Nacional > EXJEFE DE POLICíA DE CERRO LARGO

"Me da vergüenza ver policías comiendo bizcochos en la calle"

El exjerarca dice que la policía perdió "capacidad profesional y vocacional" por apostar en los últimos años a una mala selección de nuevos agentes
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18 de mayo de 2018 a las 05:00
El caso de José Adán Olivera, el exjefe de policía de Cerro Largo, es raro. En un momento en que todo el país está alarmado por la ola de inseguridad, Olivera cosechaba en su departamento una adhesión que muchos funcionarios querrían para sí. Sin embargo, en marzo fue cesado por el ministro del Interior Eduardo Bonomi.

Luego de despedido, "Cacho", como le dicen en Melo, recibió apoyos del intendente Sergio Botana y de ediles oficialistas y opositores. El día que abandonó la Jefatura de Policía más de cien personas lo esperaron en la vereda para aplaudirlo.

Bonomi explicó el cese de Olivera aduciendo que había decaído el decomiso de drogas y el combate al contrabando y al abigeato. Que se le había reclamado que mejorara y no lo había hecho.

En diciembre de 2016 la Jefatura de Policía de Cerro Largo había sido premiada por su labor por el propio Ministerio del Interior.

El pedido de una entrevista a Olivera se realizó antes del "escándalo Layera", pero por diversos motivos la conversación se fue postergando y se concretó recién el lunes.

El cesado Olivera tiene una historia policial ejemplar. Egresó de la Escuela Nacional de Policía en 1977. Su primer destino fue la seccional primera de Melo, donde ascendió hasta subcomisario. Luego se desempeñó diez años como jefe de la Dirección de Investigaciones del departamento. De allí pasó a Interpol y luego fue agregado policial en la embajada de Estados Unidos, donde trabajó con personal del FBI en investigaciones de lavado de activos. Por razones familiares regresó a Cerro Largo donde tuvo una carrera ascendente hasta ser designado jefe de Policía en 2012.

¿Cuál diría que fue el eje de su gestión?

Desde que fui un mando medio, cuando asesoraba a los jefes, siempre mi estrategia fue la de una fuerte presencia policial. Y como jefe de Policía aposté a eso. Creo que es la mejor forma de prevención y disuasión. Mi comando, además, lo formé con gente de acá, por lo que lo llamaban el "comando Baqueano". Me importaba que fueran policías con conocimiento cabal del departamento. Dos de los integrantes de ese "comando Baqueano" fueron promovidos por el Ministerio del Interior para ser jefes en otros departamentos.

"Layera me hablaba de "tu chacrita" y yo le decía que sí, y con mucho orgullo, que era "mi chacrita", porque la tenía intacta: losdelitos venían bajando y nos habían premiado por nuestro desempeño"

Le achacan no haber combatido el ingreso de drogas desde Brasil.

No es verdad. Al asumir reforcé la investigación de los hurtos y el narcotráfico. Cuando asumí la brigada de narcóticos local no tenía ni siquiera un vehículo. El jefe de Policía tenía una camioneta y un auto para su uso personal. Y yo le di la camioneta a la brigada de narcóticos.

Pero le han cuestionado decomisar poca droga.

Sí. Me dijeron que el combate al narcotráfico había disminuido, que había fracasado, que los esfuerzos no eran muy buenos. Yo pedí al Observatorio de la Criminalidad las cifras: en mi administración hubo más de 250 procesados por narcotráfico, en cinco años y poco. Fueron decomisados entre diez y 15 vehículos de alta gama cuando pretendían ingresar con droga y se incautaron 1.500 o 1.600 kilos de marihuana a partir de 2014. A eso hay que sumarle lo incautado en 2012 y 2013, pero las cifras no están. Hicimos hasta una incautación de 600 kilos. Así que no es real que me echaran por no combatir el narcotráfico.

¿Por qué Bonomi dice eso entonces?

No lo sé. El propio ministro nos pidió que apuntáramos a las bocas, a la venta al menudeo de la droga. Y cerrábamos 30 o 40 bocas por año. De los 250 procesados por narcotráfico de estos años, más de 200 fueron por la venta local. Y cada vez que se procesaba a una de esas personas, se cerraba una boca, que son receptáculos de todo lo que se roba. Por eso también bajamos el hurto en cifras importantísimas, lo que llevó a que nos premiaran. Cerramos 2017 con una baja de 40% en las rapiñas y 20% en el abigeato. Todavía no hemos podido descubrir por qué nos sacaron. Las propias autoridades han reconocido que la droga entra por Rocha. Cerro Largo no es ni era la principal ruta.

