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Marsalis trajo días de jazz a la ciudad

El trompetista estadounidense tocó con su banda por todo lo alto en dos noches en el Solís; además, realizó talleres, recibió libros y se animó hasta con el candombe
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27 de marzo de 2015 a las 19:50

A lo largo de esta semana, Montevideo estuvo surcada por sonidos de trompeta. Wynton Marsalis, considerado como uno de los mejores trompetistas vivos del planeta, se paseó por la ciudad, realizó talleres y hasta se animó a improvisar un candombe a la uruguaya.

El virtuoso trompetista nacido en Nueva Orleans llegó a Uruguay en este principio de otoño para darle a los vientos locales de la estación el toque sutil de los bronces de su orquesta. Porque Marsalis y su banda le pusieron jazz del mejor al adusto Teatro Solís.

En clave futbolera, Marsalis es una gran estrella que ahora es director técnico. Por ende, cuando sale a la cancha recibe el aplauso unánime de todo el estadio, en este caso, el Solís, donde jugaron esta semana en dos fechas sucesivas (lunes y martes) sus dirigidos.

El equipo, la Jazz at Lincoln Center Orchestra (JLCO), de la que Marsalis es director artístico y que está compuesta de trece músicos de enorme talento, se lució. Cuando la pelota se iba afuera, el gran técnico la dominaba y hacía un taquito o una pirueta. Con eso llenó el ojo y, sobre todo, el oído de quienes fueron a ver y escuchar al mito viviente.

Porque Marsalis y su trompeta eran el nombre y el instrumento que convocaron las noches de jazz al más alto nivel. Pero la verdad es que, más allá de su gigante dimensión en el mundo del jazz, Marsalis tocó poco. Sentado desde la tercera fila de la formación sobre el escenario, que comandaba una primera línea de saxofones y una segunda línea de trombones, Marsalis fue más el director y presentador de la big band que su solista virtuoso.

El formato de las presentaciones de la JLCO está pensado para el lucimiento grupal más allá de lo individual. Por eso fue que cada uno de los integrantes de la orquesta tuvo su momento dorado, su principalidad en medio de un repertorio que recorrió diferentes épocas y estilos, y que contó con composiciones de dos de los músicos presentes, además de Marsalis.

Cuando se repasa la formación de la JLCO, se encuentran nombres del calibre del saxo alto Ted Nash (hoy con 55 años, con una traza muy similar a Clint Eastwood), el contrabajista cubano Carlos Henríquez, Victor Goines, otro saxo tenor y clarinete que brilló en las dos presentaciones, o Sherman Irby, saxo alto que supo tallar hace años junto al genial Roy Hargrove.

Maestro del jazz

En su carácter didáctico, recorriendo diferentes caminos dentro de los corredores de paredes invisibles del jazz, Marsalis y la JLCO citaron a Duke Ellington varias veces al escenario. Antes de cada tema, como un auténtico maestro de jazz, Marsalis daba las explicaciones del caso, datos sobre el compositor o la significación del tema y del estilo.

Así desfilaron también creaciones de nombres grandes, como Count Basie, una hermosa composición de Marsalis en homenaje a la Abysinian Church de Harlem, así como un acompañamiento para el poema God’s trombones, del poeta negro James Weldon Johnson.

Una obra de su hermano Branford Marsalis también sonó en el repertorio, así como Chick Corea, una obra del cubano Henríquez que fusionó jazz y ritmos caribeños. El final, con una típica tonada fúnebre de Nueva Orleans, culminó con un coro de silbidos de los músicos que fueron bajando su volumen hasta que el último susurro se perdió entre las butacas de la platea y dio paso a un cerrado aplauso de pie del público.

En la función del lunes se realizó un homenaje al saxofonista uruguayo Alberto “Fino” Bigert, que compartió escenario con la JLCO.

En esa misma función, el primer bis se produjo con el regreso de Marsalis, Henríquez, el genial baterista Ali Jackson y el prolijo pianista Dan Nimmer. Allí, en esa intimidad y con el trompetista sentado de forma distendida en un taburete, se escucharon las notas más notorias de Marsalis. Por algunos instantes su trompeta quedó libre de orquestación y se escuchó límpida en el ambiente del Solís. Y entonces, fuera del ensamble, encontró los canales de la emoción acústica que todos habían ido a buscar.

Por su parte, la función del martes tuvo un aire lectivo, que se reflejó en un repertorio que repasó obras destacadas de nombres grandes del jazz, en un espectáculo dividido en dos partes separadas por un breve intermedio.

Como el día anterior, Marsalis presentaba las obras, detallando el año de creación, el aporte que había realizado al género y los cambios que la banda había efectuado sobre esa composición, ya que la mayoría consistían en arreglos de miembros de la banda sobre obras de músicos como Thelonius Monk, el nombrado Ellington y Dave Brubeck.

El recorrido fue completo, con pasajes lentos y casi bluseros, hasta marchas cargadas de swing que transportaban al espectador de Montevideo a Nueva Orleans.

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