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Mercado Shuk HaCarmel de Tel Aviv

En el corazón de la ciudad más vibrante de Medio Oriente, el famoso Shuk HaCarmel ya no es solamente un paseo obligado para los turistas y el lugar de compras de los residentes, sino que se ha convertido en uno de los lugares de moda de Israel
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26 de septiembre de 2017 a las 05:00


Por José Ignacio Apoj

No cabe ni un alfiler en la calle principal del shuk (mercado en hebreo) de Tel Aviv este viernes soleado de verano. Pero no es solamente el efecto del calor: el Shuk HaCarmel, el más tradicional mercado de la ciudad, arde sin excepciones todos y cada uno de los viernes al mediodía. Hace tiempo que esta feria estrecha y efervescente no es solamente el lugar de las compras para los locales. El último lustro, y en particular los últimos dos años, le ha añadido una nota trendy —aún resistida por algunos históricos y habitués del barrio— que terminó de convertir el shuk, definitivamente, en ese lugar al que no solo se va a hacer el surtido semanal.

Es un poco la historia de todos los mercados grandes, como La Boquería de Barcelona o del Gran Bazar de Estambul, donde lo popular y lo cool empiezan a convivir en la misma cuadra, originando un fascinante mix de aromas, texturas y colores. Así, el lugar que otrora estaba reservado para los puestos de frutas y verduras, almacenes, cafeterías sin puerta con cuatro mesas y algunos pocos bares, lentamente comenzó a convertirse, como todo en Tel Aviv, en un ecosistema dinámico y cosmopolita en el que fácilmente pueden encontrarse desde los históricos puestos de especias hasta los recientes puestitos de comidas de todo el mundo. Esta nueva camada de pequeños puestos, que extendieron la propuesta de hummus y faláfel para cautivar a un público más diverso, tiene por costumbre abrir solamente los viernes. Es el día del sol divino y la energía efervescente del fin de semana que comienza.

Viernes calientes

"Un viernes se puede vender la misma cantidad de sándwiches que a lo largo de toda la semana. Antes, los que iban en plan paseo eran los turistas o los visitantes de fuera de Tel Aviv, pero últimamente los residentes también empezaron a venir a pasar los viernes después de hacer las compras", explica Roí, el encargado de Pop Up Panda, uno de los locales de moda. Ahí, de pie o sentándose en la vereda, se puede comer un cebichito en dos panes por 35 shekels (un poco menos de 10 dólares). Muy rico, pero que ni cerca está de satisfacer el apetito de un adulto. Comer en esta ciudad, así como transportarse o quedarse en un hotel, sale mucho dinero. Tel Aviv es una de las ciudades más caras del mundo, al punto que turistas de Londres o París suelen sorprenderse cuando ven que una ensalada puede salir 12 dólares, unas simples berenjenas con tahini 7 dólares o, como en este caso, un poquito de cebiche en dos panes por 10 dólares. Ese es también el precio de las cervezas en Beer Bazar, la cervecería del momento, uno de los bastiones del nuevo shuk que crece en las calles aledañas al gran mercado; ahí, donde antes solo se juntaba la basura y se peleaban los perros, ahora los treintañeros locales se juntan a tomar cerveza artesanal y fumar. Vale aclarar que Tel Aviv, aunque la regulación no lo permita, es una ciudad en la que se puede fumar un porro en cualquier terraza.

Por eso también fuman sin tapujos mientras preparan el pescado los cocineros de Jim, otro local de moda: cada viernes, un grupo de amigos abren el frente de su casita en el picante y ahora hipercotizado Kerem HaTeimanim —el histórico barrio yemenita que rodea al shuk— para vender pescado fresco a la plancha con verduras y pan casero tostado. ¿El precio? "A voluntad", repiten los dueños, una maniobra que algunos pueden considerar amistosa y otros incómoda.

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"El shuk es divertido y pintoresco, pero ya no es solamente popular ni para gente del barrio, por eso los precios están muy disparados", se queja una vecina de esas que llegan el viernes a última hora antes de que empiece el sabbat, cuando los verduleros rematan los remanentes de tomates cherry y los mangos, una de las frutas no originarias que desde hace más de dos décadas ya se cultiva en suelos locales.

