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Corredor Garzón alargó el viaje en ómnibus a vecinos de Lezica

Ingreso a terminal eliminó servicios directos hacia avenida Garzón
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20 de diciembre de 2012 a las 18:01

Decile a estos bochos que le erraron”, dijo Juan Fagúndez mientras esperaba el primer ómnibus de su recorrido de un poco más de una hora hacia el Mercado Modelo. De avenida Lezica y Guanahany tiene que tomarse el nuevo G4 que lo llevará a la Terminal Multimodal Colón, punto de partida del flamante corredor Garzón, donde debe esperar el trasbordo que lo deja en su destino.

Hasta el 7 de diciembre, ese viaje le llevaba 40 minutos. Ahora le lleva más de una hora y media por lo que debe despertarse más temprano para no llegar tarde. Solo el traslado hasta plaza Colón le significa perder 15 o 20 minutos, más de dos veces de lo que tardaban los ómnibus que iban por Lezica y doblaban por Garzón en dirección hacia el Centro. Ahora doblan por Calderón de la Barca, un desvío de aproximadamente 1.700 metros. “La Intendencia de Montevideo piensa que somos de otro planeta. Nos dejaron aislados”, denunció.

Rosa también se sumó a la protesta. Los 30 minutos que tardaba desde Lezica hasta la casa de su suegro y de allí al Centro en la línea 2 se le duplicaron desde que tiene que hacer pasar por la terminal. La joven relató que se iba a Colón a pagar cuentas pero que ya lo dejó de hacer para no tener que desviarse más.

La vuelta por Calderón de la Barca afecta a los vecinos de Villa Colón, Lezica y Melilla porque los aleja más del centro de Colón. Al mismo tiempo dejó sin servicios directos a los liceos 9 y CIEI, las escuelas Nº 50 y Nº 185 –todos centros de gran concurrencia− y las mutualistas Círculo Católico y Cudam, entre otros servicios.

Desde esa esquina a Garzón hay solo una cuadra, pero larga, de aproximadamente 600 metros, que hay que caminarlos con lluvia, o con calor, o con lo que es peor para Luis Dell Acqua, vecino de Villa Colón, “con carteristas”, esperando un descuido. “La terminal también está llena de carteristas. Ésa es zona de nadie”, aseguró.

A pesar de los 600 metros de distancia y de que son en repecho, Alicia, de más de 70 años, prefiere caminarlos para llegar al médico; de lo contrario, llegará tarde a la consulta. Su otra opción es hacer trasbordo en la terminal y bajarse en la parada de Plaza Vidiella y caminar para atrás. “No puedo andar subiendo más ómnibus”, comentó a El Observador desde la esquina de Guanahany.

“¿A quién beneficiaron con esto? Porque yo ya vi dos choques”, agregó. Y antes de poner un pie en el escalón del G4, espetó: “Estoy furiosa con la intendenta”.

Gastón, por su parte, vive en Melilla y trabaja en Goes. El corredor Garzón le hizo tomar una decisión: “Voy a arreglar la moto”. La había dejado en el garage porque el gasto diario de $ 38 seguía siendo más barato que arreglar el desperfecto. No obstante, el 8 de diciembre cambió la ecuación. Desde ese día, tiene que salir dos horas antes para llegar a su trabajo porque le gusta llegar 20 minutos antes. “No voy a andar más en bondi. La verdad que esto me cortó las piernas”, dijo con ofuscación.

Protestas y pancartas
A las 19 horas del miércoles, justo antes de que empezara una protesta de los vecinos en la plaza, por el corredor Garzón, una moto fue embestida por otro vehículo. Jorge, un taxista, contó que ya vio dos accidentes: uno entre un taxi y un ómnibus el día de la inauguración, y otro entre un ómnibus y un auto; ambos en un cruce.

Los vecinos cortaron el tránsito con pancartas que exigían la renuncia del director de Movilidad Urbana, Gerardo Urse. En otras se leía: “Demoramos más y vivimos en el mismo lugar” y “Justicia y bus para todos”. Otro le recordaba a la IMM que fueron “US$ 40 millones mal gastados”. La inversión original fue de US$ 23 millones para el tramo de Garzón y US$ 17 millones para el tramo de Agraciada (aún no realizado). Las principales críticas se deben a las demoras y a la peligrosidad de cruzar. A la hora de la marcha, las paradas estaban atestadas, por lo que algunos pasajeros se sentaron en el cordón.

Dell Acqua no concurrió a la protesta aunque había sido invitado. “¿Qué vamos a hacer? Ya estoy entregado”, lamentó.

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