden ganar.

Los datos de opinión pública y la combinación con registros electorales generales o internos, no convalidan una afirmación de esa naturaleza.

El pesimismo económico (pese a la continuidad de crecimiento), la desaprobación de gestión gubernamental (que se da desde la primavera de 2015), la baja de popularidad de líderes frentistas en un caso, o el aumento de rechazo en otros, la pérdida de militantes y adherentes, el desgaste por críticas internas muy duras, entre otros factores, muestran a un Frente que ha perdido fortaleza. Y las inquietudes y preocupaciones de la opinión pública reflejan un aire de cambio.

El Frente ha encontrado un candidato potente, con un currículum político que combina militancia, liderazgo sindical, labor legislativa (senador), ejecutiva (presidente de un ente y ministro), capacidad de atraer votantes y de salir victorioso (ganarle a Topolansky, "Pepe" y todo el MPP, y a la vez a la oposición de blancos y colorados unidos), y la conducción del gobierno de Montevideo que tiene la mitad de la población.

Sean los líderes históricos o Martínez, la izquierda tiene candidato fuerte. Pero el partido está más complicado de lo que parece. Y se ha quedado sin chance de sumar aliados, porque varios casos (ANCAP, Venezuela, entre otros) alejaron demasiado al Partido Independiente de un posible acuerdo (su inclinación será seguramente a otro tipo de acuerdos).

En una disyuntiva entre continuidad (con renovación, profundización o con el componente esperanzador que se lo quiera presentar, pero siempre con los mismos colores) y cambio (por algo diferente), el estado de situación sugiere que hay cierto viento a cambiar.

No es esperable una caída fuerte del Frente Amplio, pero el saldo neto del trasiego de votos de un partido a otro, aparece desfavorable para la izquierda. La captación de voto juvenil puede compensar eso, y la depuración de padrón por fallecimientos puede ser neutra, pero no se precisa un corrimiento masivo para que el Frente pierda el gobierno (los datos con números los manejé en el libro El voto del agua tibia).

El ropaje gauchesco que tan bien les sienta a los blancos, no lo acerca nada al votante urbano y del centro político que precisan, pero da chance para recuperar unidad
El ropaje gauchesco que tan bien le sienta a los blancos, no lo acerca nada al votante urbano y del centro político que precisan, pero les da una chance para recuperar unidad. No les será fácil, porque el Partido Nacional nació dividido en dos corrientes (una más liberal y otra más dirigista estatista), que se vislumbraron en la asamblea fundacional realizada en el Circo San Martín aquel 27 de marzo de 1887.

Ya en mayo de ese año tendrían dos Directorios enfrentados, uno presidido por Juan José de Herrera y otro por Julio Carlos Pereira.

Hoy tienen uno solo, pero ahí no están los líderes. ¿Están mal los blancos? La respuesta no es generalizada. Las corrientes se han desdibujado y hay herreristas de un lado y otro, y wilsonistas (o con sello del viejo PNI o la ex UBD) en ambos troncales.

Este período arrancó con las dos corrientes y con cierta paridad.

"Todos" arrancó con 6 senadores y 16 diputados.

"Alianza" comenzó con 4 senadores y 16 diputados.

De los 12 intendentes blancos, 8 eran del grupo de Jorge Larrañaga y 4 del sector de Luis Lacalle Pou.

La competencia podría haber sido pareja, pero intendentes de Alianza quisieron armar grupo propio, y sin tener otro líder visible, desgastaron ante la opinión pública al que tenían.

Una senadora y dos diputados dejaron esa corriente, y de los ocho intendentes sólo dos siguen leales a Larrañaga (Soriano y Colonia).

El intendente de Maldonado, Enrique Antía, anunció a su gente que está dispuesto a postularse.

La senadora Verónica Alonso está en esa carrera desde antes.

Si van tantos candidatos por una corriente, favorecen a la otra. Si al final no van, habrán desgastado inútilmente al líder más fuerte de ese andarivel.

Esa fragmentación en la corriente "UBD" o "wilsonista" proyecta a la opinión pública una imagen de blancos peleados, que de alguna manera afecta a todo ese partido.

La noche de la "Patria Gaucha" los encuentra en un tiempo favorable, pero con una de sus corrientes demasiado enredada. Los nacionalistas ganaron cuando tuvieron unidad y armonía entre corrientes fuertes.

Para 2019 no irán solos, sino en cierta articulación con colorados e independientes; pero sin resolver enredos internos, es difícil lograr aliados tanto para ganar como para gobernar.

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