Inmunes a las novedades o en la búsqueda de lo auténticamente original, turistas y habitués de siempre siguen eligiendo el faláfel de 10 shekels (2,5 dólares), el plato de hummus (aquí se considera un plato principal) de entre 6 y 8 dólares, servido con carne, champiñones, tahini y/o garbanzos, o sentarse a comer brochettes de pollo y kebab en alguno de los clásicos bares "taimaníes" (así se conoce a los inmigrantes yemenitas en Israel, que llegaron masivamente al país a comienzos de la década de 1950), que se resisten al paso del tiempo con sus menús bilingües escritos y corregidos a mano y que, con color y calidez, se sobreponen al caos y la mugre del mercado. Además de los pinchos al carbón, la clásica sopa de carne o el majadra (arroz con lentejas, no originario de Yemen, pero sí con su propia versión) se sirven en bares y panaderías aledañas los clásicos de la pastelería local, como el jachnun o el malawachk y las burrecas, una especie de empanada-pastel cuyas mil versiones se encuentran a lo largo y ancho de Medio Oriente, y de las que en el shuk de Tel Aviv pueden encontrarse algunas de las mejores de la ciudad, ya sea rellenas de papa, queso o champiñones.

Para todos los gustos

Sobre la avenida Allenby, en el límite del shuk, es casi que obligatorio tomarse una cerveza en Minzer, uno de los bares más conocidos de la ciudad y en el que, para alegría de sus feligreses, la cerveza todavía se vende a precios normales. A unos pocos metros está Pasta Basta, una cantina de pastas artesanales a precios populares (se recomiendan los tallarines de remolacha) y en la otra esquina otro restaurante vietnamita nuevo. Es que está todo junto: la nueva cervecería artesanal que congrega a los talentos de las industrias creativas al lado de bares sucios de faláfel, un puesto de dulces locales y frutos secos junto a un mercado de productos asiáticos que a su vez está al lado del Supermercado Latino, en el que inmigrantes griegos hablantes de ladino (el dialecto utilizado antaño por los judíos griegos, del norte de África y los Balcanes) venden yerba, dulce de leche, especias y un té de jazmines inigualable. Como en toda ciudad picante, lo que está de moda y lo anticuado, lo típicamente judío y lo internacional conviven sin conflictos en las mismas cuadras y esquinas. Por eso es que en casi cualquier carnicería venden cerdo y cortes de carne no kosher.

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¿Y del mar? Apenas una brisa. Quien se acerque al famoso Shuk HaCarmel a buscar comida de mar, encontrará poca. Debe ser porque esta zona del Mediterráneo apenas regala un par de especies de pescado aceptables, que son ofrecidos en las vitrinas de las tres o cuatro pescaderías de la zona, junto al clásico salmón y a algunos pocos calamares y mariscos importados Definitivamente, y a pesar de crecer en la panza del Mediterráneo, Tel Aviv es una ciudad con una gastronomía impecable, pero en la que el mar tiene muy poca cabida.

El toque latino

De un día para el otro todo el mundo se volvió loco con las arepas, conocidas por los mochileros israelíes tan fanáticos de Colombia. De la mano de un grupo de venezolanos encabezado por Tal Dubitski, las arepas entraron fuerte en el Shuk HaCarmel y apenas unas semanas después de su apertura en 2014 el boliche Arepa´s se llenó de latinos e israelíes que vieron cómo un plato simple, rico y muy poco kosher se dejaba comer con ganas. Es así que se hace casi imposible conseguir un asiento libre los viernes después de las once de la mañana en la pequeña y animada barra del lugar, donde además sirven otros platos típicos venezolanos como cachapas, patacones y empanadas fritas.

