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Anacronismo y vacío formativo en los estudios secundarios

El plan que rige en Secundaria es muy similar al plan de estudios de 1941
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31 de agosto de 2017 a las 05:00

Por Daniel Corbo

La educación secundaria tiene un plan de estudios formulado en 2006 por la primera administración frenteamplista. Aunque resulte paradójico, la arquitectura y el enfoque curricular de estos estudios, diseñado cronológicamente en un estadio civilizatorio del tercer milenio, remite por sus características –una grilla de numerosas materias de carácter contenidista– a un esquema de estudios propio de la primera mitad del siglo XX. En efecto, el plan que rige es muy similar al plan de estudios de 1941. Casi 80 años para atrás. No hay lugar, como se ve, para ningún “cacareo” progre.

Esa grilla de materias del plan se construyó año a año, en lugar de diseñarse el ciclo de estudios completo. Tampoco el esquema curricular estuvo precedido por un marco conceptual orientador, donde se definiera la finalidad de los estudios secundarios, la filosofía pedagógica de sus ciclos de estudio, ni los enfoques metodológicos y fundamentos evaluativos. Nada de esto hubo. Apenas un esbozo de fundamentación a posteriori. Contra todo lo prescrito como forma profesional de diseño curricular, solo se acordó una grilla de materias, dando la pauta que lo único que importaba era acoger los intereses particularistas de las asignaturas y las horas de sus profesores. Los intereses de los alumnos y de sus aprendizajes no se tomaron en cuenta. El diseño curricular, en su pobreza, lo pone de manifiesto.

Antes del plan 2006, los estudios secundarios eran más ricos formativamente. El plan piloto 1963 preveía ya talleres, materias optativas y una combinación de horas simples y dobles según el tipo de actividades. El plan de estudios 1986, además de las asignaturas básicas, establecía una serie de talleres exploratorios y rotativos para orientar vocacionalmente a los estudiantes, cursos de compensación pedagógica para los alumnos con rezagos y con dificultades de aprendizaje, divididos en áreas (lógico-matemáticas, lenguaje, dificultades múltiples de origen sociocultural) y técnicas de estudio, además de una iniciación a los lenguajes de la tecnología. El plan 1996 incursionaba en la organización de áreas, en ciencias y ciencias sociales, y la organización de proyectos de centro. Nada de eso existe hoy.

No eran las únicas innovaciones. En la segunda administración democrática, la ANEP desarrolló un plan de educación de la sexualidad, dirigido por una Comisión técnica que presidían los Consejeros, Mtro. Miguel Bujosa y Prof. Carmen Barrios Anza. Secundaria convirtió el programa de Biología de tercer año del Ciclo Básico en un programa integral de Educación para la Salud y la Sexualidad desde un enfoque bio-psico-social, según las orientaciones de la experta en la materia, Dra Stella Cerrutti cuyo libro, de la OMS/OPS, era el texto de cabecera. Hace poco leí un artículo de dos periodistas, publicado por un matutino de trayectoria, donde se afirmaba que antes del 2002 no había existido en el país educación sexual, con lo que uno no sabe si sonreír o llorar por la falta de memoria que hay en el país y la falta de información de nuestros periodistas. Este programa de educación de la sexualidad, implantado en 1992, concebido e implementado con seriedad profesional, no levantó ninguna resistencia en la sociedad, pero fue discontinuado en 1997. En las dos primeras administraciones democráticas se crearon Liceos de Área Rural, con materias optativas adaptadas al medio, que constituían un factor de contextualización, reforzado por una Inspección especializada. También fue abandonado el modelo. En otro orden, a partir del año 2001 se creó un programa de educación en valores, cuyo equipo formado en la Universidad de Barcelona, con posgrados y maestrías, capacitaron centenares de docentes y desarrollaron talleres formativos en numerosas instituciones educativas. Pero el primer gobierno frenteamplistas decidió clausurarlo sin fundamento pedagógico válido. Por distintas vías, sin justificación en razones técnicas y pedagógicas, se abandonaron todas estas innovaciones, con lo que hemos venido a desembocar en unos estudios secundarios de concepción anacrónica y grandes vacíos formativos para los estudiantes. Este empobrecimiento pedagógico afectó especialmente a los adolescentes más vulnerables.

Hay que recordar que hay unos 100 mil jóvenes que no estudian ni trabajan, jóvenes sin oportunidades proveniente mayormente de los quintiles de menores ingresos y donde la condición de mujer-joven es la más vulnerable. El gobierno no advierte que es imposible con el plan de estudios que ofrece, retener a los jóvenes que fracasan y para los que esos estudios carecen de atractivo formativo y de funcionalidad para insertarse en la vida social. No se cae en la cuenta que se necesita otro tipo de liceo, instituciones para adolescentes y jóvenes donde se construya subjetividad, esto es identidad y proyecto de vida capaz de proveerles de un sentido y una orientación, abriéndoles futuro donde solo tienen tiempo por delante. Desde hace más de un siglo la educación secundaria tiene una crisis interna de fines, que es una crisis de sentido. Pero nunca había perdido la perspectiva de que la orientación es uno de sus sentidos básicos, en tanto tiene en sus aulas adolescentes y jóvenes en tránsito de personalidad, que requieren atención a sus necesidades íntimas y personales, ese arte docente de ayudar a los jóvenes a proyectar sus expectativas en actos, a la organización de experiencias de vida, haciendo un inventario de sus posibilidades y oportunidades.

Debe preocupar la cifra de madres adolescentes. Hay fuertes brechas entre las adolescentes madres de hogares con NBS (un 3% promedio) y el porcentaje de madres adolescentes residentes en hogares con 2 y más NBI (con promedios de 22 a 27 %). Existe un vínculo muy fuerte entre bajo nivel educativo y maternidad temprana, nueve veces mayor que en el caso de las jóvenes con doce años de estudio (“Atlas sociodemográfico y de la desigualdad del Uruguay”). No es solo que no hay efectivamente educación sexual, porque se la bombardea permanentemente con proyectos de tipos que desvarían, empeñados en una guerra ideológica de género, pero que desamparan a los adolescentes que requieren orientación y acompañamiento. Además, Secundaria con su sistema de horas y su organización asignaturista ha debilitado su función educadora, entabla relaciones fugaces entre docentes y estudiantes, al que observa por la mirilla estrecha de una asignatura, mientras se le escapa al adolescente que tiene enfrente, que clama por una escucha y un apoyo. Para ellos, esa ciudadela que es el liceo, se convierte en tierra de nadie, donde no se sabe a qué atenerse, pero donde ciertamente hay pocas oportunidades para no sentirse solo, naufragando en un débil continente institucional donde no encuentra orientación ni escucha. Por eso el liceo como modelo está obsoleto. Se requiere otro bien distinto, un cambio de paradigma, no digamos de ADN que suena a un mal chiste. Pero nada puede esperarse de un gobierno que durante tres administraciones hace la plancha y chifla.

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