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Macri recurre al "banco de suplentes" para congraciarse con Carrió y los mercados

Elisa Carrió le subió el precio de su apoyo político, y los empresarios del "círculo rojo" expresan agotamiento por las políticas de sus principales ministros
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19 de junio de 2018 a las 05:00
Mauricio Macri dejó en claro la dimensión de su crisis política: ni los problemas tenían como principal causa los factores externos, ni la turbulencia del mercado financiero se terminaba con el préstamo del FMI, ni el gradualismo estaba asegurado. Es seguro que hoy el Presidente no se animaría a repetir la frase de su discurso del 1 de marzo ante el Congreso: "Lo peor ya pasó".

Los acelerados cambios de los últimos días son, más bien, una demostración de que cambió drásticamente el diagnóstico. Tanto que la principal tarea a la que está abocado el Gobierno es evitar que lo peor sea lo que esté por venir.

Es difícil, por estas horas, resistir la tentación de comparar a Macri con el infortunado Jorge Sampaoli. En las redes sociales, en las notas periodísticas y en los comentarios de café surge en forma espontánea el paralelismo: cuando un equipo logra resultados frustrantes, corre riesgo de que la cosa empeore y empieza a perder el apoyo y la tolerancia del público, es cuando el director ve reducir su margen de maniobra.

Es entonces que, ya sea por convencimiento o por imposición externa, sobrevienen los cambios. En el mejor de los casos, se logra –aunque sea momentáneamente- encapsular los problemas en los "culpables" a los que se acaba de defenestrar y, de esa forma, se recupera confianza tranquilidad para buscar una mejora de resultados. Y, si tampoco los cambios resultan, al menos se habrá ganado tiempo.

Macri, en definitiva, está moviendo el banco de suplentes. Y es probable que no en todos los casos lo haya hecho por iniciativa propia.

Sí parece haber sido ese el caso en el pedido de renuncia a Federico Sturzenegger. Para Macri, como para todo el mercado financiero, había quedado claro que el titular del Banco Central había perdido credibilidad y que se necesitaba un perfil totalmente diferente al mando de la entidad monetaria.

"Toto" Caputo había hecho goles importantes, sobre todo al conseguir los u$s3.000 millones de dos grandes fondos globales en un momento crucial.


El precio de la alianza con Carrió


En cambio, no queda tan claro que los alejamientos de Juan José Aranguren y de Francisco Cabrera hayan traído alivio al Presidente.

Más bien, las primeras señales apuntaban a que se trataba de sacrificios ofrendados a diversos garantes de la gobernabilidad.

En primer lugar, naturalmente, a Elisa Carrió, la principal aliada política de Macri. La influencia de "Lilita" excede ampliamente su caudal electoral: erigida en su rol de intérprete de la clase media de los grandes centros urbanos con sentimiento antiperonista, ella es quien desde hace tiempo marca los límites a las políticas de Cambiemos.

Después de todo, fueron sus críticas las que dispararon la crisis política respecto de los ajustes tarifarios en los servicios públicos. Y, por más que el proyecto de ley que aprobó el peronismo haya sido vetado, quedó en evidencia que Carrió no estaría dispuesta a permitir un sendero drástico en ese sentido, justo en un momento de repunte inflacionario.


"Lilita" nunca había ocultado sus reparos de índole personal hacia la figura de Aranguren. Durante el recordado episodio en que el ministro confesó mantener sus ahorros fuera del país por considerar que todavía no había condiciones para traerlos de regreso, la diputada había insinuado que lo hubiese expulsado inmediatamente del gabinete en caso de ser ella la presidente.

Una postura que contrastaba fuertemente con la de Macri, quien siempre se empeñó en defender a su funcionario más resistido por la oposición. Cuando a comienzos de su mandato quedó evidente que el kirchnerismo lo había elegido como villano a combatir, con una campaña que intentó imponer el eslogan "Chau Aranguren", el Presidente comenzó a elogiarlo en público y a reforzar su discurso pro ahorro energético.

Por eso, la salida de Aranguren tiene todo el aspecto de ser resultado de un pacto político. Por un lado, es el precio para el mantenimiento de la alianza con Carrió, que en las últimas semanas acumuló nuevos motivos de enojo con el macrismo, incluyendo el tratamiento legislativo del proyecto por la despenalización del aborto.

Fiel a su estilo, Carrió primero criticó y amenazó en público y luego recompuso con Macri en privado. A la salida de su reunión, intentó llevar tranquilidad con la promesa de que "el dólar va a bajar", todo una señal de que se había discutido con el Presidente el ajuste al rumbo económico.

Y luego, en la noche del sábado en que los sorprendidos argentinos suspendieron sus polémicas sobre Lionel Messi para empezar, otra vez, a hablar de política, llegó una confirmación. Carrió escribió un sugestivo tuit inmediatamente oficializados los cambios en el gabinete: los celebró y los calificó de "imprescindibles".

La lectura entrelíneas era clara: el deterioro de la economía había "devaluado" el margen político del Presidente y, en consecuencia, el precio del apoyo político brindado por Carrió había subido.

El agotamiento en el "círculo rojo"


Claro que hay, además, otros jugadores que explican los cambios. Tanto Aranguren como Cabrera tenían fuertes críticos en sus respectivos sectores.

El ministro de Energía estaba enfrascado en una complicada negociación con las petroleras en torno al precio del petróleo y las naftas. El drástico cambio de política –en pocos meses se pasó de un mercado desregulado a una súbita re-regulación con reminiscencias del kirchnerismo- exacerbó los ánimos entre los empresarios del sector.

Y Cabrera, cuyo principal activo político parecía ser su relación amistosa con Macri, tenía aun menos argumentos defensivos. Los industriales jamás le perdonaron el haberlos calificado de "llorones" a comienzos de año, cuando las empresas advertían sobre el deterioro competitivo y la acelerada caída del consumo.


El ahora ex ministro de la Producción intentaba minimizar la gravedad de los déficit récord en la balanza comercial con argumentos que no lograban traer tranquilidad.

Cabrera, ante la contundencia de las cifras, afirmaba que no había un problema de competitividad, porque "hoy se importan en su mayoría máquinas y bienes de capital y un menor porcentaje es de bienes de consumo".

La realidad es que la ola de importaciones no parece entusiasmar a ningún economista en el sentido de esperar un boom productivo gracias a la fuerte entrada de bienes de capitales e insumos industriales.

A esta altura, las incógnitas pasan por saber si los recambios se frenarán aquí o si se volverá a mover el banco de suplentes. Los rumores son crecientes y se menciona con insistencia al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, como otro que está en la lista personal de "Lilita".

En gran medida, esa respuesta se tendrá en los próximos días, cuando se vea la reacción del dólar ante el debut de la nueva plana del Banco Central. Ello explica también la premura con la que se anunció, en pleno fin de semana, el movimiento en el gabinete.

Por lo pronto, la alineación del equipo luce varias caras nuevas, y la promesa de un nuevo funcionamiento más enfocado y coordinado. La desventaja de Macri es que, a diferencia de Sampaoli, en la economía no se puede contar con un Messi que gane el partido con una jugada salvadora.

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