Mortecino congreso educativo

Lo mejor que puede destacarse de los congresos nacionales de educación es una creciente irrelevancia mortecina que debería conducir a su extinción. La tercera versión en 11 años, que acaba de completarse en Maldonado, fue un ejemplar ejercicio de futilidad, con más ausentes que los dos previos y sin atacar los problemas de fondo que desbarrancan la educación pública. El primero en 2006, con más de un millar de delegados, fue una politizada tribuna ideológica de la cual se retiraron hastiados referentes serios del campo educativo. Todavía se elogia como un logro que contribuyera a la ley de educación de 2008, un documento imperfecto que sigue siendo cuestionado y que nada provechoso aportó para sacar del atraso a la enseñanza estatal. Al segundo, en 2013, apenas asistieron 500 delegados cuyos debates navegaron en la vacuidad.

Al de ahora la asistencia cayó a 400, con ausencia de los partidos políticos opositores y hasta de la Federación de Estudiantes Universitarios y del sindicato de profesores de secundaria Fenapes. Muestra como un logro haber aprobado un difuso Plan Nacional de Educación, tan inefectivo que hasta fue censurado por el consejero del Codicen Robert Silva por haber excluido temas pertinentes que habían sido propuestos en documentos preparatorios. El exdirector de Educación Juan Pedro Mir señaló que un Plan Nacional "que no tome como insumos los propios elementos que el Estado tiene identificados como parte de la crisis educativa es un plan que nace condenado a ser un mero saludo a la bandera". Mir integra el grupo de técnicos competentes de Eduy21, organismo que ha preparado un plan eficaz de reformas para mejorar la educación pero cuyas idóneas recomendaciones estuvieron ausentes en las deliberaciones del congreso.

En el encuentro ni siquiera se trataron los altos niveles de deserción y ausentismo estudiantil, especialmente en secundaria, ni las reformas que prometieron reiteradamente Tabaré Vázquez y José Mujica en sus períodos presidenciales pero que naufragaron por la oposición del presidente del Codicen, Wilson Netto, a modernizar la enseñanza pública para sacarla del atraso. Dedicó su tiempo, en cambio, a debatir sobre la alimentación a los alumnos en los centros de estudio y, naturalmente, a reclamar más presupuesto para un sistema que devora recursos fiscales sin mostrar resultados que los justifiquen.

Entre los ausentes estuvo el Partido Nacional, entre otros motivos porque, en la previa confección de la agenda, no prosperó su propuesta de crear un plan de emergencia para hacer frente a las flaquezas de la estructura actual, que cada vez hunde más al país en las pruebas internacionales PISA. El rechazo a la propuesta nacionalista fue curiosamente explicado por Álvaro Rico, decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República e integrante de la comisión organizadora del congreso. Declaró a El Observador que el proyecto de los blancos era improcedente porque "no hay una situación crítica o de derrumbe que justifique un plan de emergencia". Pareció estar hablando de la situación educativa en Finlandia o en algún otro lejano punto del planeta y no de la penosa realidad uruguaya, confirmada en este inútil nuevo congreso.