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“La ciudad del río”

El atractivo único de un lugar histórico, de casas coloniales del siglo XV, calles laberínticas y empedradas que se extienden entre una veintena de puentes
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13 de marzo de 2019 a las 05:00

A orillas del río Magdalena se erige una pequeña ciudad que parece sacada del Caribe colombiano: descubierta en 1539, la Villa de San Bartolomé de Honda alcanzó su esplendor entre la Colonia y la República y hoy lucha para volver a ser la urbe que algún día fue. 

Honda, en el departamento de Tolima, sorprende al visitante entre casas coloniales de los años 1600, portones de color pastel, calles laberínticas y empedradas que transcurren entre 23 puentes que entrelazan a “la ciudad del río” con sus 26 mil habitantes.  

Aunque parece respirar aroma y clima al Caribe, está a 930 kilómetros de Bocas de Ceniza, la desembocadura de un río que durante siglos fue la conexión del mundo con el corazón del Nuevo Reino de Granada y de la joven Colombia.

Honda, del departamento de Tolima, fue desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX uno de los puertos más importantes del país a orillas del Magdalena, que lo atraviesa como a Colombia. 

El río y el comercio la convirtieron en un cruce obligado para quienes querían acceder a la capital o alcanzar el mar, evitando la columna dorsal andina que atraviesa el país de punta a punta.  

“Todo fue ingresando por el Magdalena y por Honda porque tenía que pasar por aquí para llegar a Bogotá (...) Todo pasó por aquí: el primer vehículo, el primer piano y la primera Vuelta (ciclista) a Colombia”, cuenta Tiberio Murcia Godoy, historiador de Honda.

La sorpresa no fue poca para los fundadores de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada, y de Quito, Sebastián de Belalcázar, así como para Nicolás de Federmann, los primeros que llegaron hasta la zona en 1540.  

Allí se encontraron con los ondamas y los gualíes, tribus descendientes de los panches de espaldas anchas, estatura imponente, y cuerpos atléticos. Muy distintos a los que conocían los conquistadores.

No fue hasta 1540, cuando Baltasar Maldonado llegó a orillas de Honda e, inspirado por los ondamas, dio impulso colonial al asentamiento.  

“Cuando empiezan los españoles a tropezar con este sitio, motivados por el oro, la plata y los raudales, hacen que Honda se convierta en el nodo en esa época. Es desde aquí que se exportan la mayoría del oro y la plata”, indicó Murcia.

Las minas de Falan, de Mal Paso, de Santágueda, de la Victoria y de Mariquita convirtieron el puerto de Honda en el punto donde se embarcaba el oro y la plata al Viejo Mundo y que se suponía debía volver en forma de desarrollo. Este fue tardío y lo representa el Puente Navarro (1899), del que los lugareños se jactan de ser el más antiguo de América fabricado con hierro. 

La República también le dejó como herencia las primeras vías férreas del país, un proyecto fracasado Colombia. 

A orillas de Honda, el Magdalena dormido se despierta como un gigante enojado y a lo largo de sus 3 kilómetros de raudal se vuelve brioso. 

La belleza de sus aguas bravas fueron, sin embargo, un obstáculo de navegación continúa pero que lo convirtió en el muelle que fue.

En el llamado “Salto de Honda” debían parar los barcos con las mercancías, descargarlas y llevarlas hasta el siguiente muelle dejando parte de sus riquezas regadas en el pueblo.  

En este punto, se unen al fuerte caudal las azufradas aguas del río Gualí, provenientes del Nevado del Ruiz y del Guarino, haciendo de este valle estrecho entre las cordilleras Central y Occidental una estrella fluvial.

Hoy Honda busca ser aquel pueblo que un día fue y no quedar en el olvido que puede ser.

Por esa razón apuesta por la memoria del Magdalena con su museo, la restauración de las moradas por las que pasaron conquistadores y presidentes, y por atraer con su encanto turistas nacionales y extranjeros.

A través de festivales como el Carnaval de la Subienda, que honra el oficio ancestral de la pesca y en el que la migración de los peces convierte a Honda en un edén; la Semana Santa y las festividades de final de año, la ciudad busca impulsar el sector turístico de manera más contundente.  

Las apuestas están hechas, la pequeña villa, testigo de otros tiempos, reposa como en la época de “La Violencia” al son de loros y el canto del Magdalena mientras Cronos le acerca de nuevo al lugar que algún día le perteneció.

EFE

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