"Mi enfermedad es como una bomba que no se sabe cuándo va a explotar". Eduardo tiene 31 años y hace uno y medio que le diagnosticaron esclerosis múltiple. Esta patología degenera el sistema nervioso central y si bien no es mortal, quienes la padecen pueden quedar inmóviles. Su neuróloga le recomendó Fingolimod –un medicamento considerado de alto costo– que podría detener los "empujes" de la enfermedad, pero Eduardo no puede hacer frente al precio de ese tratamiento, por lo que fue a la Facultad de Derecho de la Universidad de la República (UdelaR) a pedir ayuda.
¿Por qué alguien que necesita un fármaco acudiría a estudiantes universitarios? En la sede central de la UdelaR funcionan los consultorios jurídicos de la carrera de abogacía. Allí, los estudiantes de sexto año –que están próximos a graduarse– cursan la materia Forense III y reciben casos reales para adquirir práctica profesional. El trabajo se realiza en conjunto con los docentes, que ayudan a los alumnos, y sacan adelante distintos tipos de juicios: desde un divorcio hasta un recurso de amparo al Ministerio de Salud Pública (MSP) o al Fondo Nacional de Recursos (FNR) por medicamentos de alto costo.
Ese día Eduardo viajó desde Colonia a pedirles ayuda, porque quiere que el MSP le pague el tratamiento que necesita. Si los estudiantes no le consiguen el fármaco por la vía administrativa –es decir, a través de una ordenanza para que las autoridades consideren su caso–, tendrán que hacerle un juicio a la cartera.
Son 40 los alumnos en la clase de Ceretta, pero hay 19 grupos más en Montevideo y cuatro en el interior del país. Los estudiantes no solo trabajan con consultas nuevas. Además heredan casos del año anterior que aún no fueron resueltos porque los procesos judiciales muchas veces exceden el año lectivo. Durante el receso académico –que va de diciembre a marzo– trabajan en los consultorios aquellos que no aprobaron el curso, por lo que los casos nunca quedan desatendidos.
Los jóvenes solo pueden recibir consultantes con ingresos de hasta $ 30 mil, porque si no sería competencia desleal para los profesionales que ya egresaron. La materia es obligatoria para todos los estudiantes que aspiren a recibirse de abogados y la modalidad de trabajo es similar a la de un estudio jurídico, solo que reciben ayuda y asesoramiento del cuerpo docente.
La dinámica siempre es la misma: los estudiantes reciben al consultante –que se sienta delante de la clase–, la persona cuenta su caso y los jóvenes y los profesores le hacen preguntas. Una vez que la situación quedó clara, le piden que se retire y le avisan que en unos minutos irán los alumnos que se encargarán de su caso. Cuando Eduardo salió del salón, los docentes les dieron más explicaciones a los estudiantes sobre la esclerosis múltiple y les contaron acerca de experiencias anteriores sobre amparos al MSP por Fingolimod. Ceretta preguntó quién quería representar al hombre y una alumna –que había hecho muchas preguntas mientras el consultante estaba en la clase– enseguida levantó la mano. Ella será de ahora en más quien ayude a Eduardo a conseguir el tratamiento que necesita para detener los empujes de su enfermedad.
"Andá y pedile sus datos, pero explicale que acá solo damos los juicios por ganados cuando el paciente recibe el medicamento", le advirtió Ceretta a la joven antes de salir. El manejo de expectativas de los consultantes es algo con lo que los jóvenes deben lidiar durante la materia, ya que las personas suelen pensar que los estudiantes ganarán los juicios. Sin embargo, no siempre es así.
Ceretta dijo a El Observador que son más de 40 los juicios que los alumnos le ganaron al MSP o al FNR por medicamentos o procedimientos de alto costo. No obstante, también les tocó perder y no pudieron acceder a la prestación que el consultante necesitaba.
En ese sentido, destacó el compromiso de la UdelaR, como universidad pública, con los problemas que afectan a la sociedad. Además de la carga horaria del curso, los estudiantes tienen que hacer el seguimiento de los expedientes, armar los escritos, preparar las audiencias e ir a esas instancias.
Los casos con los que trabajan son variados, ya que hacen amparos por fármacos para cáncer de riñón, hepatitis C, esclerosis múltiple, entre otros. Además, ganaron juicios por implantes cocleares para oídos y válvulas aórticas para el corazón.
A media hora de que terminara la clase llegó José, que padece hepatitis C y necesita un tratamiento con antivirales que cuesta US$ 28 mil. Los estudiantes escucharon su caso y los docentes le asignaron dos alumnos, que intentarán durante todo el año que José se salve de la cirrosis.
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