¿Y el contrabando?

Se hicieron procedimientos importantísimos para desviar camiones de ropa, cigarrillos y otras mercaderías que iban de los free shops a Brasil, como una venta simulada. Miles y miles de dólares. Respecto al contrabando que ingresa al Uruguay, es una tarea conexa a la policía pero es una función fundamental de la Aduana. Nunca consideré que fuera prioridad controlar el ingreso de mercadería a Uruguay, y siempre dediqué los escasos efectivos disponibles a combatir los robos, las bocas de droga y el abigeato. Aún así, hicimos grandes operativos en apoyo de la Aduana. Se me cuestiona la falta de control sobre los ómnibus y los motoqueros, los quileros que van en moto, que es una forma de trabajo en Cerro Largo. Debe haber 100 motoqueros que asiduamente cruzan la frontera y traen combustible y otras mercaderías en sus motos. Cuando estábamos en un control y llegaban, lamentablemente para ellos había que hacer los procedimientos. Pero lo que no hice fue destinar personal que anduviera por los caminos deteniendo a los quileros. ¡No, no y no! El personal que tenía prefería desembarcarlo en las calles de Melo, de Rio Branco, de los centros poblados, más algún patrullaje rural, para prevenir el hurto y el abigeato.

"Perdimos al joven que en una zona rural los conocía a todos: al bueno, al malo y al regular. Perdimos también al policía vocacional. Se han aumentado mucho los sueldos y se acerca mucha gente que solo viene en busca de un buen empleo"

Los quileros son una parte de la historia de Cerro Largo que a usted le toca de cerca.

Yo vengo de una familia de policías. Mi padre fue policía, pero falleció cuando yo tenía cinco años. Y mi mamá se puso a trabajar en los ómnibus. Era quilera de ómnibus, hacía dos viajes por día. Eso permitió que sus cinco hijos estudiaran y que yo llegara a jefe de Policía. Mal puedo subirme a los ómnibus a complicar a los quileros. He sido comprendido y también criticado por esto.

¿Usted tenía choques con las autoridades del ministerio y la policía en Montevideo?

El director de la policía nacional, Mario Layera, tiene una visión con la que yo nunca coincidía. Se da una visión estratégica para todo el país de cómo tiene que ser el accionar policial. Y está perfecto que haya una línea estratégica general. Pero lo que él nunca entendió es que acá seguimos la estrategia nacional, pero también hacíamos cosas propias del departamento. A la manera de Cerro Largo. Aplicábamos el conocimiento del lugar y del vecino. Poníamos una presencia importante de policías recorriendo el centro de Melo. Yo les pedía a los policías que recorrieran y hablaran con los comerciantes. Yo mismo lo hacía. Al policía que estaba en la puerta de la Jefatura diciendo buenos días a los que entraban, lo saqué de ahí y también lo mandé a la calle. Y en la noche hacía que todos los vehículos policiales circularan con los intermitentes prendidos. Entonces aquel que estaba con intenciones de robar y veía a unas cuadras el patrullero con sus luces prendidas, ya desistía de hacerlo.


¿Qué es lo que no se entendía en Montevideo?

Layera me hablaba de "tu chacrita" y yo le decía que sí, y con mucho orgullo, que era "mi chacrita", porque la tenía intacta: los delitos venían bajando y nos habían premiado por nuestro desempeño.
Habló de los escasos efectivos de que disponía. ¿Le faltaba gente?

Mucha. Desde marzo de 2015 no había habido ingresos en la policía de Cerro Largo. Tenía más de 40 vacantes. Ahora deben ser más. Hay comisarías que tienen dos o tres efectivos: una vergüenza.

Layera, en una entrevista con El Observador, dijo que no hay coordinación entre la policía y otras instituciones, como el Mides o la ANEP. ¿Eso pasa también en Cerro Largo?

Nosotros teníamos una relación muy estrecha y una comunicación permanente con el Mides. El Mides nos decía qué chicos no iban a clase y nosotros a partir de ahí hacíamos un seguimiento. Pero no por desconfiar que fuera un criminal, sino en apoyo a la familia. Tenía oficiales participando en distintas comisiones, con el Mides y la Intendencia. La policía sola no puede y estas coordinaciones son importantes. Pero se ve que en Montevideo no lo consiguen, por lo que dijo el director de la policía.

Otra crítica que se le hace al ministro Bonomi es la de haber quitado autonomía a los comisarios y policías locales. ¿Es así?

