Seisgrados > Sudeste asiático: Laos y Camboya

Los hijos del medio

Son menos populares que sus vecinos Tailandia y Vietnam, y parecen pedir permiso para desplegar sus encantos ante los miles de turistas que los visitan "de pasada". Quizá sea por esto que, al aterrizar en sus tierras, la sorpresa de lo inesperado se vuelve fascinación
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08 de julio de 2015 a las 05:00

Por Bernadette Laitano

Estoy con seis turistas occidentales en una combi, mirando por primera vez en mi vida unas tierras que pasan rápido del otro lado de la ventana. Hace calor –mucho calor–, pero ya casi me estoy acostumbrando al clima tropical y húmedo del sudeste asiático. Es como una onda expansiva que se siente primero en la cara y después en todo el cuerpo, y que te enseña que la comodidad y la practicidad en la vestimenta están primero.

Salir del aeropuerto y llegar a la ciudad de Luang Prabang lleva solo 10 minutos. Es la hora del atardecer y todo alrededor empieza a teñirse de un naranja intenso. Veo palmeras, chalés, bares con mesas en las veredas y, a orillas del río, personas que caminan por la calle, otras que van en moto y también en tuk tuks (vehículos de tres ruedas con techo). Hay un aire a balneario y, de hecho, en algún punto lo es: Luang Prabang, la tercera ciudad más importante de Laos, está construida a orillas del río Mekong. Hay quienes dicen que su belleza se explica, en parte, por la huella que el colonialismo francés dejó en su arquitectura. Hay cierta verdad en esto pero también habría que considerar a la arquitectura budista, que justifica que la ciudad sea el principal centro espiritual y religioso del país con más de 50 templos para visitar.

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Los chiringuitos construidos a orillas del río Mekong son, seguramente, el mejor lugar para sentarse a ver el atardecer. El momento feliz se completa con unos spring rolls recién servidos y una cerveza Lao. Hay más de 10 bares, uno al lado del otro, para sentarse al aire libre, y la única recomendación es ir a cualquiera de ellos. La carta y los precios son casi iguales en todos. Además, la comida es increíblemente sabrosa y económica, con porciones justas. Con los días, cada uno podrá evaluar en qué lugar tienen la mejor salsa para spring rolls o el mejor pad thai, que aunque es un plato tailandés lo sirven en casi todo el sudeste asiático. Consiste en fideos de arroz salteados en un wok con huevo batido, salsa de pescado, salsa de tamarindo, brotes de soja, pollo o pescado, y maní. Cuando esté en la mesa, hay que rociarle un poco de jugo de lima y listo.

A pocas cuadras del río, un paseo obligado es ir a regatear al mercado nocturno, que se instala todos los días, entre las 19 y las 22 pm, sobre la calle principal: Sisavangvong. Se extiende a lo largo de 10 cuadras y allí se venden textiles, artesanías, cerámicas, ropa, objetos de decoración y todo lo que pueda incluirse dentro del concepto de souvenir.

Con un día entero por delante en Luang Prabang, la recomendación es levantarse temprano, alquilar una moto por 15 dólares y andar unos 30 kilómetros al sur hacia el parque donde se encuentran las cataratas Kuang Si. También se puede ir en tuk tuk, pero la ventaja de la moto está en disponer del tiempo como uno desee.

En el parque, hay tres piscinas naturales de agua azul turquesa realmente fría. Algunos visitantes eligen quedarse todo el día en esta zona haciendo pícnics, pero también se puede seguir el camino hasta una cascada de 50 metros de altura y, para quienes se animan, escalar hasta la cima. Desde allí, puede apreciarse la densidad de la vegetación.

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Después de un día de trekking en el parque, no viene mal irse a la cama temprano y levantarse al amanecer para presenciar otro espectáculo de Luang Prabang: la ceremonia de entrega de limosna a los monjes, que se hace cada día al salir el sol, es decir, alrededor de las 5:30. Se trata de una tradición por la cual los creyentes budistas aguardan de rodillas la aparición de los monjes para entregarles comida—principalmente arroz glutinoso—, que será su alimento para todo el día. Ellos salen en silencio, en fila, descalzos y con sus típicas túnicas naranjas, cargando un recipiente metálico para guardar las ofrendas. Si bien es un ritual del que participan los creyentes, es común ver también a algunos turistas.

