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¿Por qué, por qué y por qué?

Animarlos a preguntar los hará valientes y creativos sobre todo frente a lo desconocido. ¿Cómo lograrlo?
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24 de octubre de 2016 a las 06:44

Psicóloga Mónica Grobert, Especialista en Crianza/directora Jardín Carrusel, [email protected]

Los seres humanos son por naturaleza curiosos; así también los niños y niñas, quienes además son investigadores tenaces y perseverantes.

Desde que un bebé abre los ojos descubre un mundo nuevo. Ese mundo que lo rodea, lo deslumbra, lo gratifica, lo frustra. Todo es nuevo.

Desde un comienzo buscará conectarse con personas y objetos a través de los sentidos, para descubrirlos y conocerlos. La boca, las manos, los ojos, los oídos... le darán la información que lo conecte con nuevas experiencias.

La exploración se centra en la manipulación de objetos, en la vivencia de cada instante, en el balbuceo permanente y en los vínculos diarios.

El niño y la niña exploran el ambiente que los rodea para poder aprehenderlo, para hacerlo propio y conocido. Se nutren de experiencias de contactos, todo de acuerdo a sus posibilidades.

De pronto se encuentran con las primeras palabras, mezclas de imitación, repetición y casualidad. Y estas palabras - primeras expresiones del lenguaje oral - reciben la admiración y elogio de quiénes las escuchan, mamá y papá en primera línea.

El lenguaje como herramienta para conocer

Con las primeras palabras llega el deseo de investigar esta poderosa herramienta: el lenguaje. Se abre un mundo nuevo, amplio y compartido. Florece entonces la conocida etapa de las preguntas, como una nueva forma de conocer el mundo.

Una fase normal y esperada es: "porqué, porqué y porqué...". La avalancha de preguntas llega en diferentes momentos del desarrollo.

Alrededor de los 2 años, con las primeras palabras, las preguntas se asemejan más a un juego que a una verdadera búsqueda de conocimientos.

Más adelante, a los 3 años, las preguntas son múltiples, disparatadas, absurdas y hasta agobiantes. Los niños y niñas buscan en esta etapa reconocer la superioridad y los conocimientos de mamá y papá como intermediarios del saber, casi reconociendo que son imbatibles y geniales, porque lo saben todo.

Al cumplir los 4 años, los niños y niñas comienzan a tener un pensamiento más realista, por llamarlo de algún modo. Pueden pensar el futuro, vislumbrar los hechos de otra manera y así cuestionar, criticar y opinar sobre los conocimientos. Preguntan, preguntan mucho, y ahora porque quieren saber. A diferencia de otras etapas, no les conforma cualquier respuesta les gusta verificar la información pero sobre todo investigarla por sí mismos.

Se debe tener en cuenta que el lenguaje necesita ejercitación, como cualquier habilidad que se adquiere. Siempre que se comienza a practicar algo nuevo, de forma tímida e insegura, es mejor hacerlo en la intimidad, con la seguridad de que será bien recibido y que el error será aceptado y tolerado como un proceso de aprendizaje. Este es el motivo principal por el que cualquier niño o niña comienza a preguntar sin ton ni son en casa. Para poder avanzar en el proceso de aprendizaje, debe sentirse que es bien recibido y bien respondido, es muy importante que sienta que es libre de preguntar. Aún cuando ponga a prueba la paciencia... sí la paciencia.

Desafío para mamá y papá: entender los porqués

En cualquier momento las preguntas pueden agobiar a mamá y papá, pueden confundirlos y pueden ponerlos en jaque acerca de cuáles son las verdaderas respuestas que sus hijos o hijas están necesitando.

Familias que fomentan una expresión abierta y espontánea seguramente generan adultos creativos y comunicativos.

El ejercicio de preguntar y preguntar divierte a los niños en sí mismo. Es importante entender esta etapa para que mamá y papá no se sientan interrogados. Lo ideal es que se sientan libres en dar respuestas coherentes, breves y adecuadas a la edad. Y por supuesto sin necesidad de recurrir a Wikipedia a cada rato.

Los hijos quieren el saber de los padres, el lenguaje como gran herencia. Investigan así la posibilidad de comunicarse a través de la palabra hablada que después les permitirá comunicarse con los otros; otros como ellos que también van en busca de nuevas experiencias.