Eso acá no se aplicó. Nosotros nunca les quitamos poder a los comisarios, y los dejamos muchos años en el cargo. En Montevideo el error es haberle dado mucho mando a gente muy joven. Hay comisarios y gente con mucho poder de decisión y muchos hombres a su cargo sin la experiencia necesaria. Hay gente muy joven comandando la policía. Es muy linda la frase, la palabra bonita y la tecnología, pero si no pueden pinchar un celular no se aclara nada. Y no se puede vivir solo del celular. Hay muchas líneas investigativas que pueden aclarar un caso. No puede ser que la única posibilidad sea estar sentado en una oficina escuchando un teléfono a ver si tenemos éxito. Acá nosotros cultivamos otros métodos. El informante. El policía que frecuenta cierto ambiente sin ser devorado por él. Ahí se consigue el dato, la información. Parece que, según lo que dice el propio director de la policía, son cosas que en Montevideo se han perdido.

Cuando dije que iba a empezar a controlar, el propio Julio Guarteche me llamó y me dijo: mirá, de parte de Fulano, dice que apliques cintura. "¿Entendés?", me preguntó. "Entendí perfecto", le dije.

Hoy la policía mejoró mucho sus salarios, está mejor en cuanto a tecnología, tiene un mayor presupuesto. Y sin embargo hay una inseguridad creciente. ¿Cómo lo explica?

Hay un problema en la selección de los policías. Se ha apostado al criterio de que cuánto más estudios se tengan, cuánto más avanzado en Secundaria o en estudios terciarios esté el postulante, más puntaje consigue para acceder a la policía. También da puntos manejar la tecnología. Se ha apostado a una perfección intelectual y cultural del policía. Pero se ha perdido al baqueano. ¿Qué joven de campaña puede ingresar a la policía si no tiene el liceo terminado y no sabe manejar una computadora? Perdimos al joven que en una zona rural los conocía a todos: al bueno, al malo y al regular. Ese ya no entra. Perdimos también al policía vocacional. Se han aumentado mucho los sueldos y se acerca mucha gente que solo viene en busca de un buen empleo. Algunos lo toman como un trabajo más, en sus ocho horas van a hacer lo que corresponde y listo. Yo estoy acostumbrado a otros policías. Al que asumía un procedimiento y no paraba hasta terminarlo. Hoy nos reclaman por las ocho horas y está perfecto. Pero si tú quieres bajar los índices delictivos y luego aclarar los delitos, con ocho horas diarias no lo logras. Es mentira que le dejes un procedimiento encaminado al que va a entrar y que él lo siga de la misma forma y con el mismo conocimiento que tú, que eras el que lo estaba haciendo. Se ha perdido calidad vocacional. Hoy es un trabajo más: llegan a la comisaría, ven lo que hay... a mí me da pena ver a los policías que vuelven de una recorrida con una bolsa de bizcochos, es una vergüenza. O cuando los ves en una esquina mirando los celulares o con los auriculares puestos.

Jose Adán Olivera, exjefe de policía de Cerro Largo.jpg

Supongo que aquel que llega a la policía sin vocación difícilmente pueda asumir un riesgo cuando llegue el momento.

¡Es lo que le estoy diciendo! Si sale de recorrida y lo primero que se le ocurre es comprar bizcochos o enchufarse los aparatitos en los oídos, ¡imagínese en una situación de riesgo! Son muy pocos los vocacionales de verdad. De 30 o 40 que entraban en Cerro Largo, eran muy poquitos los que unos meses después uno podía decir que iban a ir para adelante.

¿Usted no hablaba con ellos?

Sí, y al principio se emocionaban y todo, pero unos meses después ya los veías con los bizcochos. Porque no les cambiás la cabecita en tres, cuatro o cinco meses. Y no los convertís en vocacionales si no hay vocación. Lo mismo me pasaba con la atención a la gente: otra cosa que me enojaba y siempre se la hacía ver a estos chicos. Atendían mal. Yo les decía que nadie va de visita a una comisaría, que la gente va con un problema y no quiere tener otro. Pero no había caso.

¿Cambió la delincuencia?

Sí. La modalidad que más me preocupaba era el hurto. Sobre todo los hurtos en los barrios donde vive la gente más humilde, la que no puede pagar por la seguridad. Y yo apostaba mucho a desembarcar la policía en esas zonas. Porque hoy el consumo de estupefacientes hace que roben en su propio barrio y en sus propias casas. Antes el barrio era intocable.


¿Las cárceles son las responsables del agravamiento de los delitos?

Se ha apostado tanto a las cárceles, se ha invertido tanto, que yo pensé que a esta altura la rehabilitación ya estaría dando resultados. Pero el director de la policía nacional volvió a decir que todo nace en las cárceles. Entonces quiere decir que todo ese dinero que se invirtió en la rehabilitación también fracasó.

