Opinión > HECHO DE LA SEMANA/ MIGUEL ARREGUI

Navegaciones miserables

Las armadas de América Latina usan submarinos a veces decrépitos, debido a sus persistentes rivalidades nacionales
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25 de noviembre de 2017 a las 05:00
Una explosión bajo la superficie, captada por estaciones de escucha internacionales, habría terminado con el submarino San Juan de la Armada argentina y sus 44 tripulantes, que navegaban por el Atlántico sur. ¿La causa? Menos de tres horas antes reportaron problemas con las grandes baterías eléctricas de casi 200 toneladas de peso que mueven el navío bajo el agua. Y las baterías rotas o inundadas pueden incendiarse o estallar.

El ARA San Juan, un producto de la alemana Thyssen Krupp, fue botado hace 34 años. Pero eso no lo hace necesariamente viejo, sino según la profundidad y calidad de su renovación y mantenimiento. En 2014 había terminado su reparación de media vida, después de cinco años y medio de tareas, un lapso muy largo por falta de personal calificado y estrechez presupuestal. Pero se suponía que estaba listo para otros 20 o 30 años de servicio.

La Armada argentina cuenta con otros dos submarinos: uno Tipo 1700, igual al perdido (otros cuatro que se armaban en astilleros argentinos fueron abandonados en 1994), y uno más pequeño, Tipo 209, de la firma alemana HDW. El Santa Fe, más viejo, de origen estadounidense, fue dañado y capturado por los británicos en 1982 en las islas Georgias del Sur.

Los submarinos, acechantes y siniestros, se desarrollaron en el siglo XIX para combatir a bandos navales más fuertes o como complemento de las armadas de superficie.


El Hunley, un pequeño submarino movido a manija, hundió una corbeta enemiga en 1864 durante la guerra de secesión estadounidense. Pero fueron los alemanes, bloqueados por la Royal Navy británica, quienes llevaron la caza con submarinos hasta un punto sin retorno durante la primera y segunda guerra mundial. Entonces los submarinos ya se movían en superficie mediante motores diesel y en inmersión gracias a baterías eléctricas.

Las terribles condiciones de a bordo, claustrofóbicas y aniquiladoras, fueron mostradas de manera convincente en 1981 en el filme Das Boot (El barco), de Wolfgang Petersen, basado en una buena novela. Hay pocas chances de sobrevida para los submarinistas que naufragan.

En la década de 1950 los estadounidenses desarrollaron submarinos de propulsión nuclear, mucho más potentes, que pueden navegar meses sin emerger. Fueron seguidos por la Unión Soviética y otras potencias, que crearon submarinos nucleares de ataque (contra otros submarinos o buques de superficie, como el que hundió al crucero General Belgrano en la guerra de Malvinas) o lanzamisiles (para ataques atómicos a larga distancia).

Las armadas de América Latina usan submarinos debido a sus persistentes rivalidades nacionales, que de tanto en tanto derivan en enfrentamientos. De las naciones sudamericanas con costa marítima, solo Uruguay y las Guyanas no los poseen.

El estado de esas unidades puede ser precario. En general no se recurre a renovaciones de "media vida" en Alemania, el habitual constructor de origen, sino a arreglos locales, más baratos y con mano de obra menos capacitada. Los resultados "pueden afectar tanto a la seguridad de los buques como a su vida útil", señaló en setiembre de 2008 la publicación especializada Infodefensa.

"Está todo atado con alambre" solían decir los tripulantes del ARA San Juan, según contó la esposa de uno de ellos.


Dos de los cuatro submarinos chilenos (clase Scorpène, de origen franco-español) son los más modernos y letales. Chile teme a Argentina, país con el que estuvo al borde de la guerra entre 1978 y 1982 por territorios australes, y recela de Perú y Bolivia, a los que derrotó y amputó en la guerra del Pacífico entre 1879 y 1883.

Perú tiene seis unidades alemanas Tipo 209 y Ecuador, otras dos. Colombia dispone de submarinos similares y otros más pequeños (Tipo 206), capaces de operar en sus dos escenarios navales: el océano Pacífico y el mar Caribe. Venezuela cuenta con dos submarinos del ubicuo Tipo 209 y preveía la incorporación de unidades rusas. Es difícil saber su grado de disponibilidad debido a la desastrosa situación del país.

Brasil, que posee la armada más grande de América Latina, ha ensamblado bajo licencia varios submarinos Tipo 209 y Scorpène en sus propios astilleros. Y planeó construir muchos más, incluso nucleares de ataque, con tecnología francesa. El expresidente Lula afirmó en Madrid en 2008: "Brasil es una potencia emergente regional e incluso global, y por ello debe completar el proceso atómico". Pero la depresión económica de los últimos años ha bajado la autoestima nacional e implicó un severo recorte a los grandes planes de la Marinha.

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