Vang Vieng en Rehab

Si Luang Prabang es el destino idílico de Laos, Vang Vieng es la ciudad en rehabilitación. Después de 10 años tentando a los turistas con fiestas, drogas y alcohol, Vang Vieng se está recuperando y ofrece algo más interesante que descontrol. Así que hacer tubing ya no es lo que era, o lo que dicen que era. ¿Y qué era el tubing? Desplazarse algunos kilómetros por las aguas del río Nam Song flotando en un neumático de tractor y parar en cada uno de los bares de la orilla para tomarse todo. Si al final del recorrido el cuerpo seguía resistiendo, varios restaurantes ofrecían pizza "feliz" y batidos de hongos mágicos.

Después de algunas tragedias protagonizadas por turistas extranjeros, el gobierno empezó a ejercer más control sobre la zona. Así que la fiesta ya no es algo de todos los días y el tubing se sigue practicando, pero con mucho menos descontrol. Sin embargo, lejos de convertirse en un destino aburrido, ahora Vang Vieng es un lugar apreciado por su entorno natural. Hacer tubing en la cueva Tham Nam es imperdible, 12 kilómetros al norte. Para hacerlo, contratamos el servicio de una de las tantas agencias locales que se encargó de pasarnos a buscar por el hotel, llevarnos hasta la cueva, coordinar el ingreso y proveernos de los equipos necesarios para las actividades de todo el día. La cueva está inundada de agua, así que tanto el ingreso como todo su recorrido se hacen en un gomón. Para avanzar, tenemos que tirar de una soga y, además, usar una linterna en la cabeza porque en el interior domina la completa oscuridad. Después del tubing en la cueva, todo el grupo se traslada hasta el río Nam Song para practicar kayaking a lo largo de cinco kilómetros hasta la ciudad. Al ser aguas muy tranquilas, es una actividad apta para todo público que no exige mucha destreza. Es cierto que en algunos tramos hay más corriente, pero resulta más divertido que peligroso.

A la noche, es común ver bares y restaurantes con televisores que emiten capítulos de la serie Friends, y esto convoca a locales y extranjeros por igual. Durante el fin de semana hay mucho movimiento, pero entre semana es probable que cerca de las 10 de la noche varios lugares estén cerrados o por cerrar. Esta costumbre no significa que se acaben las opciones. Nos lo confirma una chica rubia de no más de 22 años que nos invita a una fiesta "a solo dos cuadras". Vang Vieng cambió pero el turismo sigue siendo una fuente importante de ingresos para la población.

Ruinas milenarias en Siem Riep

La mayoría de los turistas que llegan a Camboya van a Siem Riep para ir a las ruinas de Angkor. Esta ciudad ubicada al noroeste del país vive con la certeza de que es la capital turística solo por sus ocho kilómetros de cercanía a estos templos milenarios.

Aterrizar de tarde en Siem Riep significa que ese día estará destinado a recorrer la ciudad, y se dejará para el día siguiente la excursión a las ruinas. Una buena opción para aprovechar esas horas es acercarse al mercado nocturno y recorrerlo sabiendo dos cosas: una, que los precios están en dólares y otra, que los vendedores son bastante insistentes. La otra visita obligada, unas cuadras más allá del mercado nocturno, es Pub Street, la calle en la que se concentra la oferta de bares y restaurantes. Al igual que el mercado, es fácil de encontrar porque nos lo anuncia un gran cartel de neón. Aunque todo está bastante occidentalizado —la decoración, la carta y hasta los nombres de cada lugar—, por suerte seguimos encontrando los platos típicos del sudeste asiático que combinan como ningunos los sabores dulces, salados, picantes y ácidos.

