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¿Los humanos son monógamos?
La ciencia maneja teorías tanto a favor como en contra de mantener parejas estables
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24 de agosto de 2015 a las 05:00
Ashley Madison es un sitio web canadiense de citas, dirigido a personas casadas o con una relación estable, que cobró notoriedad en la última semana al ser víctima de un hackeo que derivó en una filtración masiva de datos. Cerca de 37 millones de personas vieron cómo sus datos personales se distribuían en internet, revelándolos ante el mundo como adúlteros y permitiendo a otras personas divertirse a causa de esta desgracia ajena.
Por lo tanto, parece ser un buen momento para hacerse una de las preguntas más complejas y fascinantes de la ciencia social: ¿los humanos están hechos para ser fieles a sus parejas?
La respuesta es complicada. Cabe aclarar desde un principio que no hay evidencia suficiente para confirmar cualquiera de las dos posturas posibles, a favor o en contra de la monogamia, como para insistir en que la ciencia está de su lado.
El fundador de Ashley Madison, Noel Biderman, deja claro que está entre los que creen que "la monogamia no es posible y está demostrado por la ciencia".
"Cuando te casas y pasa un período de tiempo, la atracción sexual por la pareja parece disminuir", dijo Biderman. "La monogamia emergió desde el principio económico de la propiedad. Lo que realmente queremos decir es que las mujeres necesitan ser monógamas. No creo que los hombres ni siquiera tengan la intención de ser monógamos".
Es antinatural, insiste, y es por eso que su sitio -que provee una salida discreta (al menos hasta el hackeo) para los asuntos extramaritales- es algo positivo para el mundo.
Es verdad que menos del 5 por ciento de los mamíferos del globo comparten lazos monógamos durante toda su vida. Y los humanos no tienen el mismo historial positivo que algunos de esos animales.
"No creo que seamos un animal monógamo", dijo a LiveScience Pepper Schwartz, profesor de sociología de la Universidad de Washington, en Seattle. "Un animal realmente monógamo es el ganso, que nunca vuelve a ponerse en pareja ni siquiera si su compañero muere".
Es claro entonces que los humanos no pueden ser definidos como una especie monógama de la misma forma que se puede calificar a los gansos. ¿Pero deberíamos apuntar a igualarlos? Algunos científicos creen que sí.
El psiquiatra Scott Haltzman y varios de sus colegas consideran que la historia de la evolución de la sexualidad humana no es tan importante. En algún momento decidimos emparejarnos y esa es una buena estrategia reproductiva.
Los hombres tienen menos oportunidades de vivir sus excesos juveniles sin repercusiones, por lo que pueden terminar teniendo una menor descendencia. Sin embargo, son capaces de identificar a un niño como suyo, basados en el contrato monogámico que han desarrollado, y pueden invertir recursos en él -y en su madre- para asegurarse que cualquier descendencia producida utilizará bien la contribución genética de su padre.
También hay evidencia de que la poligamia puede llevar a una sociedad más tumultuosa. Pero eso sólo parece suceder cuando los hombres se casan con varias mujeres -dejando a más hombres solteros-, lo que por supuesto no es la única forma en la que una cultura puede ser sexualmente no-monógama.
No obstante, mientras que el beneficio evolucionario es un argumento obvio para la monogamia social -formar una pareja para cuidar a un hijo hasta que alcanza la madurez-, no niega la idea de que la monogamia sexual no tiene porqué ser parte del acuerdo. Muchos humanos se emparejan socialmente sin practicar la exclusividad sexual durante su vida, cosechando una relación que excluye las mentiras y los engaños. Como ya se dijo, es complicado.
No somos gansos, pero es iluso pensar que la monogamia está inserta dentro de nuestros cerebros. A la vez, es exagerado decir que los humanos están inherentemente desesperados por la libertad sexual. Quizá lo que diferencia realmente a los humanos del resto del reino animal es nuestro estatus como "algo monógamos": algunos tendrán una pareja de por vida, otros se separarán, y algunos tendrán relaciones enteramente creadas por ellos mismos.
Por lo tanto, parece ser un buen momento para hacerse una de las preguntas más complejas y fascinantes de la ciencia social: ¿los humanos están hechos para ser fieles a sus parejas?
La respuesta es complicada. Cabe aclarar desde un principio que no hay evidencia suficiente para confirmar cualquiera de las dos posturas posibles, a favor o en contra de la monogamia, como para insistir en que la ciencia está de su lado.
El fundador de Ashley Madison, Noel Biderman, deja claro que está entre los que creen que "la monogamia no es posible y está demostrado por la ciencia".
"Cuando te casas y pasa un período de tiempo, la atracción sexual por la pareja parece disminuir", dijo Biderman. "La monogamia emergió desde el principio económico de la propiedad. Lo que realmente queremos decir es que las mujeres necesitan ser monógamas. No creo que los hombres ni siquiera tengan la intención de ser monógamos".
Es antinatural, insiste, y es por eso que su sitio -que provee una salida discreta (al menos hasta el hackeo) para los asuntos extramaritales- es algo positivo para el mundo.
Es verdad que menos del 5 por ciento de los mamíferos del globo comparten lazos monógamos durante toda su vida. Y los humanos no tienen el mismo historial positivo que algunos de esos animales.
"No creo que seamos un animal monógamo", dijo a LiveScience Pepper Schwartz, profesor de sociología de la Universidad de Washington, en Seattle. "Un animal realmente monógamo es el ganso, que nunca vuelve a ponerse en pareja ni siquiera si su compañero muere".
Es claro entonces que los humanos no pueden ser definidos como una especie monógama de la misma forma que se puede calificar a los gansos. ¿Pero deberíamos apuntar a igualarlos? Algunos científicos creen que sí.
El psiquiatra Scott Haltzman y varios de sus colegas consideran que la historia de la evolución de la sexualidad humana no es tan importante. En algún momento decidimos emparejarnos y esa es una buena estrategia reproductiva.
Los hombres tienen menos oportunidades de vivir sus excesos juveniles sin repercusiones, por lo que pueden terminar teniendo una menor descendencia. Sin embargo, son capaces de identificar a un niño como suyo, basados en el contrato monogámico que han desarrollado, y pueden invertir recursos en él -y en su madre- para asegurarse que cualquier descendencia producida utilizará bien la contribución genética de su padre.
También hay evidencia de que la poligamia puede llevar a una sociedad más tumultuosa. Pero eso sólo parece suceder cuando los hombres se casan con varias mujeres -dejando a más hombres solteros-, lo que por supuesto no es la única forma en la que una cultura puede ser sexualmente no-monógama.
No obstante, mientras que el beneficio evolucionario es un argumento obvio para la monogamia social -formar una pareja para cuidar a un hijo hasta que alcanza la madurez-, no niega la idea de que la monogamia sexual no tiene porqué ser parte del acuerdo. Muchos humanos se emparejan socialmente sin practicar la exclusividad sexual durante su vida, cosechando una relación que excluye las mentiras y los engaños. Como ya se dijo, es complicado.
No somos gansos, pero es iluso pensar que la monogamia está inserta dentro de nuestros cerebros. A la vez, es exagerado decir que los humanos están inherentemente desesperados por la libertad sexual. Quizá lo que diferencia realmente a los humanos del resto del reino animal es nuestro estatus como "algo monógamos": algunos tendrán una pareja de por vida, otros se separarán, y algunos tendrán relaciones enteramente creadas por ellos mismos.