Dicen que lo sacaron por ser demasiado cercano al intendente Botana.

¡Y cómo no voy a ser cercano al intendente! Y soy cercano al director del hospital, al que le prestábamos la ambulancia policial, y soy cercano a Aída Silveira, que es una amiga y es la directora del Mides departamental. Acá nos conocemos todos y estamos todos para mejorar y darle para adelante. Pero yo a Botana lo cuestioné mucho por no obligar a usar el casco a los que andan en moto. Y cuando insistí con ese tema, vino la orden del ministerio de que "aplicara cintura".

Me ofende que se habla de marginales como sinónimo de delincuencia, como dijo el director Layera (...) Mi madre era quilera y según su manera de pensar yo tendría que haber sido contrabandista

¿Le pidieron que aflojara?

Cuando dije que iba a empezar a controlar, el propio Julio Guarteche me llamó y me dijo: "Mirá, de parte de Fulano, dice que apliques cintura". "¿Entendés?", me preguntó. "Entendí perfecto", le dije.

¿Fue Bonomi quien le dio esa orden a Guarteche?

Y digo yo que debe haber sido, ¿quién más le podía dar órdenes a Guarteche? Pero así como lo critiqué a Botana por el casco, lo apoyé en muchas otras cosas. Lo mismo con el señor ministro Bonomi: le critico muchas cosas, pero era el jefe...

¿Qué le critica?

Y… tantas cosas.

Dígame un ejemplo.

Yo no sé si manda el ministro Bonomi, el director de la policía Layera o el jefe de policía de Montevideo. Pero poner gente con poca experiencia a manejar ciertas unidades, no es bueno. Eso lo critico desde el punto de vista profesional. No como persona. Y critico abiertamente que me quieran imponer un sistema nacional, cuando acá es distinta la idiosincrasia del vecino, del delincuente y del policía. Cada jefe debería poder poner su impronta personal. No podemos ser un robot cuando vemos que el sistema no está funcionando como nos dicen. Nuestra creatividad, nuestra iniciativa, tenemos que aplicarla a la realidad local. No puedo salir a perseguir motoqueros cuando hay poco trabajo en Melo. Porque si ese hombre no lleva la comida todos los días a su casa, me va a salir a matar una oveja para darle de comer a sus hijos.

¿El sistema no está funcionando?

Este gobierno mejoró los sueldos y tapó de tecnología a la policía, lo que está muy bien. Pero no complementó eso con la profesionalidad de los agentes y por eso el modelo no está dando resultado. No alcanza con apretar un botón y saber que en tal lado están robando, si los agentes que van a ser enviados no saben qué deben hacer. Si los agentes no están consustanciados con la prevención, si viven enchufados al celular, la tecnología no sirve. Y no me diga que no es así, salga a la calle en Montevideo y véalos en las esquinas.

¿Hay una marginalidad creciente que nos llevará a ser como El Salvador?

Me ofende que se habla de marginales como sinónimo de delincuencia, como dijo el director Layera. "Marginado" quiere decir que está marginado de determinado modelo social, pero no quiere decir que sea un malandro. Pobre no es sinónimo de delincuente. Y marginado tampoco. En las cárceles también hay muchos ricos, Layera debe saberlo. Yo vengo de un hogar muy muy pobre y no quiere decir que esa pobreza nos inclinara al delito. Mi madre era quilera y según su manera de pensar yo tendría que haber sido contrabandista. Pero no fue así. No es cierto que si un muchacho crece en una familia con antecedentes vaya a ser un delincuente. Puede haber una inclinación, es cierto. Pero no se puede generalizar. Yo conozco cantidad de chiquilines cuyos padres fueron procesados acá por tener una boca de droga, y ellos son acérrimos enemigos de eso porque vivieron la pobreza, la indigencia y la vergüenza. Cuando se habla de la marginalidad como caldo de cultivo del delito no está bien.

¿Funcionan las ayudas del Mides?

Acá lo vemos a diario: hay gente a la que le damos una canasta familiar y después la vemos en la plaza fumando un porro y con una caja de vino. En Montevideo capaz que pasa más desapercibido, pero acá es muy claro. Eso se reconoce puertas adentro, pero para afuera el discurso es otro. Son medidas que se adoptaron para sacar a alguna gente de la calle y darles un bienestar social, pero uno ve que eso falla. Hay que apostar un poco más a la cultura de trabajo. Darle trabajo a la persona y que la comida se la gane.

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