Ahora sí, es el momento de hacer lo que nos llevó hasta Siem Riep, recorrer Angkor, un parque arqueológico de más de 400 kilómetros cuadrados que fue el centro del Imperio jemer entre los siglos IX y XV. Las ruinas testifican que se trató de una civilización realmente excepcional, con más de 20 templos, monumentos, planificación urbana, reservas de agua y rutas. Su valor histórico se basa tanto en lo arquitectónico como en lo arqueológico y artístico, además de lo religioso. Los templos más famosos son Angkor Wat, Angkor Thom y el templo de Bayon. En 1992 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Para ir se puede alquilar una bici, contratar el servicio de tuk tuk o un remís con chofer. Aunque la bici pueda resultar atractiva para más de uno, hay que advertir que se trata de un parque realmente inmenso, que se recorre en más de un día, y que ¡estamos en el sudeste asiático!, con sus casi 30 ºC haciendo estallar termómetros.

Justamente por el calor, la mejor hora para descubrir Angkor es bien temprano a la mañana y al atardecer. Así que decidimos madrugar, pero está claro que no somos los únicos. El camino parece una procesión de tuk tuks trasladando turistas somnolientos en la todavía oscura Siem Riep. El sistema de ingreso al parque incluye foto personal y carné hecho en el momento, cuesta 20 dólares por persona, por día, y hay que presentarlo en varios controles dentro del parque.

La caravana de tuk tuks ya nos había puesto en alerta sobre el éxito de convocatoria de las ruinas y seguimos observando el fenómeno al llegar al templo, en donde a pesar de que todavía es de noche, ya hay cientos de personas. Empieza a amanecer. Al fin tenemos a Angkor Wat en todo su esplendor frente a nosotros y, también, frente a otros cientos de visitantes sacando fotos, todos al mismo tiempo, mientras los vendedores ambulantes recorren la multitud.

A 40 minutos de las ruinas de Angkor, Siem Riep guarda otra atracción para el turista: el pueblo flotante del inmenso Tonlé Sap. En este lago viven varias decenas de familias de pescadores, organizados de tal forma que tienen escuela y hasta una cancha de básquet. Los habitantes del pueblo saben que son una atracción para el turismo y lo aprovechan. La visita en lancha cuesta 25 dólares por persona y dura aproximadamente dos horas.

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Antes de dejarnos en el muelle, Win, nuestro chofer del tuk tuk, advierte que, posiblemente, el guía pedirá donaciones para la escuela local o una propina para él con el argumento de que no recibe salario alguno. "Es mentira", enfatiza. Subimos a la lancha y conocemos el pueblo. Nos piden donaciones y propina, y es cierto que el argumento parece dudoso, pero después de un mes recorriendo ciudades del sudeste asiático, también es cierto que ese es el único momento en el que, como turistas, somos "víctimas" de la picardía ventajera.

Es marzo y las aguas están bajas. La vida en el pueblo flotante se ve tranquila, el único movimiento es el de nuestra lancha y otras con más turistas. A lo lejos, veo algunos hombres y niños pescando con red y una lancha almacén que va de casa en casa. En unos meses, cuando sea época de lluvias, el nivel del agua alcanzará los 10 metros y, entonces, todo el pueblo se moverá hacia otra zona flotando sobre sus propias casas. Detrás de ellos, irán los turistas.

Datos útiles

-La moneda de Laos es el kip laosiano (US$ 1 = 8.127 LAK)

-La moneda de Camboya es el riel camboyano (US$ 1 = 4.000 KHR), pero en Siem Riep utilizan el dólar.

-Las opciones de alojamiento son variadas. Hay hostales a partir de 10 dólares y también distintas categorías de hoteles (se puede encontrar un hotel 4 estrellas por 130 dólares la noche en base doble).

- La oferta gastronómica es muy rica, variada y económica. En promedio, un almuerzo o cena, incluyendo la bebida, cuesta entre 5 y 8 dólares por persona. En un puesto callejero, la comida es aun más barata.

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