Con hilo de pescar, Lamia Rahim ensarta perlas para crear pequeñas esculturas. Es una de las decenas de
mujeres iraquíes desplazadas por la
violencia que, gracias a la artesanía, puede sobrevivir y además ocupar el tiempo.
Hace un año, Iman Ahmad, locutora de una radio local, propuso que estas desplazadas instaladas en el colegio Atuar al Bahjat, en Samarra, al norte de Bagdad, aprendieran a hacer artesanías.
Varias familias del norte del país y de localidades aledañas a Samarra se refugiaron en las aulas para huir de los yihadistas, que acabaron siendo expulsados de todas las ciudades de
Irak a finales de 2017.
Dejaron sus casas con lo puesto y vivían de la caridad. Por eso recibieron de brazos abiertos la sugerencia de Ahmad.
Un total de 125 mujeres se formaron en la artesanía, sobre todo en la fabricación de miniaturas con perlas, explica a la AFP Ahmad, de 51 años.
En un pequeño salón transformado en taller, sentadas en el suelo sobre una alfombra, las mujeres seleccionan con esmero perlas de distintos colores y tamaños.
Con mucha paciencia forman el monumento más conocido de Samarra, la Malwiya, un minarete en espiral helicoidal, la célebre puerta azul de Istar e incluso la torre Eiffel.
Estas pequeñas figuras "nos ayudan a vivir", asegura Khaula Jaralá, de 41 años, refugiada en el colegio Atuar al Bahjat luego de abandonar hace más de tres años su aldea cercana a Tikrit, entonces bajo control de los yihadistas.
Lamia, de 41 años, forma parte de los más de 2,5 millones de desplazados de Irak desde que los yihadistas destruyeron su casa. "Hace mucho que somos desplazados, mi marido no encuentra trabajo y yo soy la que mantengo a la familia", afirma esta madre de tres niñas y un niño.
Cada mes, asegura Ahmad, estas artesanas venden objetos por un valor cercano a US$ 1.000, que se reparten entre todas.