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"Mamá, quiero bajar de peso"

Reflexión de una madre sobre el movimiento de la imagen corporal positiva y su hija adolescente
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28 de junio de 2018 a las 21:30
Por Kelly Devos
New York Times News Service

Todo lo que pensé que sabía sobre la imagen corporal positiva de alguna manera se volvió incorrecto. Una mañana del año pasado, ingresé al perfil de estudiante de mi hija adolescente en el sitio web del colegio para añadir dinero a su cuenta. Me sorprendió darme cuenta de que solo había gastado unos cuantos dólares desde la última vez que puse dinero.

Íbamos juntas en el auto cuando la enfrenté. Me pude dar cuenta de que le costaba trabajo expresar en voz alta sus pensamientos. "Mamá, quiero bajar de peso", dijo de pronto.

Me detuve en el estacionamiento de una cadena de restaurantes de helado de yogur. Nos quedamos en el auto, viendo a la gente ir y venir con helados empalagosos. Me confesó que, durante la clase de educación física, todas las niñas se habían formado para pesarse y calcular su índice de masa corporal. Después de eso, varias comenzaron una dieta de soda dietética. Mi hija –una adolescente de tamaño promedio– había estado comprando solamente un refresco de dieta al día. No había almorzado en toda la semana.

Mi hija y yo somos cercanas, así que mi primera pregunta fue: "¿Por qué no lo hablaste conmigo?". Aunque ya sabía la respuesta: el movimiento de imagen corporal positiva había golpeado nuestra relación.Soy una mujer gorda. Fui una adolescente gorda. Me tomó años de trabajo aprender a aceptarme como soy, pero al final me conformé con la idea de que mi cuerpo era saludable sin importar su tamaño o peso. Sin embargo, las últimas semanas han puesto en duda esas creencias.

Una mañana, me desperté con un pequeño moretón en el muslo. Después de unos días, estaba en el hospital. Me había mordido una araña reclusa parda y me infectó con un estreptococo carnívoro. También me dieron un diagnóstico completamente ajeno a la infección: diabetes tipo 2 en rápida progresión.

Mientras estaba conectada a mi suero, discutí con mi doctor. "¿Cómo puedo tener diabetes tipo 2? Como frutas y verduras. Camino, hago pilates. Puedes ser saludable sin importar el peso, tú lo sabes"."Mira tu estado", me respondió enérgico. "No eres saludable con cualquier peso. A menos que hagas cambios radicales, te quedan más o menos diez años de vida".Tenía 41 años.

Más o menos al mismo tiempo, las copias promocionales de mi primera novela juvenil estaban saliendo a la luz. Debido a que quise examinar los estragos de la gordofobia, la escribí en dos líneas temporales, con la misma protagonista, antes y después de una pérdida de peso importante.

El punto era que los adolescentes supieran que vale la pena perseguir sus sueños. Sin embargo, algunos lectores no creyeron que fuera correcto hablar de una adolescente, en realidad de nadie, que pierde peso.

Mucha gente dentro del movimiento de imagen corporal positiva –del cual me considero una integrante–cree que el deseo de perder peso nunca es legítimo, porque es una expresión del estrago psicológico de la burla a la gordura. Así que cualquier discusión pública de salud personal o peso constituye avergonzar a las personas por su gordura. Esto provocó recientemente que el fundador de Gratist, un sitio web de salud y bienestar físico, escribiera en modo defensivo: "Está bien querer perder peso", como respuesta a la crítica.

Vale la pena señalar que la imagen corporal positiva es la convergencia de varios movimientos. Todo comenzó con el movimiento de aceptación de la gordura durante la década de 1960, fundado por mujeres negras y queer para luchar contra la discriminación en espacios públicos, en los lugares de trabajo y en los consultorios médicos. La gordura positiva, que es más que una reacción ante los intentos por avergonzar a las personas, y la imagen corporal positiva, que es un movimiento de autoestima comercial, llegaron después.

El problema con la versión actual de la imagen corporal positiva es que no quiere aceptar que ningún enfoque es correcto para todos. Un adolescente podría crecer saludable con el peso que sea, y otro podría terminar en el hospital. Ocasionó que mi propia hija tuviera miedo de acercarse a mí para hablar de un tema en el que tengo experiencia personal y soy experta. Me dejó pensando que tampoco pude expresar en voz alta mis preocupaciones racionales sobre la diabetes.

Yo era el tipo de imagen corporal positiva "incorrecta" porque me había forzado a admitir que la gordura podía tener consecuencias serias sobre la salud. Yo era el tipo de madre incorrecta porque sentía que podía apoyar a mi hija para perder peso en lugar de convencerla de no hacerlo. Y era el tipo incorrecto de escritora porque quería explorar todos los aspectos de este tema en lugar de solo decirle a las niñas gordas que todos los problemas se resuelven si nos aprendemos a amar a nosotros mismos.
Silenciar el diálogo no ayuda. Solamente dejará a las niñas solas en la mesa del almuerzo en una cultura que manda mensajes confusos sobre dietas, imagen corporal y salud.

Para mí y mi hija, la solución fue hablarlo, incluso cuando se vuelve incómodo o doloroso. Ella no quería crecer y pesar 136 kilogramos como yo. Tampoco quiero eso. Aunque también hemos hablado sobre autoestima y autocuidado. Sobre la salud y la naturaleza depredadora de la cultura de las dietas. Le pusimos un alto al hábito de saltarse las comidas. Decidió comprar alimentos más saludables, comenzó a practicar un deporte y tiene charlas con un consejero (alternativas que no todo el mundo puede pagar, por supuesto).

En cuanto a mí, aún intento hacerlo bien. A pesar de todo, he llegado a sentir que amarse a uno mismo y desear cambiar son dos sentimientos que deberían coexistir en paz.

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