El campo de migrantes Moria recibe, en su mayoría, a sirios e iraquíes.<br>

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Migrantes se hacinan en campo lleno de basura y baños escasos

Sirios e iraquíes siguen llegando a un lugar en situación "preocupante"
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26 de diciembre de 2017 a las 05:00
Segunda "ciudad" de la isla griega de Lesbos, con cerca de 5.500 residentes, el campo de migrantes de Moria inicia su segundo invierno bajo el frío y la inmundicia, para el gran desasosiego de los exiliados, en su mayoría sirios e iraquíes, que continúan llegando a ese lugar.

Montones de basura, inodoros obstruidos, callejones fangosos que serpentean entre las pequeñas tiendas de campaña: las imágenes robadas del campo –donde las visitas de la prensa están controladas– circulan sin parar estos últimos días en las redes sociales para denunciar "la acogida" que reciben las personas que huyen de la guerra y la miseria.

Sulvani Gadari, una etíope de 23 años, llegó hace dos meses, embarazada después de haber sido violada durante la oprobiosa ruta migratoria.

"No quiero acordarme", confiesa. Se espera que el bebé nazca en las próximas semanas. Solo pudo ser auscultada una vez.

"Solo quiero ir a un país seguro, donde no haga frío", dice tiritando delante del refugio prefabricado que comparte con otras mujeres solas, y donde se ocupa del turno de guardia "para que no roben" sus pertenencias.

Su sección, al lado de la de 300 menores no acompañados, en principio está protegida.

Pero no así el acceso a los gabinetes higiénicos, a donde las mujeres temen ir.

Inseguridad y tensiones

La situación en Moria, cuya capacidad oficial es de 2.300 plazas, es considerada "preocupante" por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Como hace un año, cuando el frío pareció haber tomado por sorpresa a las autoridades. Tres residentes de Moria murieron en enero.
"Aún hay familias, bebés, discapacitados instalados en tiendas de campaña sin calefacción", denuncia su representante, Boris Cheshirkov, a quien le preocupan las "tensiones" entre los habitantes provocadas por la "sobrepoblación, la suciedad y la inseguridad".

Durante la noche del lunes pasado, 10 personas tuvieron que ser hospitalizadas después de enfrentamientos por el uso de los baños compartidos.

La policía usó gases lacrimógenos y granadas ensordecedoras para restablecer la calma.
Los baños y las duchas están previstos solo para 800 personas, con 50 empleados de limpieza, en un momento en que Moria "se convirtió en la segunda ciudad de la isla", después de la capital Mitilene, señala el director del campo, Yannis Balpakakis.

Al igual que durante el momento más crítico del éxodo de migrantes hacia Europa de 2015, el campo se desborda de nuevo.

Instalado por distintas organizaciones no gubernamentales, un terreno adyacente recibe a la vez a residentes africanos, 100 por tienda, y a familias, principalmente iraquíes, preocupadas por escapar del hacinamiento.

La denuncia del alcalde

Ante las críticas de las organizaciones en favor de los refugiados, Balpakakis se opone a reanudar desde este verano las llegadas provenientes de las costas turcas, pese al pacto entre la Unión Europea y Ankara alcanzado en marzo de 2016 para cerrar esta ruta migratoria.

"Solo en octubre, tuvimos 2.400 llegadas, frente a las 600 de hace un año", indica.

La mayoría de los recién llegados depositan una solicitud de asilo, para evitar o retrasar los reenvíos a Turquía a los que en principio se compromete el pacto.

El gobierno griego asegura verse obligado a aglomerar a estas poblaciones en las islas por las disposiciones del pacto entre la Unión Europea y Turquía y las presiones europeas.

Agotado, el alcalde de Lesbos, Spyros Galinos, acaba de denunciar "a todo responsable" de la situación en Moria, la cual considera ilegal.

El paso de los Alpes

"Pronto encontraremos a un muerto", afirma mientras tanto Jean-Gabriel Ravary, guía de alta montaña desde hace 42 años, que reside en Névache, un pueblo en los altos Alpes franceses, por donde cada vez pasan más migrantes que buscan llegar a Europa, desafiando la nieve y el frío.

Este paraíso blanco estuvo aislado del mundo la semana pasada durante tres días después de que cayera más de un metro de nieve. "Aquí hay muchísimos peligros, suficientes para que haya una tragedia. Peor aún para la gente que no conoce la montaña", reflexiona Jean-Gabriel. Este guía mira con recelo hacia el paso de la montaña Echelle, ubicado a 1.762 metros sobre el nivel del mar. Las temperaturas bajan a unos -20 °C, sin contar con el viento que sopla con frecuencia.

Entre el frío y el vagabundeo

Un año después del desmantelamiento de un inmenso campamento insalubre en Calais, Francia, entre 80 y 100 africanos viven en el frío húmedo del puerto de Ouistreham, ayudados por los habitantes y pese a la intervención sistemática de las autoridades para dispersar cualquier acampada. Allí unos 15 voluntarios distribuyen alimentos y atención médica. En su mayoría sudaneses, los migrantes vagabundean en las calles de ese puerto francés.

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