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Antonio Tabucchi, un enemigo de la tristeza, el silencio y el sosiego

El pasado domingo falleció no solo uno de los escritores italianos más valiosos de los últimos tiempos, sino también un potente intelectual en contacto con la realidad, entre su amor a Pessoa y a Portugal
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30 de marzo de 2012 a las 20:43

En Sostiene Pereira, la novela más conocida del recientemente fallecido escritor italiano Antonio Tabucchi, la acción transcurre en Portugal, en 1938. La inminencia del gran conflicto europeo proyecta una sombra sobre el país, que se encuentra en los primeros años de la extensa dictadura de Antonio de Olivéira Salazar. En España, las fuerzas militares portuguesas pelean junto a los ejércitos de Franco contra los hombres de la República. Los portugueses de a pie están lejos de comprender lo que ocurre fuera de su país, pues los periódicos están fuertemente controlados por la censura.

En ese contexto conocemos a Pereira, un viudo cronista ya retirado que se ocupa de la flamante página de cultura del Lisboa, un periódico “católico e independiente”. Pereira es un nostálgico empedernido, pero también es un individualista y, hay que decirlo, un pusilánime. No se entera de nada y por nada toma partido, vive comiendo tortillas, omelettes “a las finas hierbas” y tomando limonadas.

Todo empieza a cambiar para Pereira cuando contrata como ayudante a un joven de ascendencia italiana, Monteiro Rossi, para escribir necrológicas de escritores famosos. Las necrológicas que Monteiro Rossi escribe están cargadas de una mirada política de la literatura. Pereira considera que son artículos impublicables. Luego aparecerá Marta, la novia de Monteiro Rossi, y los vínculos con las facciones revolucionarias de ambos jóvenes pondrán a Pereira en una encrucijada.

Sostiene Pereira es una novela sobre la responsabilidad civil. ¿Es posible la neutralidad, la ausencia total de compromiso con la circunstancia histórica? ¿Esa pretendida neutralidad no acaba siendo complicidad y colaboración con el orden establecido de las cosas?
Sostiene Tabucchi

Tras el deceso de Tabucchi, el 25 de marzo pasado, a sus 68 años de edad y cuando la somera mirada a su “vida y obra” es impuesta por la agenda noticiosa, es interesante pensar en qué tipo de necrológica habría escrito el buen Pereira acerca del autor que le dio su vida literaria. ¿Cómo podría Pereira descafeinar la biografía de Tabucchi para convertirla en publicable para los criterios de su tibio periódico? La respuesta es que no podría.

Y es que la posición política de Tabucchi es indisociable de sus obras. Criado por sus abuelos, de fuertes tendencias anarquistas, hacia el final de su vida no dudaba en declararse independiente y en erigirse como uno de los intelectuales más críticos con Berlusconi y su gobierno.

Para conocer a conciencia la idea que Tabucchi dio del rol del intelectual en el mundo actual, habrá que leer el artículo con el que respondió a la columna de Umberto Eco (publicada en 1997 en la revista L’Espresso), titulada “El primer deber de los intelectuales: callarse cuando no sirven para nada”. Consultado acerca del debate con Eco, Tabucchi señaló que “reaccioné porque Eco deseaba imponernos a otros su visión del intelectual (...) reaccioné porque no me gusta que alguien me imponga silencio”.

El rol de Tabucchi como figura pública se extendió mucho más allá de los límites habituales de un escritor. Para mencionar solo un ejemplo, se puede señalar su activo papel como miembro del Parlamento Internacional de Escritores (PIE), organización dedicada a proteger a los escritores perseguidos por sus ideas y darles asilo en alguna de las ciudades refugio de su red. Acerca de su trabajo para el PIE, Tabucchi declaró en su momento: “Yo elegí una posición. Personalmente siento una gran responsabilidad y opté por un compromiso político, pero sobre todo civil. Hago lo que puedo”. Hoy, el ya desaparecido PIE continúa su labor bajo la sigla Icorn (International Cities of Refuge Network, www.icorn.org).

El más portugués de los italianos
Tabucchi estaba enamorado de Portugal. En su juventud, luego de cursar estudios en la Universidad de Pisa, emprendió una serie de viajes por Europa. En París, asistió como oyente a clases en La Sorbona. Allí conoció la obra de Fernando Pessoa, su puerta de entrada a Portugal. Llegó a Lisboa y desde ese momento su vida quedó para siempre ligada a la cultura lusitana: contrajo matrimonio con una lisboense, con la que tuvo dos hijos; tradujo al italiano la obra de su admirado Pessoa; escribió una novela directamente en lengua portuguesa (Réquiem, una alucinación) y en 2004 obtuvo la doble ciudadanía.

El balance de la batalla
Más allá de la fama internacional que le garantizó Sostiene Pereira, potenciada por la versión cinematográfica de 1995 que protagonizó un gran Marcello Mastroianni, la obra de Tabucchi se extiende a lo largo de cuatro décadas, desde la inicial Piazza d’Italia (1975) hasta su último libro, un conjunto de relatos sobre la conciencia del tiempo y la memoria, titulado El tiempo envejece deprisa (2009), hay que buscar a Tabucchi en la novela de 2004, Tristano muere, donde un soldado italiano de la resistencia contra los nazis que se encuentra en el final de su vida cuenta su historia a un escritor y su relato se convierte en una amarga y desencantada reflexión sobre los caminos que tomó la democracia nacida de aquellas batallas. La gran historia contada a través de la historia íntima del hombre particular.

“Hay que reflexionar sobre qué es la democracia”, dijo Tabucchi consultado sobre esta novela. “Mi personaje se pregunta si mereció la pena la lucha por los ideales por los que combatió, pero no da una respuesta…”, añadió. Quizá porque si las preguntas son el signo más evidente del desasosiego de la vida, las respuestas solo pueden ser la calma sosegada de la muerte.

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