Encadenar preguntas y preguntar sin esperar respuestas, puede ser para el niño o niña un juego que lo habilita a hablar, simplemente a utilizar el lenguaje. Pero también a sentirse escuchado.

Saber que sus preguntas no siempre esperan respuesta, no les da a los padres la chance de menospreciar las preguntas, de ridiculizarlas o no responderlas.

Se debe tener en cuenta que en esta etapa los niños y niñas buscan reafirmarse, sentirse más seguros y de ahí que las preguntas vengan una y otra vez. Igual que sucede con los cuentos, ¿cuántas veces son capaces de pedir que se les cuente la misma historia en el lapso entre que se acuestan y se duermen? Así es, una y otra vez.

Otras veces, cuando son un poco más grandes (luego de los 3 años), las preguntas imparables son un llamado de atención, un recurso para que mamá y papá dediquen más tiempo a conversar. Les importa más que les hablen y no tanto el contenido.

Si se puede descubrir que el niño o la niña quieren conversar, siempre es posible llevar el interrogatorio a ese nivel, a una conversación, a un intercambio de preguntas y así será más equitativo.

Es importante no ser evasivos, ni defraudar al niño o niña con silencios o sarcasmos que aún no puede entender. Sin embargo, es sano y fundamental que un padre o una madre puedan reconocer un desconocimiento y la necesidad de recurrir a buscar información; eso humaniza el vínculo.

Las respuestas deberían ser siempre espontáneas, naturales y de sentido común. Aún cuando no siempre se entienda la respuesta, lo mejor es que sienta que es escuchado, y que si necesita puede volver a preguntar.

Comunicación y confianza

El establecimiento del proceso de comunicación es lo importante en estas etapas. La confianza para hablar, para preguntar, para investigar es en definitiva lo que se instaura y deja espacio a un futuro prometedor, donde la palabra tenga su peso justo y sea valorada.

No responder las preguntas, desecharlas sin más o burlarse de ellas, podría hacer que los niños sientan vergüenza de volver a hacerlo. Y se afecta de a poco la confianza en los padres, a quienes tanto necesitan, ahora y en el futuro.

Como padres no siempre se tendrá la respuesta ideal, adecuada o esperada. Este juego, como cualquier otro, cansa y hasta agota. Los padres tienen sus días, tienen sus etapas. Nadie puede ser perfecto y lograr siempre lo que el otro espera. Se puede no saber pero también se puede no tener ganas. En tal caso el modo en que se hable es fundamental; es vital dejar la puerta abierta a la comunicación.

"Buena pregunta, necesito pensar la respuesta", "solo espera que termine con esto para poder contestarte", "una pregunta más, luego nos vamos a lavar los dientes", son algunos ejemplos con los que se puede aplazar una conversación, manteniendo abierta la comunicación en lugar de cerrarla. Se da lugar a que continúen preguntando, pero en otro momento, sin hacer sentir que las preguntas están fuera de lugar, aburren o desagradan.

Animarlos a preguntar será siempre un punto a favor. Los hará valientes y creativos sobre todo frente a lo desconocido.

Su vocabulario se verá enriquecido y estarán ellos mismos mejor dispuestos a escuchar a los demás.

No hay temas prohibidos, hay respuestas adecuadas, más simples o más complejas. El centro siempre debe ser el niño o la niña, su momento y su necesidad, ya sea simplemente las ganas de jugar, la búsqueda de atención o el deseo de saber. Papá y mamá no siempre pueden estar disponibles para responder, no tiene nada de malo aplazar una comunicación, si es que en un momento más o menos cercano se retoma.

La curiosidad siempre es sana, así decían en una época las abuelas. La paciencia deberá llevar a contestar todas las preguntas, antes o después, de forma simple o más compleja; sin miedo a equivocarse y con el fin de comunicarse mejor.

¿Y esta cadena de preguntas, esta etapa, cuando llega a su fin? No se sabe con exactitud, depende de cada niño/niña y de cada familia. Pero ojalá que la curiosidad, las ganas de saber y sobre todo el deseo de comunicarse nunca lleguen a su fin.

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