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Cuanto antes, mejor

Los logros en las pruebas PISA comienzan en la educación primaria
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06 de julio de 2017 a las 05:00

Por Dr. Guillermo Fossati (PHD)

Mejor prevenir e intervenir oportunamente para disminuir brechas y evitar rezagos que intentar remediar y corregir más tarde. Los logros en las pruebas PISA, y más allá, comienzan en la educación primaria y más atrás.

Los primeros 10-12 años de la vida constituyen un período crítico en el desarrollo del cerebro y el potencial para aprender. Hay procesos fundamentales para el desarrollo del potencial para el aprendizaje que tienen lugar en estos años. Empezando por los “períodos críticos” de crecimiento y desarrollo de nuestra maquinaria cerebral básica; antes de que el niño entre por primera vez en un aula. Etapa en la que se activan y estimulan circuitos cerebrales complejos que resultan luego fundamentales para el funcionamiento cognitivo-intelectual y el desarrollo de las capacidades sociales, lingüísticas y emocionales. Etapa de la vida de mayor receptividad y sensibilidad a influencias ambientales y a estímulos que en cualquier otro período o etapa de la vida del cerebro. Para lo bueno y para lo malo. Etapa en la que el niño empieza a organizar su mente, construir su relación con la realidad exterior, construir las bases de su socialización, y construir la capacidad de aprender.

El cerebro humano es un órgano plástico (cambia), se construye por información; la contenida en nuestros genes y la que recibimos del mundo exterior. Hay un rápido crecimiento de conectividad cerebral en los primeros meses y años del desarrollo (los primeros dos a tres años de vida) y hay luego cambios dinámicos que se van dando a lo largo de la vida. En mucho, resultado de la interacción y adaptación al entorno. Llegamos al mundo con una maquinaria cerebral muy caótica, desorganizada, imprecisa, lenta en sus operaciones y muy poco confiable. A medida que las distintas áreas del cerebro son modificadas por nuestras experiencias se van haciendo más confiables, refinadas, ágiles y organizadas en sus operaciones. Clave resulta la cantidad y calidad de los estímulos que se reciben del entorno y lo que uno hace en ese entorno. El desarrollo individual dependerá del uso que se haga de los recursos cerebrales que se heredan. También, de las oportunidades que se tengan para hacer uso de esos recursos.

Con el desarrollo de la maquinaria de procesamiento del cerebro viene la especialización para registrar y grabar: “¿qué es eso?” y “¿qué está pasando?”. Vamos creciendo impulsados por la necesidad de captar y entender el mundo en el que nos tocó nacer. La meta es lograr una comprensión efectiva y útil de ese mundo y aprender a controlar nuestro propio accionar en él. Llega un punto donde la maquinaria del cerebro alcanza un nivel de desarrollo que nos permite controlar acciones. Concluye un primer “período crítico” y de ahí al resto de la vida, el cerebro controla su propio desarrollo –controla su plasticidad–. Ya no absorbe todo lo que ve, oye y siente.

El cerebro de un niño entre los 4 y los 8 años contiene muchas más conexiones que las que tiene un niño de mayor edad. Es un tiempo de oportunidad para ciertos aprendizajes. De la misma manera en que una alimentación rica en nutrientes en la vida adulta no compensa las secuelas de una nutrición deficitaria durante la infancia, no se construye el segundo piso (educación media) sobre un endeble y frágil primer piso (educación primaria) y malos cimientos (educación inicial y atención a la primera infancia). Hay mucho de secuencial y acumulativo. Las brechas se instalan tempranamente.

En otras palabras, y sin caer en determinismos que condenan, las circunstancias en las que nacemos y nos desarrollamos en nuestra infancia, marcan. Hay que rescatar al niño para salvar al adolescente y al adulto.

Pensemos en un ejemplo de la vida real: Pedro inicia la escuela ya sabiendo leer un poco, y se muestra entusiasmado y dispuesto para aprender. Juan inicia la escuela sin haber adquirido las competencias básicas para aprender a leer, tampoco muestra mucho interés por la tarea de aprender, se distrae, le cuesta el aprendizaje, y ya empieza a sentir poca confianza en sí mismo.

En general un niño como Pedro creció y fue criado en un hogar que valora el aprendizaje, los libros están presentes y hay un rico vocabulario e intercambio en la comunicación. Los padres que leen en voz alta y hablan a menudo a los niños pequeños están promoviendo el desarrollo del cerebro. Un niño pequeño al que se le leen cuentos desarrolla el lenguaje oral y su capacidad de comprensión receptiva. Desarrolla también la curiosidad y el gusto por la lectura y aumenta significativamente su vocabulario. En general, un niño como Juan, por el contrario, creció en un entorno donde las circunstancias de la vida familiar diaria fueron muy distintas (clima familiar, maneras y formas de comunicarse, nivel de vocabulario, etc.). Seguramente Pedro comienza la escuela ya habiendo escuchado de seis a diez veces más palabras que Juan y tenga mucha más chance de llegar a ser un lector competente en el futuro. La brecha en el vocabulario y en el desarrollo del lenguaje afecta luego la automatización adecuada del proceso lector, la lectoescritura y la comprensión lectora.

Está claro, aprender durante el primer grado escolar requiere no solo asistir a la escuela sino también estar preparado para aprender. Los niños no llegan a la escuela como una tabula rasa. A título de ejemplo, a los 6-8 años de edad, las diferencias que se muestran para adquirir las habilidades básicas para la lectura y la comprensión lectora se explican por el desarrollo del lenguaje que se tiene, el vocabulario ya adquirido, la velocidad o rapidez para procesar información (rapidez perceptiva), la capacidad de procesamiento auditivo y la capacidad de procesamiento visual. Pedro tiene mayor chance que Juan de contar con un buen desarrollo de estos recursos cognitivos básicos.

En nuestro país, casi la mitad de los niños y jóvenes en edad de asistir a la educación vive en hogares del primer quintil de ingresos; el 48% de los niños de 3 a 5 años y el 46% de los adolescentes de 12 a 17 años. Necesitamos atender mejor condiciones básicas para generar un contexto social favorable para el logro educativo. Intervenir a tiempo con buenas políticas de infancia y familia. Este es uno de los fundamentos del ingreso temprano a la escolarización: proveer tempranamente los estímulos que la familia no está en condiciones de proporcionar. De aquí surge la idea de extender la educación inicial y surge el proyecto de los CAIF.

Los resultados comparativamente superiores que alcanzan algunos países en las pruebas PISA se pueden explicar no solo por tener buenos sistemas educativos sino, además, por tener bajos niveles de pobreza, buenos sistemas de protección social y programas de atención a la primera infancia de alta calidad.

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