Unos 200 metros en dirección al Mediterráneo, otro bolichito latino hace su faena todos los viernes. Viva México sirve tacos, nachos, burritos y cervezas heladas en una barra multicultural que se llena de codo a codo. Sin embargo, la amplia propuesta de restaurantes mexicanos que ofrece Tel Aviv hace que Viva México todavía no goce de la popularidad de Arepa´s, para muchos el mejor local de comida callejera extranjera de la zona.

También podía verse hasta hace poco tiempo en pleno shuk una mesita de empanadas horneadas por las manos de dos jóvenes argentinas. Al módico precio de 10 shekels por unidad, Julieta y Yael llegaron a despachar hasta 300 empanadas por viernes. "Lo latino acá llama mucho la atención. La simple palabra empanadas y nuestro acento hacen que la gente enseguida se acerque a preguntar", cuentan.

La zona por la noche es bastante tranquila. A diferencia del famoso mercado de Jerusalén, epicentro de la vida nocturna alternativa de la ciudad, en el Shuk HaCarmel no hay bares abiertos de noche, aunque el barrio circundante, y en particular la calle Allenby, ofrece varios bares de estilo casual y descontracturado, como es la nota general de la ciudad; en verano es común ver a la gente de bermudas, sandalias de playa y musculosa. ¡Olvídense de las camisas!

Otros mercados de la ciudad

La propuesta de shuks no se termina en HaCarmel, cuya rica historia y vibrante presente, sumados a una locación ideal (centro de Tel Aviv, a escasos metros del mar), lo convierten en uno de los puntos de visita obligados para cualquier turista. Pero los mercados, en el aromático Medio Oriente, son una parte esencial de la vida culinaria. Por eso, la lista de ellos se extiende por los barrios y las ciudades de todo el país, donde se destacan muchos de los menos conocidos de las ciudades árabes. En el popular barrio HaTikva de Tel Aviv, por ejemplo, el legendario shuk local es una fiesta de colores. Cada viernes, los barcitos del mercado suben el volumen, sirven arak (el anís local) a cuenta de la casa y venden cerveza a rolete: un detalle no menor en un país en el que la gente se junta más a tomar café negro que a beber alcohol. Así como el Shuk HaCarmel, el Shuk HaTikva tiene una gran impronta yemenita, ya que el barrio es otro de los bastiones de una de las comunidades más grandes del país. Entre partidos de backgammon de veteranos que aún hablan en árabe (la escena podría pertenecer a cualquier calle de Amán o El Cairo) e inmigrantes de a pie que se vuelcan a las carnicerías, el visitante podrá oler una de las más auténticas expresiones de este mestizo y cosmopolita Israel del siglo XXI.

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Otro conocido shuk, aunque mucho más pequeño, es el Levinsky del barrio Florentín, el barrio bohemio de la ciudad. Famoso por sus almacenes de frutos secos y especias, Levinsky es el paseo de compras obligado de los vecinos de una zona absolutamente green friendly, en la que los vegetarianos y veganos son amplia mayoría. Los viernes al mediodía, como en los otros shuks, también arden las callecitas de este barrio-mercado abierto. Al mejor estilo Mercado del Puerto, los barcitos del Levinsky son el lugar de encuentro para saludar la entrada del fin de semana con una cerveza en la mano.

Finalmente, para comprar baratijas y chucherías, ropa discontinuada o probar platos inusuales en el resto de la ciudad (como los de los bares etíopes o un mesón colombiano de la zona) el lugar a visitar es la Estación Central, conocida como Tachana Merkazit. Aunque algunos incidentes recientes le impregnaron una mala reputación, lo cierto es que allí se puede caminar de día y también por la noche, sin problemas, para mirar de cerca la "otra" realidad de una ciudad vibrante, cosmopolita, pero también gasolera. En este barrio son los expatriados y trabajadores los que arman su vida con poco, al igual que en otras zonas de la ciudad más cotizadas, donde los apartamentos —generalmente no en muy buenas condiciones— son compartidos por grupos de varias personas. De ahí que hacer las compras en el shuk sea, para los locales, más una necesidad que una elección recreativa. Tel Aviv alegra los ojos, aunque lastima los bolsillos como muy pocas ciudades en el mundo, pero sin duda, vale la pena visitarla.

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